Cuatro días antes de que el Barça pisara siquiera el Santiago Bernabeu, Pep Guardiola nos dio, sin saberlo, una buena pista de lo que allí (o mejor dicho, después de pasar por allí) nos íbamos a encontrar.

A la pregunta sobre el acierto de su novedoso planteamiento táctico, con la presencia de un doble “falso 9” con De Bruyne y Bernardo Silva, el técnico catalán contestó con total naturalidad: “Porque hemos ganado”, refiriéndose directamente a la variabilidad de la opinión generalizada sobre un plan de partido en función de que, como siempre, la pelota termine o no entrando en la portería.

En la noche del domingo, el Fútbol Club Barcelona entregó al coliseo madridista unos 50-69 minutos de buen juego, regado por ocasiones puntuales, aunque bastante claras, sin tan siquiera necesitar la actuación de su portero. Por desgracia culé, la enésima desatención en un córner desde Anfield ocasionó la primera oportunidad blanca y con ello el arreón que les permitió llevarse los puntos y el liderato. Vinicius y Mariano, con definiciones de dudosa calidad, tuvieron la fortuna que Courtois le había negado a Arthur, Messi o Braithwaite o que no quiso acompañar a Griezmann en un par de claros acercamientos.

Lo que vino después, es conocido por todos. No gusta en estos contenidos comentar temas de índole extradeportivo, pero empieza a ser repugnante la caza de brujas sufrida por Setién y su cuerpo técnico. Que si los modos, que si el vestuario, que si los pases. Cualquier chispa es buena para encender la mecha contra el técnico cántabro.  Porque no ganó.

Antes de que el Real consiguiera subir el nivel de energía y destapar las carencias, ya casi históricas, por repetidas, de la plantilla, el Barcelona dispuso de juego y ocasiones para haber vuelto a vencer en Madrid. A través del balón con Arthur como principal conductor de juego, un gran Busquets y el talento de Griezmann para moverse entre líneas, los blaugranas dominaron dos tercios de partido como todo culé desea. El nuevo proyecto conducido por Setién busca desesperadamente volver a los orígenes, y para ello, Quique va dejando un rastro de migas de pan, un camino reconocible por el que volver a la senda del triunfo. Un equipo que viaja más junto, capaz de presionar mejor a través del juego y que ansía la recuperación del mejor Messi para pelear hasta el final por una liga, creo, más viable hoy que hace una semana.

Setién no ganó, dejando así el camino libre para su destrucción mediática. Lejos de preocuparse, el técnico culé sigue tirando miguitas de pan para devolver al equipo al lugar que nunca debió abandonar.