Pocas notas positivas nos dejó el partido en el José Zorrilla, más teniendo en cuenta el lamentable estado del césped, pero pudimos ver que Valverde sigue apostando por el 1-4-3-3 como plan inicial en lugar del 1-4-4-2 que tan buenos resultados le dio el curso pasado.

Lo cierto es que al Barça aun no se le ve del todo cómodo con este esquema, aunque la ocupación de los espacios favorece su ataque posicional y la creación de triángulos por todo el campo le da la posibilidad de tejer nuevas sociedades, como la que formaron Coutinho, Dembélé y Jordi Alba.

El primero volvió a jugar como interior, ocupando el vértice inferior del triángulo por tercera vez consecutiva, tras los envites de la Supercopa y la primera jornada de Liga frente al Alavés. No es una posición que no conozca el brasileño, dado que jugó ahí en sus últimos meses con el Liverpool – cuando Klopp empezó a juntar el tridente formado por Salah, Firmino y Mané – y en Rusia con su selección, para juntarse con Marcelo y Neymar.

Desde que aterrizó en enero, no es fácil deducir que a Coutinhose le ve más cómodo arriba, como extremo izquierdo. Es en el pico izquierdo del área donde puede desarrollar buena parte de su talento: atacando los espacios reducidos, aprovechando su visión de juego para el último pase y, sobre todo, sacando a relucir su disparo con rosca al palo largo.

Aunque alejarle del área no parece a priori un buen negocio, no son pocos los que demandan del ex del Liverpool un peso superior al actual en la distribución del juego. Máxime cuando el Barça ha perdido creatividad en la sala de máquinas con la marcha de Iniesta al fútbol japonés, a Coutinho aun le cuesta implicarse con regularidad en la gestión de la jugada, y muestra algunos déficits – en todo caso, subsanables – en el posicionamiento y en el juego sin balón.

No obstante, bien porque el estado del césped empeoró a lo largo del encuentro porque el Barça bajó sus prestaciones tras el gol de Dembélé, en Pucela el brasileño tuvo más presencia en el juego cuando actuó como interior en los primeros 45 minutos que como volante en la segunda, coincidiendo con la vuelta al 1-4-4-2 para defender la última media hora.

Durante los primeros compases del partido y, sobre todo en el cuarto de hora antes del descanso, Coutinho interpretó mejor su rol como interior de posición de lo que suele ser habitual. Asistió en la salida, imprimió ritmo a la circulación y activó con frecuencia a Dembélé allá donde el francés es más determinante, a la espalda de los mediocentros rivales. Una actuación destacada que abre nuevos horizontes al papel que tendrá el ex del Liverpool en un futuro no muy lejano.

Por otra parte, el flamante campeón del mundo volvió a dar una buena impresión jugando por la banda izquierda, aunque su gol se diera en la derecha. Apareció entre líneas, se mostró ágil en el cambio de ritmo y no tuvo reparos en cambiar de dirección pese a que el estado del césped recomendaba lo contrario.

Y es que Dembélé acabó erigiéndose en el hombre más activo del frente de ataque, ya que Suárez se mostró, una vez más, inoperativo y Messi participó menos de lo esperado. La buena sintonía del francés con Coutinho y Jordi Alba, que lo desdoblaba por fuera con frecuencia, fue sin lugar a dudas una de las notas más positivas del encuentro. Y no es baladí, dado que la progresión de esta nueva sociedad marcarán, muy probablemente, el techo del segundo Barça de Valverde.