BARÇA, MADRID, ¡YA ESTAMOS AQUÍ!

1991 y 2012 conectan mi cronología vital a través de dos ascensos. Así funciona el fútbol a veces, como elemento coherente en la no-linealidad del recuerdo. Una coherencia, en este caso, remarcada por un cántico que medio en broma, medio en serio nació con el primer hito y que fue replicado a modo de letanía autoparódica bajo la augusta presencia del Gran Impulsor Lendoiro tras el segundo, a sabiendas de que las cosas habían cambiado tanto que eran irreconocibles. Entremedias, la época más brillante que un club modesto se ha podido permitir en la Liga, títulos y hazañas europeas mediante.

La resaca fue en un principio suave, consciente y medianamente estable. No fue agradable, desde luego, y el binomio Caparrós-Lotina ayudó a ahuyentar al público de su estadio hasta alcanzar cifras de asistencia realmente vergonzosas. El descenso llegó sin avisar, pese a los que siempre gustan de avisar la Desgracia en régimen de pensión completa ya lo habían hecho en varias ocasiones y no siempre aludiendo al mismo motivo. El Deportivo se convertía entonces en el primer, y de momento único, equipo en descender superada la a priori ansiada barrera de los 42 puntos. El resurgir del apoyo social fue inminente y se tradujo, vía excelente campaña de captación, en más de 26000 socios en la Segunda División, muchos de los cuales eran jóvenes desafectos que en su día se tomaban los biberones siguiendo la media inglesa de Irureta. 
El año en el infierno se convirtió en un año de sufrimiento y gloria. Lo uno por la incapacidad crónica del equipo a la hora de cerrar los partidos y por lo encarnizado de una batalla que Celta y Valladolid extendieron hasta la jornada 41. Lo otro por sumar a su elevado número de socios, una pléyade de cifras de récord para la historia del club. Resumamos brevemente la matemática y continuemos con la literatura:
  • Récord de puntos de la categoría. 91 sobre 126. 72.2 %.
  • Récord de victorias de la categoría. 26 sobre 42. 61.90 %.
  • Récord de victorias consecutivas del club en Liga, con 9. Desde el 10 de diciembre al 18 de febrero.
  • Récord de goles a favor en una competición liguera, con 76. -Igualado el récord de victorias consecutivas en casa, con 13.
  • 56 sobre 63 puntos posibles en casa.
  • Hasta 9 jugadores de la plantilla batieron sus registros goleadores en una temporada en el fútbol profesional.

Datos de riazor.org y aportación propia
Es difícil explicar cómo llega el Deportivo al partido del sábado sin tener en cuenta todo lo anterior, pues la indefinición aún se esconde tras la ilusión de un renacimiento fulgurante. La posición en la tabla, ya en puestos de descenso cuando apenas se han disputado siete jornadas, no es acorde con un equipo que vuelve a la máxima categoría tras una gran temporada en la no tan máxima. El arranque, dubitativo, se asemeja mucho al que ya ofreció el equipo el año pasado, pues hasta la jornada 12-15 el Dépor de José Luis Oltra se comportó como los pimientos de Padrón. El entrenador, por su parte, no deja de encontrar conversos de su fe, dadas unas sensaciones que sí han sido en las últimas semanas acordes a el lugar del equipo en la tabla. 
De forma general, se coincide en que el nivel individual de los jugadores está por debajo de lo esperado, resultando en la actual sequía de resultados: seis partidos sin ganar, tres sin puntuar. Especialmente ínfimo es el nivel mostrado por la línea defensiva, responsable primera de unos números catastróficos en cuanto a goles encajados. Aunque, evidentemente, no es la única. El mediocampo adolece de intensidad en la recuperación y está naufragando a la hora de ofrecerle salida limpia al balón desde atrás, mientras que las soluciones ofensivas de las bandas están resultando insuficientes, tanto como inexistente es su repliegue y ayudas sobre los laterales. Por su parte, Valerón, superado en su vuelta a la Primera, no termina de hacerse con el mando del balón en campo contrario, lo que acorta las posesiones y facilita la transición del rival a campo abierto sobre un repliegue -todavía- frágil.
Terminando la temporada pasada, describía los mecanismos que localizaba en el frecuentemente descalificado juego blanquiazul. En él ya se destacaba como aspecto negativo del conjunto que el exceso de ímpetu de Álex Bergantiños en el robo provocaba un espacio suficiente para que el mediapunta rival recibiera y girara con tiempo y opciones de pase suficientes como para que casi cualquier monte fuera orégano. Ello solo podía ser solventado por una anticipación alta de los centrales o los laterales, haciendo pasar por griega la prima de riesgo de su espalda. La solución adoptada este año, ya sin Álex en el once, pasa por forzar la colocación paralela y retrasada de Abel Aguilar y Juan Domínguez. ¿El resultado? Hasta ahora, posiciones fáciles de recepción, giro y asistencia para el creador (Modrić y Rakitić). No parece ser que se haya encontrado la tecla. Las bajas sufridas este verano tampoco ayudan a modificar la tendencia, puesto que ninguno ha encontrado su sitio a pesar de que los sustitutos encontrados parecían ser de garantías. La de Colotto, pilar en anticipación, ha sido cubierta con Marchena, más estático y conservador, también desacertado en salida de balón ante la baja de Zé Castro. Morel no acaba de ser sustituido por un flojo Evaldo y el aún por estrenar trabajo defensivo de Pizzi hace parecer que no juega ni siquiera al mismo deporte que Guardado. Camuñas también está, pero aún se le espera. La lesión de Laure nos ha devuelto de la cripta el pundonor de Manuel Pablo, a quien parece que la luz de los focos dejó de sentarle bien hace demasiados años. Los problemas se acumulan en las bandas, donde el Deportivo no está sabiendo resolver situaciones de igualdad numérica y escucha el zumbido de los Stuka cuando a un lateral despistado se le ocurre caer en picado en dirección línea de fondo.
Por contra, aún hay buenas noticias en el sector ofensivo. Pese a que en el último partido, el Deportivo buscó la salida limpia desde atrás y encontró a Godot vestido de Javi Fuego, sí ha mostrado capacidad de asociarse en torno al balón desde el fondo, incluso en momentos de proverbial dificultad como el justísimo 3-1 al descanso recibido en Valencia y que devino en meritorio empate tras 45 minutos de ejercicio de fe en torno al dogma esférico. También los partidos contra Sevilla, Getafe y Granada han presentado momentos de una solvencia que parecía recordar al equipo del año pasado: competitivo, veloz y dominador. En ninguno de ellos llegaron los tres puntos, debido a una mezcla de irregularidad y carencia de calidad achacable en buena medida al discutible momento de forma de Valerón. En definitiva, la tan cacareada eficacia del Deportivo desapareció tras hacer, eso sí, acto de presencia frente al Osasuna en la primera jornada de Liga. Desapareció la contundencia y la solidez, desapareció el control con y sin balón del ritmo del partido, desaparecieron las superioridades en banda, la llegada constante de los laterales y el apoyo de segunda línea a la zona de remate. Desapareció el dominio doble sobre el eje vertical y horizontal que ejercía Guardado. Desapareció Valerón en su conjunto y desapareció el Bruno Gama que, con un equilibrio mágico entre el desequilibrio y el control del balón, se convirtió en pieza clave en la segunda vuelta del ascenso. Vamos, que algunas cosas se perdieron, otras se vendieron y otras, sencillamente, no espera uno volver a encontrarlas en Riazor a menos que baje la marea. Que ya se sabe que el mar acaba devolviéndolo todo.
Si ya de por sí podíamos considerar el plan de ataque del Deportivo flexible aunque sólido, la desaparición de muchas de las bases de su éxito lo ha convertido en un equipo líquido, tembloroso; naïf en su total dependencia del gesto técnico de Pizzi y Bruno Gama o de la capacidad para encontrarse una ocasión de Riki y Nélson Oliveira.
¿Y qué podemos esperar de este Deportivo frente al nuevo Barça de Tito Vilanova? Aunque resultado e imagen ofrecidos en el Bernabéu supongan un lastre en la caída, es muy posible que Oltra apueste por la misma disposición y los mismos hombres, con la excepción de Laure por Manuel Pablo. El 4-2-3-1 parece haber mutado a 4-3-3, aunque será de especial importancia las labores de espeleología que los extremos puedan realizar en busca de espacios adscritos a la profundidad de visión de Xavi. El objetivo es apuntalar el centro del campo con Álex, Abel y Juan Domínguez dificultando las líneas de pase y la circulación del falso 9 blaugrana. El plan de ataque debería incluir la habilitación del número 10 en campo rival con el objetivo de restar posesión al Barcelona, para lo cual se necesita que Pizzi y Bruno Gama dejen de funcionar como jugadores-embudo y amplíen su rango de movimientos a algo más que la finalización.
¿Hay esperanza en el seno deportivista? El entorno que rodea al partido no parece el más propicio para que los coruñeses pesquen puntos en el mar de dudas del equipo blaugrana. Y quizá por eso haya más esperanza, por esa sorpresa indeleble al fútbol, por esa ilusión muy parecida al “a alguien le tiene que tocar” de la Lotería. Se espera, en todo caso, un enorme protagonismo de Xavi, con toda probabilidad el más liberado en la parcela central. Se espera, por consiguiente, un partido lento, espeso, probablemente brutalista y quizás trabado, donde la paciencia jugará del lado herculino. También tendrá su cuota de protagonismo el cansancio acumulado por gran parte de la plantilla del Barça jugando a ese Risk organizado por la FIFA que aparece y desaparece entre el calendario de rutina, así como las notables ausencias en la defensa. Aunque el jugador más importante de los coruñeses será Riazor, ansioso en su retorno a las grandes citas, abarrotado como casi siempre, ruidoso y -esperemos- unámine sabiendo que al menos el Barça, vuestro Barça, ya está aquí.