Por @PapitoOscar

Para algunas personas es un sitio de difícil localización, pero que cuando se encuentra produce el éxtasis. Con nuestro hombre “G”, Antoine Griezmann, está ocurriendo lo mismo; sabemos que hablamos de un jugador excepcional, su pasado reciente en el Atleti lo atestigua y sin embargo nos está costando ver esa versión de jugador, hasta el punto que algunos ya perdieron la esperanza.

No es un jugador con especial punta de velocidad, ni con enorme regate, ni siquiera podríamos decir que su excepcional remate le salva, proporcionando la cuota de gol que evitaría suspicacias. No tiene nada de eso y sin embargo, cuando aterrizó en Can Barça el verano pasado, el equipo fichaba lo mejor que había en el mercado. Probablemente el jugador más determinante que había pasado por el Atleti en años, su futbolista contextual que les permitía aspirar a alta cotas. Encima con el seguro de vida de un jugador que sabe dónde aterriza y con el suficiente bagaje en la Liga para ofrecer rendimiento desde el primer día. A pesar de todo ello todavía se espera su mejor versión; ese jugador diferencial que define partidos y por lo tanto, acerca los títulos.

En este endogámico cuatro-tres-tres es a veces complicado encontrar encaje en ese jugador que es media punta y no punta, que juega entre líneas y no pegado a la cal. En definitiva, que es un verso libre que intenta rimar en asonante con todos, cuando el poema es consonante y aquí el único con derecho a ir por su cuenta se llama Leo y se lo puede permitir porque es el mejor jugador de la historia de este deporte. Primero se manejó la opción que venía a ser el nueve del equipo. Ese jugador que, por fin, daría descanso y más tarde jubilaría a Luis Suárez. Hoy por hoy, y eso que el uruguayo viene de una importante lesión de rodilla, el nueve sigue siendo mucho más contextual que el francés.

La otra ubicación es a veces la línea de cal contraria al astro argentino, donde aterrizaron todos los “sucesores” del diez. Neymar, Dembélé, etc… Y pegándolo a la cal es imposible sacar un rendimiento diferencial del principito rubio, sin más lejos parece un puesto hecho a medida de la nueva estrella emergente de la cantera, Ansu Fati. Entonces, ¿qué hacemos con Antoine? Existe una posibilidad, todavía no explorada por ninguno de los dos técnicos que le han dirigido de azulgrana, que es mostrarle un poco más retrasado, como ese interior con llegada que demanda este equipo y que, desde la salida de la élite de Andrés Iniesta, el equipo no ha sido capaz de cubrir. Y de ahí viene uno de los problemas que caracteriza al mismo; su falta de dinamismo arriba. Su predictibilidad, que le hace un equipo lento y sin pegada. Podríamos resolver dos problemas a la vez; la improductividad del galo, más la lentitud de nuestro fútbol de ataque. Por ende empujaríamos a Leo más arriba, no haciendo que este buscara ser el enganche consigo mismo, retrasando a veces su posición hasta la exasperación. Matando a su vez la falta de balones que nutren sus continuos desmarques; en esta ocasión sería él quien debería nutrir a los de arriba.

Estoy convencido que encontrar la piedra filosofal que reactiva al siete implicaría a su vez resolver uno de los problemas básicos del equipo. Cuánto antes sepamos darle voz y galones, tanto sobre el césped como en el vestuario, a los Ter Stegen, Frenkie De Jong, Arthur y Griezmann, antes empezará este equipo a carburar y jugar un fútbol acorde a la calidad de sus futbolistas. Mientras el francés sigue buscando su hueco, sigue ofreciéndose e intentando hacer una sociedad de la que el equipo salga beneficiado. Él no baja los brazos…