Apenas hace 15 días de la llegada de Quique Setién al FC Barcelona y empezamos a ver trazos de por dónde irán los tiros. Por ahora, tres partidos, dos victorias por la mínima (Granada e Ibiza) y una derrota (Valencia). El técnico cántabro necesita tiempo para implementar su idea y, pese a que el calendario hasta los octavos de final de la Liga de Campeones le favorece, apenas tiene margen para lograrlo con éxito.

Los principios de juego parecen claros: salida de balón tratada con mimo, voluntad de acumular posesiones largas para instalarse en campo contrario e intentar desestabilizar al contrario moviendo el balón de un lado a otro. Para ello, ha decidido instaurar un 1-3-5-2 asimétrico que ya probó – con resultados irregulares – durante su última temporada en el Betis.

Hasta ahora, Setién se ha encontrado con dos grandes problemas, a los que es fácil encontrar una correlación: la dificultad de imprimir un ritmo alto a la circulación de la pelota y la imposibilidad de desequilibrar el sistema defensivo rival en el último tercio de campo.

Una lesión inoportuna
Setién aterrizó en el Camp Nou apenas unas horas después de que se confirmase la baja de Luis Suárez hasta final de temporada. Paradójicamente, de haber coincidido – el uruguayo en los terrenos de juego, el cántabro desde el banquillo –, ambos se habrían retroalimentado el uno al otro.

Básicamente porque tanto la propuesta de Setién favorecía las prestaciones anteriores a la lesión de Suárez y porque el ‘charrúa’, por su facilidad para encontrar caminos al gol, hubiese dado al ex del Betis un poquito más de margen de tiempo para implementar su idea.

Y es que si bien Quique Setién destaca por su facilidad para diseñar mecanismos de salida de balón que permitan a sus equipos instalarse en campo contrario, donde ha tenido más problemas ha sido para traducir ese dominio en ocasiones de gol. Es decir, en mecanismos ofensivos que permitan la generación de peligro en el último tercio de campo.

El gran reto
Sin Suárez, pues, Setién tiene un reto doble: no solo tendrá que diseñar un nuevo circuito de salida de balón y circulación en campo rival, sino que además deberá pensar una nueva fórmula para traducir todo este dominio en acciones puras de finalización, y todo esto, en plena competición.

Hasta el momento, a pesar de que las sensaciones no han sido las mejores, el nuevo entrenador ha optado por la solución a priori más ambiciosa, la de juntar a sus dos mejores delanteros – Messi y Griezmann – por dentro, formando una especie de doble falso ‘9’. A falta de comprobar si ambos pueden cohabitar de forma coherente en un mismo espacio, al Barça le está faltando profundidad y desequilibrio en el último tercio.

El fichaje del ‘9’ previsto para estos últimos días del mercado de invierno invita a Setién a encontrar una fórmula más simple que permita darle tiempo a su propuesta, sobre todo en las fases del juego donde el cántabro puede marcar la diferencia. Aunque, siendo sinceros, viendo los últimos precedentes de la dirección deportiva, quizás no haya mucho a lo que agarrarse.