Ahora Quini, ahora y siempre

“Cuando el Real Oviedo hace cualquier cosa importante, el primer mensaje siempre era suyo, y lo voy a perder. Eso dice lo grande que era esa persona”. Entre los miles y millones de tuits, artículos y palabras que se han escrito y escuchado estos días, me quedo con lo dicho por Juan Antonio Anquela, porque veo mucho de Quini en él. Vivimos en un mundo donde cada día es más difícil cruzarte con personas normales, si hablamos del entorno fútbol se convierte en un acto milagroso. Quini era eso, sobre todo, un tío normal.

Poco importan los goles o títulos que ganase, los pichichis o las veces que vistió la camiseta de la selección. Para el recuerdo queda la cantidad de amigos que tenía Quini, las incontables muestras de cariño y pena profunda que deja El Brujo. Le reventó el corazón y  nos reventó a todos. Recuerdo un domingo por la mañana, en Mareo, jugaba el filial y fuimos pronto para coger asiento. La grada estaba hasta los topes y apareció Quini por la esquina que viene de los vestuarios, se paró con un gesto de sorpresa y soltó “pero cómo hay tanta gente aquí, que hay espicha después?” y siguió andando partiéndose de risa y provocando el revuelo general. La naturalidad y la bondad retratadas en un paisano de los de verdad.

No me sale hablar de fútbol, no me sale retratar la figura de Quini sobre el campo, ni hablar de las muchas obras de arte que nos dejó en forma de gol. Si algo chocaba en el Quini futbolista, era la impresión tosca, poco delicada y nada estética que daba en el campo. Creo que reservaba lo más bonito que tenía para la calle, aunque a veces nos dejase cosas imposibles como el gol en Vallecas que sería el aperitivo a aquel Sporting que nos vendría para el recuerdo, el mejor Sporting. En Barcelona, en el Barça, saben, sabemos, que el fútbol quizá no nos enseñe nunca más otro Messi, pero de lo que podemos estar seguros es que la vida no nos regalará otro Quini. Descansa en paz, leyenda.