El horizonte de sucesos es un concepto de la relatividad general que se refiere a la frontera espacio-temporal a partir de la cual los eventos de un lado de dicha frontera no pueden afectar a los del otro lado. Un “punto de no retorno”, simplificando, y sobre todo una forma de demostrar que domino la Wikipedia a nivel usuario. Pero no sin contexto. Porque, de un tiempo a esta parte, poco de lo que ocurre antes de un Madrid-Barça influye en el desarrollo posterior de la temporada. Este partido es, además de un microcosmos en sí mismo, mucho más definitorio de todo lo que vendrá después que todos los jugados desde agosto hasta ahora.

Y lo cierto es que la propia estabilidad emocional del Real Madrid como club, como institución, parece avalar esta teoría. Desde la veraniega Supercopa de Europa jugada en Cardiff, el club vive en un vaivén anímico que a ratos lo hunde en el pesimismo y otros lo catapulta hacia la euforia. Parece que desde hace unos cuantos partidos esta tendencia se ha controlado, pero nadie descarta que, en caso de resultado desfavorable este sábado, vuelvan los fantasmas. En cualquier caso, recapitulemos.

En el esquema táctico que hizo al Madrid campeón de Europa pesaban mucho Di María, felizmente reconvertido en interior desequilibrante y desequilibrado, y Xabi Alonso, que después de muchos años pudo hacer su gran partido en el Madrid, ese que queda para el recuerdo con el paso del tiempo. Con la salida de ambos en verano y su sustitución por James y Kroos tocaba redefinir qué era el Madrid. Tarea ardua que, sin embargo, quedó eclipsada por los delirantes problemas defensivos que tenía el equipo. Casillas transmitía inseguridad; los centrales, en vez de insuflar calma, entraban en pánico cada vez que tenían que tomar decisiones y el supuesto mediocentro –Kroos- ni guardaba la frontal ni ayudaba a unos laterales que tampoco ofrecían consuelo por sí mismos.

Este caos ha disminuido varios órdenes de magnitud y, aunque cada córner sigue provocando sudores fríos en el aficionado madridista, la hemorragia defensiva se ha cortado. Y el Madrid, desde entonces, arrasa. Ocho victorias en los últimos ocho partidos, 35 goles a favor en ese periodo. Datos más que contundentes, generados por una fluidez y creatividad ofensiva sobresalientes.

Y es que los centrocampistas del Madrid están jugando muy bien. Kroos ordena y Modric, James e Isco crean. Lo del colombiano y el español, especialmente en los últimos partidos, ha sido de órdago. Si la jugada les coge en el centro del campo, la mejoran. Si el balón les encuentra cerca del área, el gol está muy cerca, ya sea con un último pase o finalizando ellos mismos. James, en concreto, es el responsable de acoplar centro del campo y delantera, en una posición híbrida que hace oscilar al Madrid entre el 4-4-2 y el 4-3-3.

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Predecir nunca se me ha dado bien, y menos aún viendo que Carletto es capaz de tomar decisiones que nosotros no creeríamos -Ramos de mediocentro en el Camp Nou-, pero viendo el ostracismo de Khedira y la –aún- escasa confianza en Illarramendi, ante la baja de Bale raro sería que el Madrid no formara de inicio con alemán (rubio), croata, colombiano y español. La otra opción sería, claro, subir a James, quitar a Isco y meter a Asier o Sami. Lo cual, visto el nivel actual del malagueño, me parecería una excentricidad, aunque esta opción permita utilizarlo como revulsivo, rol desde el que ya ha decidido una final de Copa de Europa.

Sea cual sea la decisión de Ancelotti, hay un elemento que queda más allá de cualquier incertidumbre. Cristiano Ronaldo tocó su cima de juego, probablemente, en octubre-noviembre del año pasado, antes de la eliminatoria de repesca para el Mundial entre Portugal y Suecia. Después de aquello su nivel bajó, aunque sus cifras goleadoras, sobre todo en Champions, acabaron estableciendo un récord. Soy de la opinión que en cuanto a juego, sin embargo, su nivel se redujo durante la primera mitad de 2014, incluyendo en este periodo su muy discreto Mundial.

Pero Ronaldo ha vuelto a alcanzar un pico de juego extraordinario: más combinativo, más relajado, más omnipresente que nunca, pero a la vez más cerca que nunca del gol. Menos explosivo, quizás, pero más completo: a todas luces, mejor. Si a esto le sumamos el virtuosismo ya mencionado de los centrocampistas y la clarividencia, la excepcional comprensión del fútbol que atesora Karim Benzema, da como resultado un funcionamiento ofensivo ágil, fluido, de combinaciones complejas, rápidas, bellas y muy difíciles de defender.

En cualquier caso, como decíamos al principio, un Madrid- Barça tiene su propia intrahistoria. La temporada pasada, sin ir más lejos, el partido liguero del Bernabéu supuso una anormalidad metida con calzador en el desarrollo del año futbolístico merengue; un partido extrañísimo en el que Ancelotti hizo dejación de funciones y Messi creyó retroceder tres años en el tiempo.

Luis Enrique tendrá toda la motivación del mundo para legitimar su proyecto frente a sus enemigos íntimos. Ancelotti tiene una ocasión perfecta para dar un golpe sobre la mesa y apuntalar un proyecto que tiene mimbres para ser hegemónico. No tiene sentido mirar más allá. No hay más allá, de hecho, hasta que sepamos, a las 20:00 del sábado 25 de octubre, cuál es el resultado que definirá el nuevo horizonte de sucesos.