Por @penflexiones

Temporada 1996/97. La primera D.C (después de Cruyff). La de la revolución total, con  los dos mil millones por el adolescente Ronaldo como guinda a un mercado de fichajes que trajo a  Luis Enrique, Pizzi, Lurent Blanc, Vitor Bahía, Fernando Couto, Stoichkov y Giovanni; pero que bien podrían haber sido Molina, Zidane, Ginola, Rui Costa y Giggs los que acompañasen a los tres primeros.

Ese septiembre, un mes después de que Ronaldo le hiciese la elástica a Geli en Montjuic ,en lo que fue la primera diablura del fenómeno con la camiseta azulgrana, se lanza al mercado “Baladas en español” de Roxette. El dúo sueco que allá por 1990 obtuvo un gran éxito con “It must have been love” incluida en la banda sonora original de la eterna “Pretty Woman”. Como no podía ser de otra manera, este hit formó parte del álbum de grandes éxitos versionados en español con el título “No sé si es amor”.

No sé si es amor; pero lo parece, cantaba la sueca rubia del pelo corto de punta. Y yo no sé si es venganza; pero lo parece, lo que está sufriendo en el Barcelona el francés rubio de los mil peinados. Porque si la venganza es un plato que se sirve frío, uno podría tener la sensación que alguien ha tenido una vajilla entera en la nevera  los trescientos noventa y cuatro días que transcurrieron desde el documental en el que Griezmann descartaba públicamente su fichaje por el Barcelona, hasta su presentación en Can Barça. Que arrieritos somos y en el Camp Nou nos encontraremos, aunque sea a costa de 120 millones de traspaso, un sueldazo  y de lanzarse como club el menhir de Obelix a su propio tejado.

Evidentemente este demencial escenario no es real, no puede serlo, pero lo parece. Porque fichar al, posiblemente, mejor segundo punta del planeta en las últimas temporadas para colocarlo de extremo izquierdo podría parecer un castigo. Un jugador que, como él mismo reconoce no destaca ni por el regate ni por la velocidad. Y si además en fase defensiva tiene que incrustarse en la línea de cuatro, con Messi y Suárez presionando con la mirada, el castigo toma cariz de ensañamiento. “Pensabas que con Simeone se corre mucho, pues vas a echar de menos las palizas del profe Ortega”. No sé si es venganza, pero lo parece.

Nunca vi claro el rendimiento que podría llegar a tener el francés en el Barcelona, no acababa de verle el acomodo en un equipo donde Suárez es absolutamente inamovible para el entrenador, con lo que la opción de nueve queda descartada. Un equipo que no juega con la figura del segundo punta y que, si lo hace, es el papel reservado para Messi. Leo y Antoine, misma zona de influencia. Messi y la posible Dybalización de Griezmann. Aunque la desbordante calidad del jugador, su inteligencia en el terreno de juego y la ilusión con la que se llega al equipo culé eran motivos más que de sobra para confiar en que la rompiese a pesar de la dificultad posicional.

Además me quedaba la esperanza de que Valverde tuviese una solución para este rompecabezas. No en vano, siempre se dijo que el galo era una petición expresa del técnico desde que llegó. Pero no, lejos de ver un plan definido para acoplar al fichaje estrella de la temporada, se percibe un te pongo aquí porque es el sitio que queda. Te toca en la izquierda porque es lo que tengo vacante y apáñatelas. Lo que lleva a pensar que la propia naturaleza del fichaje va en esa línea. La de haberlo traído porque un jugador como él debería valer más de 120 millones. Haberlo fichado por ganga más que necesidad. Como quien se compra una tele de 55 pulgadas en el Black Friday porque está a mitad de precio, y tiene en casa una de 65 mejor que la recién comprada. Así que la colocas en el dormitorio cuando tu día a día es tumbarte en el sofá después de cenar para ver series hasta que te duermes y te vas a la cama. No sé si es improvisación, pero lo parece.