Por Marc Hernández, Fdeprimera

Esto acaba de empezar. Las mejores versiones de los equipos las vemos cerca de abril, no de agosto, con lo que debemos tener claro que cuando se empieza, no hay lugar para las conclusiones defintivas. Hay detalles, sensaciones, aciertos y errores, muchos errores. En un año en que la Liga empezó antes, en que la Supercopa nos permite ver los primeros partidos grandes, en que el cansancio asoma cuando el ritmo de competición aún no es el óptimo, esto arranca y no ha hecho nada más que empezar.

Decía Postmoe en la previa que los primeros pinitos de Pellegrino como entrenador habían dibujado un Valencia hecho a imagen y semejanza de Gago. Para ello, Post reivindicó la utilidad del argentino en sus mayores virtudes: intensidad defensiva para cubrir todo el ancho y largo del campo y recorrido para acudir a dónde haga falta, siempre y cuando sea hacia delante. Y ésta fue la carta de presentación de Pellegrino, a sabiendas del espacio que dejaba a sus espaldas. Ante el Barça no podía permitir eso, porque Iniesta- que no jugó- y luego Leo te matan. La salida puede ser turbia, peor, pero si el Barça conecta con ellos entre líneas, una conducción interior, un pase filtrado significan la derrota.

Es por eso que vimos a un Valencia defenderse muy bien en posicional, con un planteamiento más conservador que tuvo sus consecuencias negativas, sobre todo en la primera parte. Tito apostó de nuevo por los extremos pero con un cambio de comportamiento sustancial, yendo hacia dentro buscando la diagonal. Los laterales ocupaban el carril exterior y permitían el desarrollo de un ataque posicional fuerte, pero falto de contundencia en lo que la ocupación del área se refiere. ¿Las consecuencias? El Barça dominaba pero no sometía. El Valencia estaba cómodo pero no lograba hilvanar jugadas de ataque. Mientras, un bombazo de Adriano daba ventaja a los azulgrana.

En la segunda parte el panorama cambió. Con el paso de los minutos y el resultado 1-0, el Valencia estiró sus líneas e intentó aprovecharse de la flaqueza emocional azulgrana, uno de las graves -y menos comentados- problemas del Barça de Tito. Para ello, los chés presionaron la salida blaugrana buscando el error que les permitiera generar la ocasión de gol. No sólo con eso, sino que se vio a un equipo que, aún sin Banega ni Canales, empujó al Barça en su propia portería y logró minutos de posesión en ataque organizado como ningún equipo había logrado en cinco años en el Camp Nou.

Iniesta entró por un cabizbajo Cesc -que jugó mejor de lo que él y la afición pueden creer- con el fin de cerrar el encuentro. El de Arenys, desde la comodidad que encuentra en la posición flotante entre centrales, dominó el eje horizontal asegurando continuidad en la posesión y propiciando la creación de triángulos, viviendo cerca de Messi, dónde más le gusta. Notable mejoría respecto al partido de Pamplona como también lo hizo Alexis, que mejoró con el balón en los pies pero erró en la elección final. Ambos necesitarán continuidad si no quieren verse fuera del proyecto.

Un partido más, no obstante, que no podemos valorarlo como lo que es: un encuentro de principios de septiembre. El proyecto de Tito empezó bien, ahora sobrevuelan las primeras dudas; hay detalles buenos y otros no tan buenos; hay cosas a destacar y otras que se tienen que corregir. Una situación normal dentro de los parámetros que existen a estas alturas de la temporada. No hay que alarmarse pero tampoco es buen momento para despistarse, porque cuando la rueda gira, no para hasta abril. Y esto acaba de empezar.