El Barcelona de Valverde es campeón de Liga. El proyecto de Pep Segura, Robert Fernández y Ernesto Valverde se ha proclamado ganador de la Copa del Rey y de LaLiga Santander. Meritorio, reseñable y digno de ser recordado. Hacerlo con 4 jornadas de antelación y, aún, imbatidos, es aún más destacable.

Se podría decir, también, que el conjunto azulgrana ha sido campeón y ganador sin haber ofrecido un juego brillante e incluso bueno. Dicho de una forma más clara, directa y contundente: El Barça ha ganado jugando asiduamente mal.

Ambas cuestiones deberían estar encima de la mesa a la hora de valorar y analizar lo que ha sido la temporada. En próximas semanas en @Rondoblaugrana hablaremos tendidamente sobre ello.

Un punto en el que, durante la temporada, poco se repara a la hora de hacer un análisis es la estructura deportiva de la entidad catalana. Y convendría entrar más en detalle sobre esta cuestión, su política y sus consecuencias a todos los niveles.

El verano de 2014 el responsable deportivo era Andoni Zubizarreta, que llegó al cargo bajo el mandato de Sandro Rosell con Pep Guardiola en el banquillo. Bajo su mandato la apuesta principal fue la continuidad como emblema. Sin Pep, su mensaje pretendía mantener su legado y su filosofía.

Hasta que llegó Luís Enrique en el banquillo. Mismo discurso, otro juego. ¿Un error? Quién escribe mantiene que no, que era una evolución necesaria para mantener a flote una base que empezaba a caerse por la decadencia provocada por los años.

Con el asturiano y ya sin Zubizarreta, despedido en invierno después de unas declaraciones en las que se exculpaba de la sanción administrativa sin poder fichar durante dos ventanas de fichajes, Bartomeu apostó por Robert. La idea de entonces era rejuvenecer la plantilla después de darle todo lo que quiso a Lucho en la temporada de la sanción: Arda Turan, fracaso estrepitoso; y Aleix Vidal, insulso como el agua.

Se rejuveneció, cierto, con jugadores como Digne, Umtiti, André Gomes, Denis Suárez, Semedo, Ousmane Dembélé, Alcácer, etc. Pocos de estos futbolistas tienen, hoy, una proyección a ser importantes en la plantilla después del envejecimiento de piezas tan importantes como Piqué, Busquets, Messi, Rakitic o Suárez y la marcha de futbolistas como Neymar, Iniesta o Xavi en su momento.

Y entró, también, otra pieza, el pasado verano, que acabó de desordenar el tinglado: Pep Segura. Otro responsable deportivo, otro entrenador, Valverde, y una idea desordenada. Al mismo tiempo que se pretendió rejuvenecer una plantilla muy veterana apenas se dio oportunidades a los jugadores del filial, sólo Sergi Roberto llegó al primer equipo en esta etapa y es el único de su generación que ha salido de La Masia que se ha asentado durante este proyecto.

Pep Segura, cuya intervención durante esta etapa ha sido discutible, como la de Robert, ha derivado en otro punto. El Barça B, cuya función primigenia era la de surtir al primer equipo de futbolistas de presente y futuro, ha evolucionado a un equipo cuyo objetivo es competir por encima de todo, con la presencia de una importante cantidad de jugadores más veteranos, cuya función es dotar de madurez al colectivo para asegurar resultados. ¿Consecuencias? Excepto Aleñá el Barça B, hoy, apenas está en disposición de ofrecer futbolistas válidos para el primer equipo, el filial no mantiene una idea de juego coherente con el primer equipo (con Zubi se empezó a vislumbrar pero se ha radicalizado la idea con Segura y Robert), el coste de las plantillas ha aumentado considerablemente y los resultados no han cubierto los objetivos del proyecto.

Trabajar de cara a hacer un equipo campeón y de futuro a partir de hoy incluye pensar y reconsiderar completamente toda la estructura deportiva del club, sus objetivos, sus prioridades y su forma de trabajar. No va a ser viable un club que deba invertir cada año 30 o 40 millones (Arda, Paulinho, Gomes, Semedo, Alcácer, etc.) en jugadores que no apuntan a ser titulares indiscutibles o más de 130 en piezas como Dembélé o Coutinho.