Cuando Javier Mascherano anunció al Barça su intención de salir en el mercado de invierno casi todos los culés interpretaron el gesto del argentino de manera negativa. El equipo llegaba tras dos empates consecutivos en Liga y un calendario complicado a la vuelta de la esquina. Para colmo en el 2-2 ante el Celta Samuel Umtiti se lesionaba y dejaba la defensa azulgrana en cuadro. No era el mejor momento para irse.

Lo que nadie esperaba entonces era el magnífico rendimiento de Thomas Vermaelen, que ha hecho olvidar al central francés los casi dos meses que ha estado fuera. Pocos esperaban también el formidable rendimiento del equipo, que lejos de perder ventaja respecto a los rivales la ha aumentado. El regreso de Umtiti, el clima que rodea al equipo y el fichaje de Yerry Mina permiten despedir a Mascherano sin reproches, olvidando el inoportuno momento que eligió para marcharse y subrayando que la operación es buenísima para el Barça.

Cuando debutó ante el Hércules el 11 de septiembre de 2010 pocos hubieran pronosticado una carrera tan exitosa para el ex de River Plate en el Camp Nou. Porque en aquella derrota ante los alicantinos de Trezeguet o Valdez parecía un extraterrestre jugando a otro deporte que el resto de sus compañeros. Parecía tener poco encaje como pivote en el Barça de Guardiola, sobre todo por su juego con balón. Él mismo reconocía en una entrevista en The Guardian en 2016 que “tras cinco o seis meses, pensé que no estaría aquí muchos años. Mis características parecían ir en contra de lo que se busca en este club. Sabía que no se le podía quitar el sitio a Busquets. Imposible, imposible. No hay nadie que haga lo que él hace por su equipo”.

La asunción de sus defectos en el nuevo contexto fue el primer paso para triunfar en el Barça, empezando por la eliminatoria de Champions 2011 ante el Arsenal y aquella jugada salvadora ante Bendtner. Busquets ya no sería el central de emergencia sino Mascherano, que desde ese día ya fue mucho más que eso. Lo jugó todo desde entonces hasta Wembley, formando parte del XI que posiblemente mejor haya jugado una final de Champions League. Respecto a ese partido valoraba la aportación de Guardiola, del que dijo que les había hecho un spoiler de toda esa final, adelantándoles todo lo que pasaría durante los 90 minutos.

Mascherano no engaña a nadie. Todos sabían sus debilidades y sus fortalezas, y en el equilibrio entre las dos cosas todos los entrenadores que pasaron por el club le eligieron para acompañar a Gerard Piqué. La dirección deportiva ayudó con su incapacidad de fichar un central de nivel, por lo que todos acabaron refugiándose en la competitividad del argentino y sus virtudes defensivas, que no como defensa central.

En ocasiones parecía que tenía que pedir perdón por ser central titular en el Barça, en lugar de agradecerle que haya estado siempre al rescate de una planificación nefasta en la posición. Simplemente no fueron capaces de encontrar en el mercado un central que fuera a mejorarle. El chico que vino como suplente de Busquets hizo carrera detrás de él, siendo titular indiscutible en dos finales de Champions, con Pep, Tito, Tata y Luis Enrique. Mascherano era ese colchón de seguridad que ahora el Barça dejará de tener.

Sus virtudes futbolísticas han ido acompañadas de un comportamiento intachable como profesional, lo que le ha llevado a ser querido y admirado dentro del vestuario y también los aficionados. Llegó como uno de los  mejores mediocentros del mundo y con toda la humildad se puso al servicio del equipo. «Me recibió con música clásica y frase que no olvido más: “¿Vos sabés que venís acá a no jugar, no?” (risas). Le contesté: “Quedate tranquilo que conmigo no vas a tener ningún problema” , relata el argentino sobre su primer encuentro con Guardiola. Mascherano declaraba hace un tiempo que más que disfrutar  de los partidos él sufría, siendo con frecuencia el recurso desesperado para frenar una acción de ataque rival. Y ahí era inigualable.

La afición del Barça en este momento de la historia es, ante todo, una afición agradecida, que lleva disfrutando tantos años de su equipo que olvida incluso lo malo. Tal empacho de títulos en su historia reciente le obligan a ser menos exigente, una historia que Mascherano ha ayudado a construir. Poco a poco van cayendo piezas del gran Barça, y hoy le toca al «Jefecito». No una leyenda como sólo Messi, Busquets, Xavi, Iniesta, Puyol o Valdés pueden ser, pero sí tiene que aparecer un peldaño por detrás. Sólo se le puede desear que ahora trate de disfrutar este deporte y que en Rusia se pueda llevar la alegría que merece, tanto como Messi. Gracias, Mascherano. Siempre en mi equipo.