No hay afición a la que enamorar y, sin embargo, desde que está en Primera, el Getafe siempre lo ha intentado. Siempre ha intentado, siendo un club joven, establecer una identidad concreta y definida. Salvo el extraño período de Víctor Muñoz, muy poco consecuente con la idea de fútbol que busca Ángel Torres, toda la trayectoria del equipo del sur de Madrid en la máxima categoría ha venido marcada por una continuidad futbolística que ha girado en torno al mismo patrón: entrenadores con poca experiencia y gusto por la asociación y una suma de jugadores jóvenes y talentosos más el poso competitivo que conceden algunos veteranos con muchas batallas a sus espaldas.

Pero las ideas, como tantas veces hemos visto en nuestro fútbol, no son nada si no están respaldadas por una gestión seria y eficiente. A Ángel Torres se le puede reprochar no haber conseguido crear una masa social acorde con el nivel deportivo del club en los últimos años, pero lo cierto es que, bajo su presidencia, el Getafe CF ha tenido un comportamiento económico ejemplar, tanto en el estado de sus cuentas –hablamos de uno de los clubes más saneados del fútbol español- como en la utilización de los recursos disponibles. De esto último ha sido responsable en gran medida Toni Muñoz, el director deportivo desde 2008.

Decíamos que el Getafe ha buscado enamorar casi siempre, y lo consiguió con Schuster, Laudrup (¿quién no sufrió como propia aquella derrota cruel frente al Bayern?) o el primer Míchel. Sin embargo, la última temporada del actual técnico sevillista en el banquillo del Coliseum fue un suplicio, hasta el punto de conseguir la salvación in extremis, en la última jornada. Por si fuera poco, los tres mejores jugadores azulones –Parejo, Boateng, Manu del Moral- abandonaron el equipo al final de la temporada. Era el momento de reestructurar el equipo, y hasta 12 futbolistas nuevos llegaron de la mano de Luís García, el hombre encargado de liderar el nuevo proyecto. El madrileño venía de ser uno de los técnicos revelación de la temporada anterior (parece que el Levante se está especializando en este asunto), y si bien se trataba de un entrenador joven y con poca experiencia en Primera –rasgos Geta-, su idea de fútbol no acababa de ser la que se había acostumbrado a ver el aficionado azulón. Sí, ese único y heroico aficionado.

A Luís García le interesa, principalmente, el orden. La simetría. El equilibrio. Puede sonar a perogrullada, pero lo cierto es que mediáticamente la temporada pasada se encumbró al modelo de entrenador opuesto: Bielsa. Luís era consciente de que tenía entre manos una plantilla con más de la mitad de jugadores nuevos, por lo que sus primeros pasos fueron lentos. También demasiado titubeantes, sin una idea clara. Poco a poco el equipo adquirió una mentalidad reactiva y dura. Se volvió a competir –el último año de Míchel había sido un erial en ese aspecto- y tras una buena segunda vuelta (copyright: Luís García) el equipo consiguió la salvación con comodidad e incluso llegó a coquetear con Europa. Sin embargo, el balance final dejó un regusto extraño. Más que una temporada decepcionante, había sido una temporada gris.

Esta temporada comienza para el Getafe con el mismo bloque aunque con una ausencia fundamental: Cata Díaz ha decidido probar suerte unos kilómetros al norte y ha dejado huérfano a un equipo que lo tenía no sólo como cacique de la zaga, sino como referencia emocional. Sin embargo el Getafe ha sabido moverse bien en el mercado: el hueco del central argentino lo ocupa su compatriota David Abraham, mientras que Xavi Torres y Lafita parece que han llegado para instalarse en el once titular. Arriba, dos fichajes muy en la línea azulona que venimos comentando: Alcácer y Álvaro Vázquez son jóvenes y están llamados a hacer cosas importantes de aquí a unos años.

Luís García dispone habitualmente un 4-2-3-1 en el que la línea con más nivel es, sin atisbo de duda, la de los 3 mediapuntas. Y es que ahí podemos encontrar a Abdel Barrada, Lafita, Pedro León, Diego Castro, Jaime Gavilán o Pablo Sarabia. Lo normal es que jueguen los tres primeros: León por la derecha, Lafita por la izquierda y Barrada detrás de quien juegue arriba, bien Álvaro Vázquez, bien Colunga. El marroquí fue la revelación del año pasado: un jugador de físico elástico y potente, con inteligencia para estirar o acortar al equipo según las necesidades del partido y poseedor de un buen golpeo de balón.

No tendrá miedo el Getafe de ceder el balón, y si nos fiamos del antecedente más cercano, lo más probable es que los azulones adopten una actitud totalmente reactiva frente al equipo del mundo que más tiraniza la posesión del esférico. Y es que, en general, y al contrario que con otros técnicos, este equipo vive más cómodo esperando y saliendo que llevando la iniciativa. Prefieren transitar, puede que en gran medida debido a las carencias en la iniciación en la base de la jugada. Porque el Getafe viene de De la Red o Parejo (nota: entrenadores, no me manden a Parejo arriba mientras su equipo inicia el juego; cuanto antes contacte con el balón, mejor) y, francamente, Xavi Torres, Míchel o Lacen no son lo mismo.

Así pues, y más viendo el discreto inicio de temporada del equipo en cuanto a juego (que no en cuanto a puntos), lo más probable será que el 4-2-3-1 habitual mute en 4-5-1: no es raro que tengan opciones jugadores con más capacidad de sufrimiento, como Lacen o Diego Castro; el ex sportinguista además puede suponer un alivio para descansar, al menos un poquito, con balón.

El plan esperado no tiene demasiado misterio: líneas juntas, cerrar pasillos interiores, negar los pases por dentro al Barcelona y sufrir, sufrir y sufrir. La cuestión es a qué altura defenderá el equipo. Si el Getafe espera al Barcelona muy atrás, las posteriores transiciones ofensivas pueden resultar utópicas. Y es que si bien el Getafe transita hacia delante de manera bastante limpia, eso no quiere decir que sus contragolpes sean rápidos. Y eso es un déficit importante frente a un equipo que previsiblemente te va a aplastar contra tu portería y que tiene un físico superior para corregir en campo abierto.

En todo caso, el mecanismo de salida se sostendrá sobre los apoyos del «9» y el daño que puedan hacer Barrada, Castro o Lafita atacando la espalda de los interiores. Si el Getafe defiende bien, las consecuencias pueden ser dos: tácticamente, los laterales se proyectarán mucho para ensanchar el campo; técnicamente, el Barça puede cometer un error intentando arriesgar el pase interior. Y esos dos detalles son los que puede aprovechar el Getafe. El punta atraerá y sostendrá a los centrales mientras que los extremos atacarán la espalda de los interiores con la ventaja de tener a los laterales culés a su espalda en vez de verlos delante.

Otro factor que no conviene que el rival del Getafe olvide es su peligro a balón parado. Valera ya lleva dos goles este año y pocos habrán olvidado que fue el ex colchonero quien dio la victoria al Getafe frente al propio Barça la temporada pasada en una jugada de este tipo.

El estado anímico del equipo debería ser bueno: ha rascado un empate fuera de casa y una inesperada victoria frente al actual campeón de liga. Y los azulones saben que su campo no es plaza fácil para nadie: la temporada pasada perdieron allí Atlético de Madrid, Valencia o Sevilla, además del Barça. Sabemos que el Getafe de Luís García sabe competir y, si comete pocos errores, es capaz de poner en apuros a cualquiera. Pero a este técnico, con esta plantilla, se le pide algo más. Y no parece que sea este sábado, precisamente frente al Barcelona, el día más indicado para que el Geta intente empezar a volver a enamorar con su fútbol.