La espera que hay que esperar

Tengo un amigo que muchas veces me dice: “No me gustan las series porque luego empiezan a salir capítulos y tengo que esperar mucho tiempo a terminarlas” Al final, claro, casi nunca ve ninguna, porque en el momento de “tengo ganas”, no ha terminado y claro, a otra cosa.

Pero hay veces que merece la pena esperar, hay veces que tienes que esperar, porque si no, has perdido una gran oportunidad de algo que quizás es mucho mejor de lo que esperabas.

 

La sorpresa del derbi

 

El filial llegaba al derbi tras un partido un poco… mejorable, con una alineación que poco tuvo que ver con el partido tan bonito y bien jugado vs Lleida. Aunque Pimienta parece estar juguetón últimamente con las alineaciones, hay cosas que suelen sentarles mejor a sus equipos que otras, y la figura de los extremos es una de ellas.

Tras un partido (Lleida) en el que por fin empezamos a ver cosas de la temporada pasada que tan buenos resultados (numéricos y futbolísticos) arrojaron, Pimienta hace un pause y vuelve a reanudar dichas intenciones en el derbi con el siguiente once:

 

 

Pimienta repetiría con un extremo a pie natural, aunque esta vez estuviera motivado por causas justificadas, y uno a pie cambiado. Y en este último, radica mucha de las opciones del B, la espera que había que esperar, Alex Collado volvía donde fue el mejor, al extremo diestro.

 

La espera se hizo larga

 

Con la pérdida de Collado (previa al playoff y previa al inicio de temporada), el B no solo perdía su Messi, perdía un jugador troncal en lo táctico, una pieza que hace encajar el juego y el jugador, lo integra en la idea y la perfecciona desde la más absoluta calidad y entendimiento.

En el derbi, se empezó a ver la transcendencia de Alex, una transcendencia ganadora. Como viene siendo costumbre, su posición era la de extremo diestro, pero no la de un extremo al uso, sino de “el mejor jugador”.

Alex tiene la libertad y la inteligencia para comenzar abierto o cerrado, pero claro, su zona es clara, dañar la zona central-lateral y a espaldas de las primeras líneas de presión, él es extremo. Cuando el balón le llega de manera limpia, él puede recibir o abierto completamente o flotando por el carril latera-central. En ese momento, la espera de la que hablábamos antes, se convierte en infierno para el rival.

Recibiendo al pie (mayoría de veces) el rival se le abre un abanico de posibilidades para defender, aumentando la dificultad de las acciones. Si te encara como un extremo al uso, su técnica y creatividad permite regates y desbordes, aunado a una creciente aceleración en este último año. Su paso post arrancada se ha limado, es poderoso en ello.

El sistema suele compensarlo con un tipo de interior que le libere zonas de conducción. Ilaix o Nico parecen estar siendo el Monchu del año pasado. O pasito atrás para ejercer de punto de apoyo+aceleración de sus trayectorias o pasito adelante para cargar el área y llevarse un posible defensor que salga al paso. Y claro, ante un desmarque, Collado nunca va de farol, nunca.

En la otra orilla, nos encontramos al sorprendente Nils Mortimer. No es sorprendente porque sorprenda su inclusión en el equipo, sino por el rol ejecutado por él. Como si de Oyarzabal o Griezmann (de la Real) se tratase, está sabiendo ser ese cuchillo que poder lanzar incluso a pie natural.

Y en gran medida esto es posible no solo por Collado, también por un Baldé cada vez más cómodo en la categoría y capaz de generar una amplitud con y sin balón muy bonita. Nils está siendo capaz no solo de ser un extremo a pie natural, donde quizás si tendría mayores problemas por zona, sino de ser Oyarzabal, de pesar en pasillos interiores, pese a las coherentes dificultades por su perfil (es zurdo jugando en izquierda)

 

 

Una espera obligatoria

 

Veremos cómo ajustan los rivales en el corto plazo, pero sensación de que Collado va a seguir pesando igual el año pasado que el actual. Collado le obliga al rival a no caer en la tentación de ser embelesado por su zurda, de no descuidar su espalda cuando esté girado hacia a un lado.

Porque mientras nosotros esperábamos su recuperación, el rival esperaba lo contrario. En todo caso, la espera ha llegado a su fin, una espera que había que esperar.