“A veces hay que dar un paso atrás, para poder seguir avanzando”.

Algo similar le ha ocurrido al segundo Barça de Valverde. Si hace un mes el técnico vivía uno de sus momentos más duros como entrenador culé (derrota en Butarque, empates en casa ante Girona y Athletic…) hoy vive, seguramente, sus días de mayor esplendor al frente de la nave azulgrana. Quién sabe si fue, precisamente, aquellos días de incertidumbre los que recondujeron a Ernesto hasta este “plan B” que tan buenos resultados -y juego- está dejando en el Camp Nou.

En un primer momento, el equipo del triángulo Coutinho, Dembelé y Alba no terminó de alcanzar los niveles esperados, pese a comenzar la campaña con resultados por encima del juego desplegado sobre el campo. El brasileño no consiguió encontrarse como gestor de juego, mientras que el lateral fue incapaz de desplegarse con un carril izquierdo tan concurrido. Los goles de Dembelé salvaron pobres actuaciones del francés, y del equipo en conjunto.

Como ocurrió en Mestalla la temporada pasada, Wembley cambió el rumbo de la temporada.

La entrada de Arthur, el cambio de posición de Coutinho y la suplencia de Dembelé otorgó una estructura bien diferente al once del Txingurri. Estructura que, a día de hoy, parece empezar a ser memorizada por los jugadores sobre el verde y reconocida por los aficionados por su cercanía con el famoso estilo.

Con la presencia de un centrocampista aglutinador de balón, que junta al equipo a través del pase y con un número de pérdidas tan reducido, jugadores como Piqué o Busquets parecen haber vuelto al nivel esperado por todos para los pesos pesados del vestuario.

Además, la recuperación del mejor Suárez y la “liberación” de la banda izquierda para Alba han devuelto al equipo la profundidad y el colmillo tan añorado en el último tramo.

Tan sólida luce la nueva estructura creada por el mister Valverde, que ni siquiera la baja de un tal Leo Messi ha parecido disminuir su efecto. Nos pasamos días debatiendo sobre quién iba a sustituir al crack argentino cuando la solución ya nos la había presentado Don Ernesto; el conjunto. Rakitic como interior derecho, Lenglet ejerciendo de veterano, Roberto en salida y los mencionados Alba y Suárez para el gol han sido los encargados de esta difícil tarea.

La aparición de Rafinha como elemento táctico y la sorprendente capacidad de Arthur para la presión tras pérdida compensaron todo aquello que no se puede compensar sin Leo. La vuelta del rosarino debería suponer un nuevo “update” al juego culé, siempre que los implicados mantengan la personalidad mostrada en este periodo.

Otro de los puntos favorables que sumar a la cuenta de Valverde, sería la gestión del caso Vidal. Conocido por todos es la tendencia de Arthur a no poder mantener el nivel de control en las segundas partes. Varios pueden ser los factores: Físico, adaptación al ritmo de juego… Y es ahí donde entra el chileno. Los últimos minutos del veterano centrocampista están dando aire y manteniendo ese control del que adolecía en sus primeras apariciones con la elástica azulgrana, donde su repetida sustitución por Dembelé provocó algunos momentos de agobio en el inicio de liga.

Tal es el estado de gracia del equipo, y de su entrenador, que incluso la entrada de un denostado Malcom termina con el brasileño sellando con lágrimas su primer gol en Can Barça.

A Valverde nunca se le perdonará la noche de Roma, se le seguirá protestando su “paciencia” con los cambios y revolucionará las redes con cada mera convocatoria. Nadie duda de que, si el equipo cae, será el primer elemento de rechazo de la grada y que su continuidad estará en boca de cualquier aficionado al mínimo traspiés, pero tan lógico era señalarle en los malos momentos como justo ensalzarle en los buenos.

Solo la temporada, y el balón, dirán cómo terminará la historia y si Ernesto es el entrenador idóneo para este club, pero ya nadie puede dudar de que el Fútbol Club Barcelona está al mando de un grandísimo entrenador.