Irrefrenable éxodo del joven talento

En menos de un año, el FC Barcelona, una de las cunas a nivel formativo en Europa y del mundo, ha sufrido la pérdida de tres grandes promesas como Jordi Mboula, Eric García y, la más reciente, Sergio Gómez. El balón de plata del último europeo sub 17 ha hecho las maletas rumbo a Dortmund, quien ha pagado su cláusula de rescisión, cercana a los tres millones de euros.

Asentado en el Juvenil A, el badalonés comenzaba este 2018 en los planes de Gerard López con el B, que le hizo debutar en La Romareda y le otorgó algunos minutos a la siguiente jornada, frente al Valladolid. Sin embargo, ha decidido aceptar la oferta del conjunto alemán, que le asegura un plan específico de formación, un camino más corto hasta la élite y una evidente mejora salarial. El Barcelona, por descontado, no solo ha perdido cualquier derecho sobre un mediapunta de brillante proyección, sino que sigue agravando el éxodo de jóvenes talentos y acentuando la crisis de lo que ha sido el pilar de los éxitos en la última década.

Estas tres historias guardan más de un punto en común, pero en ninguna de ellas existe un discurso real e incuestionable, sino que hablamos de un componente multifactorial. Sí que es cierto que la firme apuesta por un modelo que se aleja de lo que ha sido el Barcelona en su historia más reciente es el más determinante, pero existen otros elementos que no podemos dejar de tener en cuenta para tratar de entender la situación que ha salpicado los múltiples medios deportivos estos días.

Una crisis de confianza

Por un lado, el más evidente, tenemos el modelo implantado en los últimos años. La hoja de ruta para llegar al primer equipo ha pasado de ser una oportunidad a ser un suplicio para los que empujan desde abajo. La tendencia a buscar fuera el talento y las escasas oportunidades en un escenario donde los resultados condicionan absolutamente todo ha abocado a algunos jugadores a probar fortuna lejos de la ciudad Condal. Esta dinámica empezó por el tejado y ha ido descendiendo hasta verse afectado todo el fútbol profesional (primer equipo, filial e incluso juveniles), generando así una situación altamente delicada. No existe un origen concreto, pero dicha rutina viene alimentándose desde hace varios cursos. El salto del filial al primer equipo ha estado siempre ocupado por un océano en el que muchos acaban ahogándose, pero lo más preocupante es que ese océano también se ha establecido entre el filial y el Juvenil A. Aunque la confianza en Oriol Busquets, Carles Pérez o Cucu lo maquillen, la realidad es que el Barcelona B ha firmado a Rivera, Hongla y Ballou en este mercado invernal, sumándose a los Lozano, Arnaiz, Concha, Ruiz de Galarreta, Vitinho, Samu Araujo o Costas de la pasada ventana de mercado. La tendencia, en este caso, sí que tiene ese punto de inflexión concreto que no termina de quedar claro en el primer equipo: la temporada 2015/16. La última plaza en Segunda División dejó la cabeza de dos técnicos y un retroceso en el desarrollo de muchos jugadores que hasta entonces se habían mostrado al alza, algo que desencadenó en una revolución nunca antes vista. En estas dos temporadas y media que lleva Gerard López a los mandos, el filial ha incorporado un total de 28 jugadores. Y, en la plantilla actual, tan solo compiten nueve jugadores formados en casa. Para otro debate que los de cosecha propia consigan despuntar como lo venían haciendo en las categorías inferiores, pero el discurso de “mezclar experiencia con juventud para fomentar el desarrollo y ser competitivos” ha quedado, de largo, obsoleto.

La precipitación y el capital, una mezcla peligrosa

La formación en el Barcelona tiene la particularidad de ser muy específica, pues se les inculca un idioma que es hablado en muy pocas entidades. Es por ello que, en varias ocasiones, aquellos jugadores que no terminan de asentarse en el club tampoco acaban de hacerlo lejos del mismo. Esto no siempre es así, pero es una situación que se puede llegar a dar con cierta frecuencia. Pero, al igual que el rendimiento que puedan ofrecer superada la etapa de formación, es otro debate. Lo que sí que es evidente es que otro componente a tener en cuenta es la precipitación. En un mundo en el que todo va excesivamente deprisa es más importante que nunca cumplir las etapas a rajatabla. La mediatización que sufre el fútbol profesional en términos generales, pues a día de hoy es complicado no tener acceso a cualquier tipo de evento, ha comportado una aceleración en los tempos para llegar cuanto antes. Y, en el caso de Sergio Gómez -muy similar al de Jordi Mboula-, el Borussia Dortmund le ha ofrecido ese atajo. El proyecto deportivo del combinado germano, especialista en la captación de talento a un precio irrisorio, ha terminado por derrumbar cualquier atisbo de paciencia para seguir en el Barcelona, que, por otro lado, prefiere el rendimiento inmediato a esperar a la maduración propia.

Pero todo esto, no obstante, no podría llevarse a cabo sin el poder del capital. El tercer elemento de análisis pasa, precisamente, por la suculenta oferta económica del Dortmund. La operación, que consiste en marcharse a un país extranjero, asentarse en unas rutinas distintas y adaptarse a unas tradiciones marcadas, no sería viable sin esa seguridad que solo ofrece el dinero.

“Desde el punto de vista del futbolista, hablo por experiencia, hay que ser valiente para salir porque aquí lo tienes todo. Es asumir el reto de querer ser profesional. Es muy valiente por su parte el salir de aquí, ir a otro país y afrontar esos problemas que comporta. Por parte del club, si vienen y pagan la cláusula, poco se puede decir”.
Gerard Piqué

 

Lo que parece evidente es que todo este proceso no es tan sencillo como remarcaba Gerard Piqué en la rueda de prensa correspondiente a la firma de su renovación. La realidad del club ha sufrido una metamorfosis y en ella intervienen toda una serie de factores que no arrojan un panorama precisamente esperanzador desde el punto de vista del futbolista. Como tampoco para el propio club.