Por @PapitoOscar

En el verano del noventa, cuando se estaba cociendo la creación  de la gran obra de arte de Johan Cruyff, un desconocido del panorama internacional se convertía en bota de oro del Europeo de ese mismo año.

El delantero del CSKA de Sofía era la nueva sensación de Europa y la leyenda holandesa no pudo dejarlo escapar. Venía al que acabaría siendo considerado  como el mejor equipo de la década y que marcaría un antes y un después en la historia del club; el memorable Dream Team.

Todo hacía indicar al aterrizar en Can Barça que Johan tendría su cuota de gol en el búlgaro, pocos podíamos imaginar que el flaco le iba a pedir a Hristo manchar sus botas de cal y explotar su velocidad, quizá la cualidad más característica del delantero, desde el extremo de ese innegociable cuatro-tres-tres que ya empezaba a posarse en el imaginario culé.

Pero el ocho era mucho más que velocidad y gol. El jugador zurdo, sito la mayoría de las veces en el lado izquierdo del ataque, a pierna natural, a veces también lo hacía a pierna cambiada para aprovechar su disparo cruzado. Aunque solía ser en su lado izquierdo en donde veíamos, día sí y día también, el aguijonazo a la defensa rival; desmarque sin balón a la espalda del lateral. Lo que implicaba que, en cuanto se le enviaba un balón al hueco en esa zona, Hristo lo aprovechaba para plantarse solo delante del portero rival o bien ejecutar al equipo contrario entrando a sus anchas por esa zona del área.

Si el defensa le daba un par de metros de cortesía, o podríamos decir más bien de terror a ser mortificado en su espalda, Stoichkov tambien era capaz de recibir al pie y desde ahí pivotar todo el ataque de su equipo, siendo una amenaza en si mismo dada su capacidad de arrancar con la pelota pegada, como de buscar él mismo ese pase entre líneas generado por su habilidad casi magnética de atraer rivales.

Cuando el defensor, rara vez le pillaba el truco y conseguía pararle un par de ataques con éxito, buscaba al lateral del otro lado del campo, por el mero hecho de probarle y de generar dinámicas diferentes. Hablábamos probablemente del arma de destrucción masiva más potente de dicho Barça de estrellas.

Tenemos que tener en cuenta que por aquella época se acabaron juntando cuatro fichas foráneas excelsas y que solo podían jugar tres a la vez. Johan no era precisamente tonto y nunca se pegaría un tiro en el pie, con lo que si de Romario, Laudrup, Koeman y el propio Hristo los innegociables eran el holandés y el búlgaro, por algo sería… claves ambos del desarrollo del juego del equipo, cada uno en su faceta. Diferenciales en su papel y en el panorama internacional; nadie ejecutaba ese role a ese nivel y con esa calidad.

Pero el zurdo era mucho más. No podemos dejar pasar la oportunidad de destacar las capacidades intrínsecas de nuestro protagonista, que acabarían dando muchos réditos al juego del equipo. La activación de sus compañeros era un must para el búlgaro y si para ello tenía que tirar de carácter provocando a rivales, aficiones y árbitros lo hacía, entraba dentro de sus modus operandi, con el tiempo hemos ido viendo que era más bien su modus vivendi. Es probable que esta actitud no fuera premeditada y viniera de fábrica, pero lo que en cualquier otro hubiera podido suponer sacar a él y a sus compañeros del juego, en su caso suponía todo lo contrario. Activación de la intensidad del equipo para que este ofreciera el límite de su rendimiento, así estuvieran visitando el Bernabéu o Los Pajaritos. Eso era lo de menos.

He dejado esta cualidad para el final porque, aunque es la característica por la que se le recuerda, no debe empañar que hablamos de un futbolista con una calidad excepcional. Balón de Oro en el 94, un título que no quiere decir nada más que, a pesar de no ser amigo de las instituciones, se tuvo que premiar de alguna manera su categoría. En este caso ese título por tanto cobra un valor de reconocimiento especial; hasta los que no le podía ni ver, tuvieron que rendirse ante su fútbol.

Fue de los pocos jugadores de la historia del club que acabó teniendo dos etapas en el mismo, la segunda ya en la cuesta abajo de su carrera. Pero que fue sinónimo de buen compañero; preguntes a quién preguntes de todos los que compartieron vestuario con él, ninguno hablará malas palabras del ocho que, probablemente era un ogro hacia afuera y un líder para sus compañeros.

Dejamos una cuestión en el aire, ¿tendría hoy hueco en el equipo? Para mí no ofrece dudas la respuesta. Según que batallas hace falta corazón y eso a él le sobraba…