Y A TU ESPALDA, UN ABISMO…

El Valencia de Emery fue siempre un equipo de claroscuros, estaba en su esencia, en los riesgos personales que tomaba el entrenador y en la combinación de bisoñez y veteranía un poco pasada de rosca que marcarían los extremos de Albelda y Feghouli. Así, alternar fases de juego sobresaliente con derrotas un tanto inesperadas en eliminatorias no dejaba de tener cierto sentido, y más teniendo en cuenta la especial relación del técnico vasco con el riesgo, o sus planteamientos como hombre siempre subordinado a los intereses del club.

Con Pellegrino las expectativas siempre van a tener una fuerte relación ante esta anterior etapa, ya que por suerte o por desgracia se hicieron cosas muy bien pero sin apoyo mediático y en un contexto de marcada decadencia en un fútbol, el español, que no deja de cosechar títulos. Italia tampoco es ajena a esta sorprendente combinación: se puede ser decadente y ganar un tiempo. Sea como fuere, Pellegrino desembarca en Valencia con la misión de ofrecer continuidad deportiva a un proyecto asentado, que ya ha dado un giro completo y cuya plantilla ya no tiene excusas para no crecer. Su confección es racional, bastante equilibrada y tiene un año de rodaje como plantilla con núcleo duro nuevo. En un proyecto deportivo esto implica empezar a plantearse las cosas muy en serio.

Cuando seguí los primeros partidos de pretemporada 2012-13 asumí con cierto alivio que Pellegrino tomaba el trabajo de Emery y se dedicaba a perfeccionar sus debes asumiendo los menores cambios de fondo posibles. Era una buena idea mantener el bloque táctico y ciertos roles, como el de Jonas o el de Feghouli, para integrar cambios menores y sobre todo mejorar la gestión de los espacios y de las emociones durante los partidos. Las menciones a metodologías hermanadas con la periodización táctica de Victor Frade daban un cierto buen rollo, y los partidos tenían su interés. Pero Mauricio Pellegrino, pese a toda su experiencia no deja de ser un novato, y como todos ellos se planteó objetivos a corto plazo que enturbian esos procesos. Las presiones a la Dirección Deportiva han sido intensas y a priori contraproducentes. Gago no cuadra demasiado en el grupo, porque una vez vuelva Banega no está claro su rol. A la salida de Topal no se ha reaccionado con nada. La llegada de Valdez sólo ha servido para marginar a Alcácer, mientras que querer contar con Pablo hasta el final sólo ha conseguido dejar claro que ciertos jugadores tienen trato de favor pese a su nefasto peso deportivo.

Es en éste contexto, además, que Pellegrino plantea su pequeña revolución táctica. Del coqueteo en la primera fase de pretemporada con el esquema 4-4-2 pasa a un sistema basado en el mismo con notables diferencias de concepto con lo visto con Emery. Si bien ambos técnicos aman la intensidad, Pellegrino parece muy centrado en desarrollar una fase defensiva muy personal, con un nivel de agresividad muy elevado en algunos momentos. Concreto: pressing constante sobre el portador del balón desde la línea de cuatro, con un jugador que literalmente sale de ella para morder el poseedor y línea defensiva adelantada. El resultado es algo que visualmente no se parece nada a Emery en los últimos dos partidos. Razón no le falta al Flaco para querer algo así. Gago y el Tino conforman una pareja sui generis, que para el observador poco familiarizado es casi herética. Ninguno de los dos convence ni impacta, pero como he dicho, Pellegrino acierta: estos dos son unas auténticas bestias defendiendo hacia adelante y en paralelo, con un constante despliegue físico y una actitud muy adecuada para lo que busca él. Casualmente, y de esto se aprovecha el equipo, los otros dos titulares son Guardado y Feghouli, jugadores que destacan precisamente por tener muchísima más inteligencia táctica que otros. El resultado, ya en el segundo partido oficial, ha sido una línea de cuatro sin balón muy capacitada para realizar pressing y correcciones, robar en tres cuartos o provocar error no forzado, o generar rechazos beneficiosos… todo esto siempre defendiendo hacia adelante. El inicio del ataque en base a este planteamiento es fulgurante, las contras generadas se basan en la presencia de dos delanteros desplegados, no del único delantero de Emery. Y Emery montaba contras rápidas. Pocos toques, situación de partida privilegiada, rival en fase transicional… el resultado es devastador. Las jugadas, más propias de un videojuego. Cuando las cosas salen bien, claro.

Porque las cosas no les están saliendo bien a Pellegrino, no está consiguiendo superar esas largas concatenaciones de fallos que entierran las buenas ideas de un entrenador por hacer. Su línea de cuatro, por mucho potencial que tenga, se ve superada con demasiada regularidad. Una vez superado el shock inicial el rival reacciona, ajusta su salida, sufre y consigue que cada vez que centro del campo supera la presión rival la situación sea inmejorable. El Valencia tiene entonces instrucciones precisas para el repliegue intenso y los medios se lanzan a una carrera muy dura físicamente por la corrección. Si ha salido Gago y el rival lo supera, Feghouli, que ya ha presionado, debe bajar 30 metros a recuperar posición. Todo ello en pocos segundos. Las implicaciones son varias: empeoramiento progresivo y luego drástico de la lectura del juego, peores contras… en fin, lo que viene a ser un desgaste excesivo. A esto se suma que la línea defensiva, sin estar mal, debe ajustar bien sus movimientos y conseguir superar el reto de poder defender como defiende el resto. Y esto no es nada fácil, porque una cosa es leer el pressing de tu compañero y otra oscilar constantemente entre el fuera de juego, la anticipación y la marca silenciosa. Ricardo Costa está en un excelente estado de forma, mientras que Rami no ha realizado pretemporada y Víctor Ruiz sufre un proceso de viaje interior paralelo al de Piqué. Pereira cumple pero aún no tiene la adaptación necesaria para plantear mecanismos de salida complejos y útiles, mientras que Mathieu… bueno, Mathieu es Mathieu. Nadie como él para superar los propios retos que se plantea a sí mismo.

El resultado es que una vez superado en el centro del campo el equipo defiende bien, pero sin nota y se muestra progresivamente más pasivo y entregado. El porqué esto le ocurre y previsiblemente le ocurrirá al Valencia no es tanto un fallo táctico como un fallo estratégico. Algo parecido a lo que empequeñece, a mi juicio, entrenadores como Bielsa. La obsesión con generar ventajas tácticas convertida en una desventaja estratégica de fondo. A estas alturas de la temporada ciertas cosas no se pueden plantear sin repercutir en los meses venideros. El nivel de activación que exige el modelo el juego de Pellegrino, que se desarrolla alrededor de una fase del juego muy concreta en la que no posee el balón, es excesivo para agosto. Consíguelo en abril y tu equipo tendrá opciones reales de plantarse en una final. En el mejor de los casos el Flaco está sacrificando su segunda vuelta, porque va a poner a sus jugadores como motos. En el peor, perderá puntos. Demasiados.

El empecinamiento de Pellegrino con los mecanismos que he intentado describir de alguna manera es tan fuerte como fuertes son sus motivos para hacerlo. La ventaja creada es real, es coherente, y es un seguro de vida para una propuesta atractiva de juego si el proyecto se asienta. El problema es que nadie le pedía algo así ahora. Lo que era de esperar eran variantes para controlar el partido una vez se consigue la ventaja. Un uso de Parejo mucho más inteligente. Mayor capacidad para plantear salidas limpias y ataque posicional. Gestión emocional de los partidos y las situaciones competitivas para superar la inestabilidad de un grupo que no ha ganado nada aún. En lugar de eso Pellegrino nos regala un contraataque con un potencial asombroso y un fútbol vistoso y con carácter propio. No seremos desagradecidos, faltaría más, pero esta no es la mejor manera de llegar al Camp Nou a nivel anímico. Es fácil confundir a un grupo de trabajo que no te conoce. Por suerte para éste nuevo entrenador, tan comedido en sus declaraciones como determinado, lo que ha descartado hoy no le servirá en Barcelona. Si quiere salir airoso deberá solucionar la posible baja de Gago, pieza clave actualmente, y mantener el modelo de juego y el sistema táctico que plantea. El gran reto debe ser gestionar el cansancio de los suyos, ya que van a ser dominados y su transición ofensiva es demasiado veloz y demasiado optimista. Tino Costa debe contar con su espacio en cada lanzamiento de contra y debe ser minimizado su primer toque, uno de los peores de la Liga en uno de los centrocampistas más dotados para ser creativos en el pase. Porque Tino Costa nació físicamente para ser otra cosa, y lo sufre, lo pasa mal aunque acabe dando dos asistencias en el Bernabeu. Nosotros sufrimos con él.

Habrá que ver qué plantea Vilanova ante un rival tan asimétrico en virtudes y defectos. Aunque la verdad es que… ¿A quién le importa? Nos acabaremos fijando sólo en Feghouli.