Por @PapitoOscar

El que más y el que menos ha podido echar un ojo al que podríamos catalogar como el documental de la pandemia: “The last dance”, donde hemos visto al Jordan más humano, pero también al líder terrible y déspota que anteponía todo a la victoria. Un adicto al éxito capaz de pasar por encima de cualquiera, hasta de él mismo, para conseguirlo.

En paralelo hemos asistido al entierro de un equipo moribundo que, pese a dar continuas señales que llamaban a la preocupación e incluso en algún momento necesitando de una urgente reanimación, el que más y el que menos mirábamos para otro lado. Auspiciados en que el mejor de la historia iba rescatando día sí, día también a sus compañeros, a todo el equipo, en definitiva a todo un club con su pesada historia de lastre. Y en esa negación de la realidad vivíamos instalados, pensando que solo eran pequeñas piedras en el camino de un sueño idílico, cegados en nuestra supuesta grandeza de “ser los mejores”.

Pero la vida tarde o temprano acaba poniéndote en tu sitio. Para que unos, los aficionados, disfruten, tiene que haber otros, los directivos, cuerpo técnico, etc… que se ocupen de tomar las decisiones acertadas. A veces no las más bonitas, ni las más reconfortantes, que incluso al niño pequeño y maleducado que hay en cada seguidor pueda ocasionarle un berrinche, pero sí las más necesarias y las que harán que podamos dormir tranquilos, que nada destruirá nuestro sueño desde crío que es el club al que idolatramos. Si algo hemos aprendido en toda esta historia es que la inacción, el dejar todo igual porque “si funciona para que tocarlo” es un error per se; todo en la vida cambia y, o cambiamos con ello incluso si es posible adelantándonos a la situación, o estamos muriendo poco a poco y sin el dolor preaviso de que estás (no) haciendo algo mal.

Llegados a este punto, donde no ha existido en can Barça la figura “maligna” de un Jerry Krause como en los fantásticos Bulls, tomando las decisiones que no gustaban a nadie, ni siquiera en el propio vestuario. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo cambiar el ritmo de un equipo que juega a cámara lenta mientras la vorágine del fútbol, y porque no decirlo, de la vida, le devora sin misericordia? Existe la opción de rearmar todo en base al líder, quizá no ya tanto como referente en cada uno de las parcelas del campo, pero sí que pueda seguir siendo diferencial en las acciones que ejecute. No tiene que ser siempre que del diez parta todo, pero sí la arma más letal de la que disponemos. Para eso Leo todavía da, pero hay que sentarse con él para revisar si entiende el plan, si todos estamos en el mismo barco. O esas pequeñas decisiones que no se tomaron en su momento, nos hacen tomar la más radical y dolorosa que podemos tomar hoy. Le echaríamos mucho de menos y él a nosotros también… de todos depende como queremos reconstruir esto. Lo bueno es que el Bayern nos ha dejado el castillo en cenizas, sin nada que demoler ya y hasta el camino marcado de cómo reinventarnos. Aprovechémoslo!!