La zaga es, probablemente, la línea que más reforzada se ha visto en el nuevo proyecto culé. La marcha de Neymar y la llegada de Valverde instauraron en el Camp Nou un sistema que, más allá de lo numérico, pronto hizo presagiar un escenario mucho menos desguarnecido para los defensores azulgranas.

Lejos de la locura MSN, las dos líneas de cuatro implantadas por Ernesto convirtieron la portería de Ter Stegen en un muro inexpugnable para la mayoría de los rivales, convirtiendo esa fortaleza en el principal bastión del equipo durante los primeros compases de la temporada.

Más allá de la seguridad aportada por ambos guardametas o de la ayuda mucho más exhaustiva que en temporadas anteriores del centro del campo, el rendimiento de la primera línea ha estado repleto de buenas actuaciones colectivas e individuales, pese que en determinados escenarios podamos llegar a plantear alternativas o cambios de cara a un futuro a corto/medio plazo.

Esta vez, el arranque “diesel” de Gerard Piqué no supuso dificultad alguna para los planes del míster, ya que a su lado emergió un apoteósico Samuel Umtiti que, durante el primer semestre de la campaña, asomó la cabeza como uno de los mejores centrales del continente. Su lectura, contundencia y estado físico hacían pensar en una pareja perfecta cuando Gerard, como cada primavera, alcanzara ese nivel que le permite mirar por encima del hombro a cualquier marcador en este mundillo del fútbol. Por desgracia, una lesión (y quién sabe si temas extradeportivos, véase renovación al alza) impidieron que el francés mantuviera ese nivel de regularidad con el paso de la temporada. La segunda mitad de campeonato de Samuel nos dejó actuaciones preocupantes y la duda de si el nivel del primer tramo es realmente sostenible con el correr de los años. En su ausencia, el aficionado culé se llevó la grata sorpresa de contemplar, por fin, el “rendimiento inmediato” de Thomas Vermaelen. La desafortunada relación del belga con las lesiones había impedido que contara con la continuidad necesaria para evaluar su rendimiento. Esta temporada, con la confianza del cuerpo técnico y una -aparente- mejora física, el 25 mostró su mejor cara cada vez que le tocó participar. Especialmente brillante fue el periodo en el que acaparó titularidades ante la ausencia de Umtiti, titularidad en el clásico incluida, llegando incluso a poner en duda el puesto en el once del que, hasta hacía un mes, parecía ser el gran dominador de la posición en el panorama europeo.

En los costados, Sergi Roberto y Jordi Alba han jugado un papel fundamental en los éxitos culés, rindiendo muy por encima de sus competidores en el puesto. Con Iniesta y Rakitic/Paulinho ocupando durante mucho tiempo los puestos de banda en el centro del campo, los carriles quedaban totalmente despejados para que los laterales se desplegaran.

Sergi, a diferencia de la época LE, ha sufrido mucho menos en tareas defensivas, mostrándose como un seguro en el 1×1 y manteniendo su importancia en salida. En este aspecto, aunque ha dejado de ser el hombre libre que era en la estructura del técnico asturiano, donde recibía los magníficos pases de MaTS, la inteligencia, el pie y la lectura del catalán son básicos para una salida limpia del equipo, a lo que se suman sus características conducciones hacia dentro.

Jordi Alba, por su parte, sacó partido de lo que en verano parecía el mayor trauma de la historia reciente culé. La ausencia de un referente por delante que le “taponara”, permitió que el lateral asumiera el control total de la banda, gestando una relación letal con Messi que le convirtió, durante mucho tiempo, en la segunda referencia ofensiva del equipo, solo por detrás del propio Leo. Puede que, precisamente, de la virtud extraigamos el defecto. Sin el patrón de esa llegada medida y pase atrás al 10, Alba se queda algo escaso de ideas en los metros finales. Al no disponer de calidad para otro tipo de centros, sus internadas terminan por parecer algo inocuas si el receptor del pase no es zurdo y argentino.

El gran problema de los laterales del Fútbol Club Barcelona esta temporada ha sido el flojo papel de Semedo y, sobre todo, Digne. Famosos son los encuentros en los que Valverde trató de dar descanso a sus alas titulares con estrepitoso resultado, teniendo que realizar, incluso, dobles sustituciones para que los de siempre salvaran la papeleta.

En este aspecto, el papel de Semedo y Digne es bien diferente a la hora de evaluar su campaña. El primero cuenta con el beneficio de la duda que le otorga su rol de rookie dentro del club. Aunque el portugués llegara con el cartel de lateral ofensivo, podemos asegurar que sus mejores argumentos a la hora de apostar por su continuidad han llegado en tareas mucho más retrasadas, donde su capacidad para corregir y su velocidad sí han aportado un plus a la zaga. En ataque no ha acabado de tener ese entendimiento con los pesos pesados del equipo que le permitiera destacar en área contraria. En un año lleno de altibajos, en su favor juega el buen momento que atravesaba cuando una inoportuna lesión cortó su progresión. Además, en la cabeza del jefe siempre ha estado presente, como se demostró en las alineaciones de los fatídicos cuartos de Champions.

El rol de Digne dentro sí que ha sido mucho más discutido. Su nivel y el lugar en el que queda al compararse con Alba dejan al francés como uno de los más perjudicados a la hora de repasar la campaña azulgrana. Curiosamente, puede que la mejor versión del galo coincidiera con el partido en el que tuvo que ocupar el puesto de central zurdo al lado del carismático Mina.

La falta de candidatos en el mercado y la confianza en que Cucurella o Miranda terminen por formarse parecen asegurar al bueno de Digne un hueco en la plantilla de la 18/19, pero nada es descartable en caso de que llegue una buena oferta a las oficinas del club. Oficinas que, a día de hoy, parecen estar más centradas en contratar un central. Aunque el perfil más necesario a la hora de rastrear el mercado parece ser el de sustituto de Piqué, nombres como De Ligt o el sempiterno debate sobre Bartra parecen caer en saco roto, enfocando sus esfuerzos sobre Lenglet. La posible llegada del jugador del Sevilla, imposibilitado para ocupar el lateral izquierdo o el perfil derecho de la pareja, incita a pensar en una salida de Vermaelen o una posible cesión de Yerry Mina.

Sin conocer los informes, cábalas e ideas que circulan por la dirección deportiva culé, resulta evidente la necesidad de contar, el año próximo, con una zaga de garantías, máxime cuando la probable llegada de Griezmann, sumada al aumento de protagonismo de Coutinho, presumen un once menos equilibrado que el actual, presumiendo que Suárez se mantenga como nueve al lado de Leo. Pese a que la defensa ha rendido, en términos generales, a buen nivel durante la mayor parte del curso, es tarea del club pulir ciertos detalles que permitan al Barça crecer desde la base más sólida posible.