No soy una persona de lágrima fácil, pero recuerdo perfectamente estar en el aeropuerto de Barajas destino Londres, en uno de mis innumerables viajes de trabajo y al acercarme a la tienda de prensa, ver cómo los diarios deportivos se desmarcaban con la abrupta salida del Guardiola jugador del Barça hacia «nuevas aventuras». No pude evitar emocionarme y pensar que era el final de un mito, un héroe que solo Dios sabía en aquel momento lo que le deparaba el destino. Para mí era el final de Pep en el F.C. Barcelona, qué equivocado estaba en mis pensamientos; aquello era solo el principio…

Cuando Guardiola aceptó la responsabilidad de dar el salto de entrenar al Barça B a hacerlo con la primera plantilla, éramos muchos los que dudábamos de si estaría capacitado tan pronto el de Santpedor para hacerse con las riendas de un equipo en plena decadencia o era una decisión precipitada. Segundo error mayúsculo como poco tardaría  en mostrarnos Pep; no solo estaba perfectamente capacitado, sino que se abría la época de mayor esplendor de la historia azulgrana. Un equipo de elegidos para la gloria que nos dejaría unos años de extasis futbolístico que probablemente nunca mas volvamos a ver.

Decisiones fuertes, directas, valientes por igual, para nada de conveniencia, porque muchas veces  estaban en contra del imaginario colectivo, más dado a pensar con el corazón que con la cabeza de un excepcional entrenador, pero más que eso tremendo visionario estratega. Sirva como ejemplo la salida de Samuel Etoo que muy pocos entendieron en su momento y costó ver qué objetivo se perseguía con la misma. Siempre crecer, siempre aumentar el techo del juego del equipo, siempre uno o dos pasos por delante.

Y esa visión adelantada a su tiempo también acabó pesando a la hora de tomar la decisión que nos dejó a todos con el ánimo destrozado; la de su salida. No hay duda que los directivos del momento le empujaron a precipitar la misma. Como tampoco la hay, y el tiempo nos ha dado la razón, de la inquietud intelectual de este, antes que ídolo culé, genio de los banquillos.

Su periplo tras su salida de can Barça así nos lo indica. Por donde ha ido pasando ha ido dejando huella, legado, unas pautas que quedan en el club tras su marcha. Una herencia que genera una inercia competitiva y de un determinado carácter que implican éxitos deportivos aun años después  de su salida.

Inquietudes culturales, no solo a nivel de fútbol en estos países donde ha estado, sino de costumbres, idiomas, ideología… todo con tal de enriquecer una vida que siempre se ha caracterizado por defender ideologías sociales. Algo que sus más acérrimos enemigos nunca han sabido, ni querido entender y en su ignorancia han querido usar como arma arrojadiza. Doble error, pretender juzgar, sin entender.

Ejemplos de su genialidad en el banquillo hay muchas, quedémonos con la última. Como es posible que hay hecho de un lateral cabeza loca como Cancelo, cualificado solamente para correr y a veces no se sabe a donde, unos de los laterales con mejor criterio de la Premier, interiorizando su juego  hasta ser poco menos que el «Alves» del City. Cosas de las que solo un genio es capa.

Puede que algún día vuelva al club que le vio nacer, quizá ya no tanto como entrenador, sino incluso para dirigirlo desde el palco, solo él sabe qué hay en su cabeza al respecto. Yo solo tengo claro una cosa, si al final lo hace volverá a ser una época gloriosa para este club, como lo fue su época de futbolista y de entrenador. Intentemos no solo admirarle, sino comprenderle, porque es una figura inspiracional fascinante… una leyenda en vida.