Solo habían pasado unos pocos minutos iniciales que apenas habían servido para desperezarse y tantearse cuando llegó la situación para la que nadie está preparado. La lesión de Messi pilló por sorpresa al aficionado que palideció durante gran parte de los minutos posteriores mientras seguía por su teléfono inteligente -cosas del fútbol moderno- las primeras noticias sobre la rodilla del argentino, pero también pillo por sorpresa a una plantilla y a un entrenador que no estaban preparados, literalmente, para desarrollar un plan de juego coherente sin su máxima estrella entrando en contacto con el balón en cada lance del juego.

Cuando Lío, tras haberlo intentando sin demasiada fe, abandonaba por segunda vez el terreno de juego, abandonaba con él toda la estructura del Fútbol Club Barcelona. El sistema culé, ya comentado y analizado hasta la fecha, empieza y acaba en las botas del 10. Esto no supone ninguna crítica para una concepción del juego que ganó todo lo que podía ganar la temporada pasada, sino que se trata de una definición, tan ajustada como objetiva, a lo que hemos estado viendo y viviendo en el terreno de juego dos veces por semana desde la ya conocida y mitificada derrota de Anoeta.

Sustituyendo el sistema ido por la confusión creciente en la cabeza de los jugadores blaugrana, el primer tiempo se convirtió en uno de esos lances anodinos donde el fútbol propio va menguando proporcionalmente al crecimiento del del rival. Los culés presentaban un dibujo definidísimo de 4-3-3 con los dos interiores muchas veces simétricos y en paralelo ofreciéndole el pase limpio al pivote. El dibujo, por tanto, no era tanto el problema como si lo eran los nombres que lo formaban. Munir sustituyendo a Messi y Adriano sustituyendo a Jordi Alba fueron los mejores «marcadores» de un Neymar desasistido en esta primera mitad al no encontrar sus grandes pilares en el terreno de juego. No solo eso, sino que Masche de pivote y Busquets de interior aunque sabían leer bien sus posiciones y desempeñarlas tácticamente, mostraban las suficientes carencias con el balón en los pies como para que el juego, aunque definido, fuese insuficiente. El resultado: el atasco.

Un atasco propiciado por los hombres de Luis Enrique mucho más que por los jugadores de Paco Herrera. Su plan estaba basado en la defensa de 5, sin ningún problema para acularse -sobre todo los centrales- y una suerte de doble pivote sui generis formado por Hernán y Wakaso, que además cubrían prácticamente al hombre a los interiores locales cuando caían por su zona. Sin embargo, a pesar de tantos elementos implicados en tareas defensivas, el hueco entre la primera y la segunda línea era lo suficientemente grande como para que el Barça pudiese ir filtrando pases y llegadas a la frontal -que fue lo que hizo- y ocasiones de gol suficientes como para abrir el partido -que fue lo que, de nuevo, no hizo-. Realmente solo Luis Suárez con su movilidad e insistencia conseguía sacudir el manzano canario en busca de algún fruto, y por eso mismo se llevó Él El premio.

El uruguayo consiguió el gol en una gran acción personal que mejoró un aceptable centro de Sergi Roberto. El canterano la puso donde había que ponerla, pero sin el instinto del delantero que luchó y ganó ante la oposición de dos centrales, la jugada no habría llegado a buen puerto. Sin embargo, hay que aprovecharla para volver a rescatar el gran partido, sin paliativos ni filtros comparativos, que ha vuelto a hacer Sergi desde el lateral. Si la duda podía existir en que estuviéramos ante un gran estado de inspiración momentáneo, esta quedó resuelta en Balaídos donde el chico, de interior, jugó un partido decente pero insuficiente para lo que requería el equipo, y por supuesto a años luz de su desempeño en el costado. Sergi Roberto hoy es lateral, una alternativa real a Dani Alves -al menos más real que Adriano hoy, y que Montoya ayer-, y quién sabe cuál será su techo en el futuro.

Antes de eso, entre el centro de Sergi y el chasquido de Messi, muy poca cosa de un Barça que no tiraba la puerta a pesar de caminar por los pasillos, y alguna cosa relevante de Las Palmas con balón por medio de un Roque Mesa que parecía Brahimi sorteando muñecos en sus conducciones. Acciones de los insulares que sirvieron también para que ter Stegen pudiera tocar el balón con el guante y de paso cargar su batería anímica. Nada más de una primera parte que mostró lo que es un equipo sin sistema pero con un abanico de soluciones individuales lo suficientemente grande como para llevarse el partido.

La segunda parte sí empezó a mostrar cosas nuevas. Quizá con la cabeza más despejada y con la seguridad del marcador, ciertos jugadores mostraron nuevos aspectos no vistos en los 45 minutos anteriores. Uno fue Munir, mucho más participativo, y otro fue Neymar. El brasileño, desapegado de su rol secundario también pudo desapegarse de la banda para centrarse y también para retrasarse. En el segundo aspecto canalizó algo el juego, recordando tibiamente a su rol en la Caranarinha y anunciando la que debe ser su función durante las próximas siete u ocho semana. En cuanto al segundo aspecto, se juntó más a Suárez formando por momentos una doble punta que ayudó a verticalizar el juego, que es algo que hizo el propio el Barça en el segundo tiempo. Los culés, sin una preocupación patente por tener el balón ni por masticar las jugadas, pasó a intentar llegar al área saltándose los pasos, con Rakitic lanzando y los integrantes sanos de la famosa MSN atacando. Fueron los momentos de más energía del partido, cuando los locales abrieron brecha en el marcador e incluso pudieron pensar en una goleada sin estridencias.

El fallo del brasileño desde los 11 metros, y el de Mascherano en una conducción extraña cerraron este lapso y abrieron un paréntesis de unos instantes finales donde Las Palmas pudo soñar con el 2-2. Hubiera sido demasiado injusto visto lo visto y más con el peaje de la lesión de Messi. Al final el equipo sumo tres puntos muy importantes, pero sobre todo entendió que debe buscar una nueva forma de jugar para poder ser competitivo durante los próximos dos meses. Sin el argentino, y sin Rafinha para sustituirlo, el plan está caduco y ya no hay más cera que la que arde. Suárez, Ney e Iniesta deberán dar un paso al frente. Si lo consiguen, quizá hasta sea posible soñar con un nuevo update del equipo, ya con el de Rosario en el verde de nuevo.

LAS NOTAS
MAtS (6): Un par de paradas de mérito han puesto brillo a una actuación que debe servir para que el portero, y sobre todo el graderío, refuercen su confianza.

Sergi Roberto (8): De nuevo, de los mejores del equipo. Adaptado a una posición desde la que está aportando juego y puntos.

Piqué (6): Sin demasiado trabajo, supo desbaratar las pocas llegadas con peligro de los visitantes.

Bartra (6): Mismo rendimiento que su compañero de zaga y con alguna aportación ofensiva de mérito, como el gran envío en largo a Messi en la desafortunada acción del argentino.

Adriano (4): Jugador invisible, su aportación comienza a ser muy regular dentro de la insuficiencia.

Mascherano (4): Cumplió sin más desde el mediocentro, pero en su único error vio como el equipo encajaba un gol.

Busquets (6): Cumplidor en un puesto casi nuevo para él -el interior, pero el izquierdo-.

Rakitic (7): De menos a más, ganó peso en el juego en la segunda mitad completando sus mejores minutos en esta Liga.

Messi (-): ¡Vuelve pronto, Lío!

Suárez (9): El mejor. Antes de abrir el marcador ya fue el que más peligro generaba. Después, dos goles y un penalti forzado.

Neymar (6): De menos a más, en la segunda mitad mostró parte del repertorio que tiene en los pies. Habrá que exigirle más las próximas jornadas.

Munir (5): Otro que mejoró en la segunda mitad y colaboró en los goles, pero su participación continuada debe ser mayor.

Sandro (5): Se dejó ver en los minutos en los que estuvo.

Gumbau (-): Testimonial.