Quizás el año que viene

El Barcelona cerrará una temporada con muchos frentes abiertos y problemas a solucionar para la siguiente. De entrada, la planificación del próximo curso debe asumir la pérdida del elemento diferencial que convirtió a este equipo en invencible la temporada pasada, debido al declive de Xavi. Este aspecto, sumado a la baja forma de Piqué, dio muchos problemas en salida al Barcelona, con lo que Guardiola, obsesionado en ser fiel a sí mismo y a los principios del juego posicional, tuvo que recurrir a métodos poco ortodoxos para intentar ofrecer soluciones a sus jugadores.

Sin embargo, que el Barça haya perdido su estela que le convertía en invencible no quiere decir que no pueda competir al máximo nivel, tal y como lo ha hecho en los últimos cuatro años. El equipo necesita recuperar el entusiasmo y para ello no hacen falta grandes revoluciones; con unos pocos ajustes en posiciones que han quedado cojas y con los que suben del filial, me parece suficiente. Eso sí: el capítulo de altas y bajas debe estar encarado a solucionar los problemas que han ido apareciendo a lo largo de la temporada.

Ya sin el mejor Xavi en las filas, Cesc debe hacer de Cesc y su reubicación en el interior derecho parece su más que probable destino con Tito. Me parece adecuado: en mi opinión, aprovecha mejor las características del futbolista, que necesita de más relación con la base de la jugada, sin encorsetar su tendencia natural al recorrido. Sin embargo, Cesc no es Xavi, ni lo será nunca. Se tratan de futbolistas distintos, y el equipo debe asumirlo como algo natural: el Barça ya no volverá a ser el de la temporada pasada, será diferente, más vertical e incluso algo más liviano, similar a lo acontecido en 2009. Se mantienen los principios, cambian los matices, el modelo prevalece.

Con ello, no obstante, el Barça puede sufrir un déficit en la base si alguien no da un paso adelante y asume más responsabilidades en la dirección del juego. Mimbres en el equipo no faltan: bien puede ser Iniesta, bien puede ser Busquets. El de Badía ha mejorado en todo en comparación con la temporada pasada: si antes era un interior de posesión reconvertido a la posición del mediocentro, este año ha añadido en su particular repertorio gestos que le identifican como a un mediocentro. Aprendió a vivir sin Xavi, clave si quería continuar como azulgrana; mejoró sensiblemente en el golpeo y ha empezado a encontrar al jugador más lejano.

Sin embargo, aún no le veo preparado para asumir la dirección del juego– su evolución dictará sentencia–, y a lo largo de la temporada se puede echar en falta a alguien que sea capaz de asumir tal responsabilidad. Estaríamos hablando de un futbolista capaz de gestionar la base, orientar la jugada e imprimir ritmo al juego. Etienne Capoue, del Tolouse, podría ser un buen refuerzo, pero en este caso es inevitable hablar de un futbolista como Oriol Romeu. Vendido al Chelsea el año pasado por cinco millones, el Barcelona se guardó una opción de recompra para este verano y el siguiente.

Sin la excelente capacidad de dividir el juego de Busquets, Oriol se podría convertir en el complemento perfecto para un centro del campo de auténtico lujo, al que le añadiría inteligencia en la dirección del juego, un notable dominio del juego horizontal y una excelente comprensión de los fundamentos de la salida lavolpiana. Recuperar entonces la posición del mediocentro clásico puede ser un buen argumento para solucionar los problemas de salida de balón que tanto han hecho sufrir al conjunto azulgrana. Ahora que ha salido Pep, que nunca confió demasiado en él, y la reconversión definitiva de Mascherano a la posición de central podrían abrirle las puertas de nuevo al Camp Nou, aunque todo apunta a que Tito Vilanova tirará con lo que tiene. Quizás el año que viene…