Samba para el engranaje de Valverde

Se hizo de rogar más de lo esperado (y deseado), pero Philippe Coutinho al fin está a las órdenes de Ernesto Valverde. Como ya hicieran Mascherano o Luis Suárez, el brasileño también ha hecho el puente Liverpool-Barcelona. El segundo traspaso más caro de la historia del fútbol se ha convertido en todo un acontecimiento mediático en un siempre poco apetecible mercado invernal. Porque dicha ventana de traspasos se ha caracterizado tradicionalmente por ser la oportunidad para compensar déficits y no tanto con el objetivo de firmar grandes estrellas. Pero la realidad es que el Barcelona dejó cuentas pendientes y tanto club como jugador han hecho lo posible para cerrar un final ya escrito.

Su aterrizaje es tan ilusionante como necesario. El brasileño ansiaba dar un paso de este calibre y el equipo exigía un punto más de imaginación, desequilibrio e inspiración en la punta del iceberg. En un Barcelona más efectivo, pero menos vistoso, el ex de Inter y Espanyol es el punto de inspiración en la zona de ejecución. Condicionado a jugar solo los minutos de Liga y lo que el recorrido en Copa se pueda extender, su adaptación a la naturaleza del equipo se presupone relativamente rápida (a expensas de su recuperación de las dolencias físicas que arrastra). No destaca por ser un jugador polivalente, pero puede actuar como tercer intérprete de ataque o algo más rezagado, en la zona del interior zurdo.

De la mano de Jürgen Klopp, Coutinho ha pasado de ser un jugador con clase, pero intermitente a ser determinante de principio a fin. En la presente temporada el alemán ex del Dortmund tomó la decisión de retrasarlo varios metros en el terreno de juego para hacerle ganar peso en la medular y dar cabida al potencial de Mané, Firmino y Salah en la línea de ataque. No es un organizador del juego, pero sí ha adquirido más responsabilidad en la construcción y eso lo ha alzado a ser un jugador extraordinario, con relación constante con el balón. El brasileño tiene una gran capacidad para la asociación en el balcón del área, desequilibrio en el uno contra uno y muy buen disparo desde la media distancia.

Más grasa al engranaje azulgrana

En clave Barcelona, Valverde necesita encontrar la fórmula para dar entrada a Dembélé y el propio Coutinho a un dibujo con clara tendencia al 4-4-2. El equipo se ha solidificado a través de la suma de una cuarta figura en la medular y la aproximación de Leo Messi a la demarcación de Luis Suárez. Lo cierto es que el Barcelona, en varias ocasiones, se ha visto carente de profundidad y desborde, situación que el técnico ha intentado paliar proyectando todavía más a los dos laterales.

De mantener el dibujo, Coutinho sin lugar a dudas ocuparía esa posición más adelantada en la línea de medios, muy cerca del argentino. A corto plazo puede ser algo más que interesante, pero lo cierto es que el brasileño tiene tendencia a dejarse caer por el costado zurdo, por lo que quizá este esquema le reste algo de libertad salvo que Valverde se la otorgue y sea, con Leo, quien habilite a Luis Suárez en la punta del ataque. Lo que sí que es evidente es que, así como en fase ofensiva las variantes pueden llegar a ser múltiples, en el repliegue se antoja complicado que Ernesto renuncie a él. Aun así, sin Paulinho, el equipo no tiene tanto músculo ni físico y, por ende, pierda algo de consistencia.

En lo que es, a ciencia cierta, la primera ocasión de Dembélé con protagonismo en el once, Valverde dio muestras de los primeros síntomas de la variable que supone tener al francés. Sin hacer una metamorfosis completa hacia el 4-3-3, el extremeño agitó la pizarra para ordenar al Barcelona en torno al 4-2-3-1, con mayor separación entre Rakitic e Iniesta, siendo este último el tercer media punta por el costado zurdo y el croata más próximo a Sergio Busquets.

La teoría de ser el relevo de Iniesta sí que puede ser un gran punto de partida almenos para lo que resta de curso, porque el brasileño tiene el número de minutos condicionado en la UEFA Champions League, pero la realidad de cara a la próxima campaña no tiene -ni debe- por qué tener un camino similar: Coutinho y Andrés Iniesta son jugadores compatibles y pueden actuar y conectar sobre el terreno de juego sin que ninguno se vea condicionado.