Suárez, en racha

El Barça ha encontrado un dibujo en el que se reconoce a sí mismo

La marcha de Neymar fue un torpedo al primer proyecto de Valverde, que veía en el brasileño uno de sus principales pilares de su Barcelona. Tras el fichaje del extremo por el París Saint-Germain, el ‘Txingurri’ lo tuvo claro: su equipo jugaría en 1-4-4-2 y trataría, desde la inferioridad, bastir un equipo sólido que fuese capaz de competir en el primer nivel.

Y el técnico lo consiguió con creces. Ganó Liga y Copa de forma incontestable, pero la debacle en cuartos de final de la Champions en Roma dejó un regusto amargo. El Barça volvió a mostrar su peor cara, sin atisbo de creatividad con balón y débil sin él. Por eso, tras este verano Valverde volvió a dar una nueva vuelta de tuerca: renunciaría a su cómodo 1-4-4-2 y empezaría a construir de nuevo en el 1-4-3-3 clásico del club azulgrana.

Los inicios, sin embargo, no fueron nada fáciles. Con Coutinho en el medio y Dembélé arriba el Barça perdía control del balón y se partía con facilidad. Generaba ocasiones en el ida y vuelta, pero recibía muchos goles y en el intercambio de golpes no siempre estaba atinado.

El punto de inflexión fue, cómo no, en Wembley. El estadio londinense mantiene una mística especial para el club y fue en ese escenario donde el Barcelona volvió a mostrar su mejor cara. La inclusión de Arthur en el once, con Dembélé como máximo sacrificado, dio el punto de pausa que necesitaba el equipo para ordenarse en ataque y salir desde atrás con la fluidez necesaria.

Y, sorprendentemente, la baja por lesión de Messi nos trajo la mejor versión azulgrana, con un equipo repleto de centrocampistas, que apostaba por el control extremo del balón y que fue capaz de ganar con creces a Inter (2-0) y golear al Madrid (5-1). El nuevo dibujo le permite ocupar los espacios de manera que el ataque organizado salga beneficiado.

A diferencia del 1-4-4-2, ideal para equipos más reactivos, a través del 1-4-3-3 permite ser fiel a los principios básicos del Juego de Posición: atacar con mucha amplitud, generando la aparición de hombres libres entre líneas y estos, a su vez, permiten encontrar situaciones de profundidad con mayor asiduidad.

Con un portero ofensivo, dos centrales que salen jugando, los laterales prácticamente como extremos, los interiores abiertos y el mediocentro en el medio, los extremos en zonas intermedias y el delantero centro fijando a los centrales, el Barça ha encontrado una estructura en la que se reconoce a sí mismo y, al mismo tiempo, le permite competir al máximo nivel.