El entorno futbolístico gusta sobremanera de buscar argumentos en el juego, donde solo hay dogmas de fe. Como por ejemplo el que un chaval, por el mero hecho de tener una corta edad, no puede, ni debe saltarse etapas evolutivas, pues eso va en contra de su propia carrera profesional. La convocatoria en la selección española de la nueva estrella en ciernes del panorama mundial, sí, hablamos de Pablo Martín Pérez Gavira, “Gavi”, ha hecho saltar las alarmas tanto en los medios actuales, de marcado carácter centralista, como en los supuestos analistas imparciales que pululan por el panorama de las redes sociales en la actualidad.

Ya sea por motivos del carnet de identidad, por el hecho de vestir la camiseta azulgrana o simplemente por el intento de pretender ejercer de seleccionador nacional, algo que tanto gusta en este país, su convocatoria ha sacado la bilis de gran parte del entorno. Con un “Pedri” algunos ya han tenido suficiente, no puede existir nadie más que se salga de los cánones predefinidos de  una mentes estrechas. Nada, todo se debe a un capricho más de Luis Enrique, dicen los más atrevidos.

Analicemos qué ha ocurrido con varias estrellas históricas de este deporte desde hace siglos; Pelé, estrella de un Mundial a los diecisiete años. Maradona, protagonista de un traspaso al fútbol europeo con apenas diecinueve años, aunque ya con dieciséis se sabía que llegaría lejos. Un imberbe Raúl que con diecisiete años empezaba a ser santo y seña de su Real Madrid. Leo Messi debutaba con el Barça a los dieciséis y ahí ya sabíamos que había nacido un jugador que marcaría época. Y bueno, mucho más reciente Pedri, con apenas dieciocho años recién cumplidos, ha sido la figura de la última Eurocopa. Pero no, el gran público gusta de mirar el D.N.I. cuando se trata de intentar entender lo incomprensible. Pero es que la genialidad hay que disfrutarla, a veces pretender entenderla por los cauces habituales, solo lleva a la frustración y a emitir juicios sesgados por un análisis incompleto e incompetente.

Muchas veces no hace falta ver a un jugador durante mucho tiempo para darse cuenta, en un contexto determinado, que hablamos de una estrella rutilante de este juego. Gavi tiene duende. Pero no la magia temporal de los que buscan gustarse, sino la de esos futbolistas que destilan fútbol en cada gesto, en cada movimiento. No busca lucirse, sino que lleva la luz dentro de sí. Que a Luis Enrique le ha venido la Virgen a ver con la irrupción de este futbolista no hace falta ni decirlo. Le encaja como anillo al dedo en el fútbol de la selección. Al final el talento se impone y acaba demostrando de qué está hecho. No hay que abrirle la puerta, no hay que hacerle hueco, se lo hace él solo. Y más vale buscarle acomodo cuanto antes, porque cada segundo que perdamos en darnos cuenta que esa luz que nos deslumbra no es temporal, sino que probablemente aumente en intensidad, es una oportunidad perdida que ya no volverá.

En el caso particular de Gavi, sería importante hacerle ya hueco, ojo, no tanto en los onces de sus equipos, sino más bien en nuestra cabeza para aceptar lo indiscutible. Mejor ahora que no pensar en hacérselo a un par de meses del Mundial. El duende no se equivoca, si ha elegido a un sevillano de diecisiete años solo queda sentarse y disfrutarlo. Pocos futbolistas a su edad son capaces de hacer suyo el tiempo y el espacio, las dos dimensiones sobre las que se asienta este juego, su juego. No estamos tan sobrados de talento en el fútbol y en nuestra vida, como para menospreciarlo y suspirar cuando se vaya… puede ser, solo puede ser que entre Pedri, Gavi y Ansu tengamos un equipo competitivo en el próximo Mundial. No lo estropeemos antes de tiempo, ni seamos tan necios de perdérnoslo.