La peste blaugrana

Escrito por @JorgeMartnez12

Al catastrofismo blaugrana, como a las ratas de Orán, no se le puede enterrar definitivamente. Siempre amenaza con emerger del fondo de la tierra. Este fenómeno, por otra parte, es inherente a los grandes clubs, también le ocurre al Real Madrid.

Pero existe una diferencia insoslayable entre ambas instituciones, el equipo blanco se maneja infinitamente mejor en territorio convulso, es un club que se puede permitir perfectamente encadenar crisis institucionales con trofeos. Compagina con naturalidad la riña de puertas para adentro con las victorias cada domingo. En Barcelona, sin embargo, hay que elegir, o lo uno o lo otro. O la crisis, o los títulos. Mientras que el Madrid, históricamente, es un conjunto voraz, testarudo y capaz de levantarse como un resorte después de haber mordido el polvo de la forma más dolorosa, el Barça, más romántico, cae con facilidad en la autocompasión y le sale una vena pusilánime en cuanto le vienen mal dadas.

Esa tendencia se ha corregido con Pep. Con él, el quipo ha seguido en su línea de romanticismo (de hecho, ha sublimado esta idea), pero se ha vuelto infatigable, luchador, corajudo y descarado; además de excelso en cuanto a estilo y resultados.

Guardiola, tras cuatro temporadas históricas, ha conseguido desterrar el laconismo congénito, ese sufrimiento tan de Mariano José de Larra. Sin embargo, ha sido anunciar su marcha y el fatalismo, anquilosado durante cuatro años, se comienza a desperezar, a desentumecerse. Ya brotan las primeras voces que se empeñan en afirmar que todo se desmorona, incluida la del propio Laporta, que señaló el nombramiento de Vilanova como “una decisión de pánico” por parte de la directiva actual, cuando él mismo se sacó de la manga dos entrenadores bisoños en los que nadie creía y que acabaron por darle la razón (¡y de qué manera!).

Esa tara del barcelonismo, la de la fatalidad y la crispación, parecía aplacada, pero nada más lejos de la realidad. Da la impresión de que todo lo logrado en este tiempo, el juego, los títulos y el modelo deportivo asentado se desvanece y no sirve para nada. Ya está todo perdido. Al Barça no le queda otra, deberá volver a jugar de forma gloriosa y a ganar todos los trofeos y, aún así, en cuanto haga el amago de desfallecer, o parar un poco para tomar resuello, las ratas, una a una, saldrán a la superficie a infectarlo todo mientras mueren entre agónicos estertores.