Uno, que pasó su adolescencia viendo la Premier en La2, no terminaba de asimilar que lo de Fábregas no había funcionado. Pese al prometedor arranque del catalán, en aquel “doble falso 9” con Messi, su irregularidad y su papel casi invisible en las grandes citas convirtió el fichaje en un pequeño fracaso para todas las partes; club, jugador y aficionados.

El “4”, cambiaba de dueño. Quién podía imaginar que, en tan poco tiempo, un croata que hablaba andaluz se iba a ganar, de tal forma, la admiración, el cariño y el respeto del Camp Nou;

Ivan Rakitic. Procedente del Sevilla, venía de realizar su mejor temporada, donde terminó de descubrirse en los últimos seis meses de aquella 13-14.

Después de despertar muchas dudas sobre su rendimiento en el doble pivote, Unai Emery encontró la forma de potenciar todas sus virtudes; Le protegió con M´bia y Carriço, liberándolo así de tareas defensivas y obligándole a mirar hacía delante, donde Carlos Bacca se hinchaba a tirar desmarques. De esta manera llegaría su primer “guiño” al Fútbol Club Barcelona, la noche en la que se dio a conocer al gran público en aquel 2-1 en Nervión frente al Real Madrid, con su maravilloso autopase con la espuela por encima de Pepe.

Su llegada al club no sería un camino de rosas. Muchos miraban con recelo su fichaje (te pido perdón, Ivan). Además de reemplazar a Fábregas en la plantilla, Luis Enrique optó por darle el puesto de un tal Xavi Hernández en el interior derecho, lo que suponía un vuelco al “sello Barça” tan arraigado durante años. Pero, como al resto, Anoeta cambió la vida de Rakitic para siempre.

Después de la aciaga noche de enero, Messi pasó a la derecha tras varios años instalado en el centro, juntándose con Alves y “regalando” al croata aquello que necesitaba: Un rol, un objetivo que cumplir. La tarea del 4, desde el famoso partido de Copa frente al Atlético de Madrid, sería compensar todos y cada uno de los movimientos de la pareja más estética de la historia de este deporte.

Curiosamente, aquella debilidad defensiva mostrada en el Sevilla tornaría en fortaleza en Can Barça. Rakitic se convirtió en sostén de la primera versión de la MSN. Asentado en el once, con un rol definido y la confianza por las nubes, el rubio firmó un final de temporada brutal, coronado por su tempranero gol en la final de Berlín.

La segunda campaña del ex del Basilea siguió por los mismos derroteros, fijo en un once definido, quizás en exceso, desde el primer día de temporada. El Barça voló hasta el minuto 75 de aquel clásico de abril, donde algo, algún día sabremos qué, se rompió. Luis Enrique conquistó un doblete con regusto amargo, dejando una pequeña muestra de las debilidades que, un año después, acabarían con su etapa como entrenador culé.

Pese a que la prensa, incluso el propio Rakitic en alguna ocasión, manifestara que no se sentía con el mismo apoyo por parte del entrenador en su última temporada, los datos no dejan lugar a dudas: Ivan disputó 32 encuentros de liga, 26 de ellos partiendo de titular. En Champions, formó parte del once en 8 de los 9 partidos que disputó el Barça en Europa. Pero el proyecto tenía aires de despedida. El último año de Lucho en el banquillo blaugrana nos dejó dos noches por encima del resto:  el inolvidable 6-1 frente al PSG y la victoria en el último suspiro en el Santiago Berbabéu. ¿Adivináis quién marcó el 1-2 aquella noche? El rubio, de zurdazo inapelable.

Pero aquello había terminado. Luis Enrique se fue, dejando vía libre para la llegada de un Ernesto Valverde con ideas renovadas. La marcha de Neymar, la falta de fichajes y el estado mental que atravesaba el club hizo que el técnico decidiera dotar al equipo de una solidez defensiva impropia de tiempos pasados, donde la MSN era la protagonista, asumiendo las debilidades que aquello conllevaba.

En este nuevo escenario, nuestro protagonista ha mostrado dos versiones muy diferentes en función de su posición. Cuando le ha tocado jugar abierto, por ejemplo, en el rombo con Busquets, Iniesta y Paulinho, el croata no ha terminado de rendir como se esperaba. Sin ese rol compensador de Messi, sus movimientos se quedan algo lentos y desordenados cerca de la cal.

Sin embargo, el rendimiento de Rakitic centrado, como acompañante de Busquets, está resultando sobresaliente. A su inagotable trabajo ha añadido un poso táctico, técnico y una comprensión del juego inimaginable en el verano de 2014. Con estos ingredientes, no es de extrañar lo mucho que brilla en la posición de Busquets, donde se ha convertido en su principal relevo. El contraste de la actualidad con aquel jugador incapaz de formar un doble pivote en el Sevilla sin suponer una debilidad defensiva para su equipo, muestra la evolución del jugador en su etapa como culé. El “4” volvió a encontrar recompensa a su trabajo abriendo, en gran medida, el clásico de la primera vuelta, con la conducción que terminó por rasgar definitivamente las líneas del conjunto blanco. Quién sabe si en lo que resta de temporada, su botín pueda ser aún mayor. Claro está que será una pieza fundamental de todo lo bueno, o malo, que le ocurra al Barça en los próximos meses.

Pese a que, año tras año, verano tras verano, Ivan Rakitic suena como una de esas “buenas ventas” por edad, ficha y rendimiento, no cabe duda de que el croata que habla andaluz ha conseguido enamorarnos a todos, y no solo por su pelazo. Su regularidad, entrega, compromiso, evolución y una cierta cuota de protagonismo adquirido en las grandes citas lo convertirá, para siempre, en uno de los nuestros.