Su impacto está siendo de tal calibre que, divinidades aparte, solo Busquets está rindiendo a un nivel más alto que él. Hablamos, sin duda, del otro Sergio, Roberto, sensación de una temporada que ya ha visto como ha pasado un cuarto de la misma. Tal tiempo sirve para pensar que no ha sido flor de un día, que el canterano catalán está por fin, para quedarse. Que su momento está aupado por la inspiración, sí, pero conseguido a base de mucha transpiración esculpida sobre el molde del talento siempre necesario para triunfar aquí. Tanto haciendo de Alves, de Rakitic, de Iniesta, o de extremo derecho -demasiado pudor siente uno aquí como para decir de Messi-, el 20 culé ha aportado un nivel altísimo, además siempre con un sello reconocible. Para entendernos, en las posiciones anteriormente mencionadas por el apellido de sus poseedores, él no ha jugado como ellos, sino que lo ha hecho con las características que siempre le señalaron como promesa desde alevines. Por eso no es un parche, sino una realidad: por eso es el gran comodín sobre el que se está sustentando el maltrecho Barça de Luis Enrique.

Es posible, además, que haya abofeteado a todo seguidor del fútbol por no haberlo descubierto antes. Nos explicamos: el fenómeno parece un fenómeno por lo imprevisto y explosivo del mismo, partiendo de la base de que el jugador ha nacido para el fútbol del Barça hace 3 meses cuando, si echamos la vista atrás podemos considerar que no es así. Sin tiempo con Pep y sin margen de maniobra con Tito Vilanova, fue con el Tata Martino cuando jugó algo, recibiendo ya ciertas alabanzas por mostrar aquel aroma al ADN Barça otrora triunfante. Sin embargo, la apuesta muchas veces ilógica del hoy seleccionador argentino con Song le quitó minutos y protagonismo. Un protagonismo que recobraría puntualmente -muy puntualmente-, con Luis Enrique. Echemos la vista atrás: Ipurúa’15, justo antes del Clásico, con varios jugadores sancionados o apercibidos, la posición del mediocentro estaba libre. Las alineaciones de todos los cronistas en la previa dibujaban a Rakitic en esa posición… pero fue Sergi Roberto quien la ocupó. Se salió: el jugador ya existía.

Necesitó lo que necesitan todos: una lluvia de oportunidades que si en el primer equipo de la Ciudad Condal no se regalaban nunca, ahora en pleno pulso con el Real Madrid dónde cada pinchazo supone una crisis, y dos tropezones un título perdido, mucho menos. Alves, Rafinha, Iniesta, Messi y ahora Rakitic dejaron vía libre para que el jugador alcanzara su máximo techo, y lo ha conseguido, imprimiendo un sello muy reconocible en el equipo y en su propia forma de jugar, sea desde cualquier puesto de los interiores o desde el lateral derecho.

Basado en una técnica que nunca la ocultó, y encontrando ahora la rapidez de piernas necesaria para dar fluidez a las ideas que ahora si se atreve a ejecutar, Sergi Roberto dinamiza las jugadas cada vez que pasan por él. Y pasan por él mucho porque se mueve mucho, las busca mucho, y por supuesto, dinamiza mucho. Cada toque del canterano ofrece fluidez a un equipo que se quedó sin ideas –y sin estructura– con la lesión de Leo Messi. Además, de un modo no tan refinado a como lo hacía Xavi, pero hoy por hoy igual de necesario, ordena al equipo con eficacia. Recibe el balón, levanta la cabeza, lo descarga y él gana una nueva posición. Con tal sencillez consigue que el equipo alcance una marcha más y sobre todo, gane una marcha más. En definitiva, consigue implementar su sello. Suma, aporta y destaca.

Todo eso lo ha conseguido sobretodo, desde el lateral derecho y desde el interior izquierdo. Pero la lesión de Rakitic le abre de par en par las posibilidades de mostrarlo desde su rol: el interior derecho. Esto no es poca cosa viendo el bajo nivel aportado por el croata esta temporada hasta el momento, y la carencia de rivales en la lucha por el puesto. Si lo consigue, puede quedarse con una plaza para la que siempre estuvo predestinado, y además demostrará la teoría de la paciencia que se debe mostrar con los canteranos: Sergi no ha sido un Sergio, pero puede ser un Pedro. De cualquier modo, Luis Enrique ya tiene a su Luis Enrique. Y eso en una plantilla tan corta como la culé, puede ser la diferencia entre ganar o no ganar.