El problema de las jerarquías

El FC Barcelona atraviesa su peor momento desde el año 2003. La crisis es total tanto desde el plano deportivo como del ecónomico y el social, únicamente comparable a aquella temporada de nefasto recuerdo para el club.

La política deportiva, basada en el despilfarro de fichajes sin sentido y a coste de oro, la no confianza en la Masía y el aumento imparable de la masa salarial, ha comprometido todos los estamentos del club.

En una temporada llamada de transición, con Ronald Koeman en el banquillo y con una plantilla descompensada a todos los niveles, los resultados no pueden ser peores. Y las sensaciones, tras coronar una semana dramática con las dolorosas derrotas frente al Cádiz y la Juventus, casi también.

Con los cambios introducidos el pasado verano se intentó agitar el árbol como fuese. Cambiar las jerarquías para dar paso a nuevos liderazgos, que correspondían a una generación de futbolistas que ya estaban en la plantilla.

El principal problema es que los que por edad y condiciones deben tirar del carro no solo no lo están haciendo sino que están rindiendo muy por debajo de sus posibilidades. Véase: actualmente estamos asistiendo a la peor versión de jugadores que se suponen clave – Ter Stegen, Lenglet, De Jong y Griezmann –, algunos aportan entre poco y nada – Pjanić y Coutinho – y otros se han lesionado en un momento importante – Sergi Roberto y Dembélé –.

Los veteranos – Piqué, Busquets, Messi – tratan de aguantar al equipo cuando hace tiempo que, cada uno a su manera, no dan para más. Si no se les acompaña como es debido, se les ven todas las costuras pese a que pongan todo de su parte. Pasada la treintena, necesitan más que nunca una ayuda colectiva que difícilmente el peor Barça de los últimos 15 años les podrá proporcionar.

Los jóvenes, la única nota positiva

Curiosamente, en este contexto solamente los jóvenes están rindiendo por encima de las expectativas. No es casualidad que Ansu Fati – hasta el momento de su lesión – y Pedri sean, hasta ahora, lo mejor que le ha pasado al Barça de lo que llevamos de curso.

Además, Dest transmite buenas sensaciones desde el lateral derecho y Aleñá y Riqui Puig, pese a que siguen en una situación de ostracismo poco entendible, no dejan a nadie indiferente cada vez que salen a jugar. Únicamente Trincão, que acumula varias titularidades sin éxito, no ha acabado de cuajar, mientras que Araujo, que se lesionó a principios de temporada, está y se le espera.

A Koeman no le queda otra, por tanto, que saltarse las jerarquías e imponer una meritocracia absoluta. Este curso únicamente podrá considerarse de transición si el Barça asienta unas bases para el futuro, que depende en buena parte de los jóvenes. Es evidente que recuperar a los que por edad y condiciones deben tirar del carro es una obligación, pero no a cualquier precio y menos cuando su presencia está costando puntos y reputación.