Recuperar sensaciones, recuperar credibilidad

Tras tomar Anoeta en una victoria imposible -así lo marcaban las estadísticas del Barça en Donosti- y haber superado con solvencia al Celta en la Copa el equipo de Valverde había y ha sufrido una bajada de rendimiento paulatina. Mucho se ha escrito sobre ello y de poco serviría incidir en ello.

Que un equipo, en un tramo concreto de la temporada, sufra una devaluación en sus resultados es hasta sano que suceda, habla bien de las competiciones, de los competidores y de la salud de los futbolistas. Sospechemos del que nunca baje nivel o de los que siempre resuciten en un tramo señalado del año.

Girona parecía una bocanada de aire fresco para un conjunto al que se le notaba agarrotado. Incómodo ante planteamientos conservadores y sin chispa para atacar murallas frente a sus porterías los partidos iban derivando en auténticos ejercicios de sufrimiento para poder sumar los 3 puntos. Ante los de Machín, ante un planteamiento extremadamente agresivo, sirvió para recuperar sonrisas, que Ousmane demostrara una pizca del talento que atesora, que Suárez y Messi gozaran, que Coutinho viera puerta y recuperar en el colectivo una alegría perdida durante el último mes.

Las Palmas fue otra cosa. Se vio a un equipo adormecido, apático y con la voluntad de sumar tres puntos sin bajar del autobús, como diría Helenio Herrera. ¿El resultado? La nada más absoluta, un empate que supo a derrota y cansancio antes de afrontar al Atlético llegando en volandas a la cita por La Liga en el Camp Nou. Los de Valverde afrontaban el duelo con +5 de ventaja después de desperdiciar un +11 en 4 semanas.

Victoria tranquilizadora ante el Atlético

Ganar al Atleti resulta hasta exigible si se da el duelo en Barcelona. Olvidar la diferencia de talento entre ambas plantillas sólo cabe cuando se trata de vender el relato de la Champions y el Real Madrid. Aquí no hablaremos de esto, sino de lo que podría haber significado para Ernesto Valverde un mal resultado ante los colchoneros.

Reflexionemos y hagamos memoria. Tras perder 6 puntos de margen sobre el segundo, y haber tenido La Liga ganada con una vuelta de margen, irse del duelo ante los capitalinos con un solo partido de margen resultaba hasta doloroso. Imaginemos, es sólo eso, que su proyecto, con la incorporación de Coutinho más la recuperación de Dembélé para la causa tras sus lesiones, siguiera decayendo después de una primera vuelta muy por encima de las expectativas.

Cierto es, con las expectativas colmadas y las novedades que apuntalaban una plantilla deficitaria respecto a lo proyectado en su momento Valverde se encontraba ante un escenario particularmente demoledor. Ganó demasiado para lo exigible a nivel deportivo -el club siempre se exige lo máximo, que es el triplete,- y un derrumbe en el campeonato doméstico ponía en riesgo hasta su continuidad. Reflexionemos todos qué diríamos si en un escenario apocalíptico la diferencia de 11 puntos no hubiera sido suficiente.

Ante el Chelsea el escenario no es tampoco prometedor para el técnico culé. Superar a los londinenses es lo exigible y lo que se asume como lo natural vistas las plantillas y las trayectorias. El resultado, además, es positivo, aunque no así la imagen ofrecida en Stamford Bridge. Sin Iniesta, sin Coutinho y con un Ousmane renqueante Ernesto tendrá que hacer de entrenador de verdad para suplir las bajas. Su proyecto, su continuidad, merecida, no deja de depender de ello. Es injusto, mucho, pero amigos: Esto es el Fútbol Club Barcelona. Y esta es su exigencia. Adaptarse o morir.