Pep Guardiola tuvo una confianza ciega en Abidal. Como en tantos otros casos, vio en él desde el primer día lo que muchos otros tardaron en apreciar: el potencial de un central vestido de lateral. Su poderosa zancada aprovechaba el carril exterior y pese a no tener gran vocación ofensiva medía bien sus incorporaciones, pero a Guardiola le interesaba sobre todo como tercer hombre en el cierre. Prodigioso corriendo hacia atrás aunque la transición defensiva le pillara muy arriba, duro fajador en el cuerpo a cuerpo y con carrocería de central para la disputa aérea y la defensa del área, fue el contrapeso perfecto para un equipo que volaba desde la derecha. La caballería que acudía en ayuda de una pareja de centrales completamente expuesta.

Jordi Alba es en muchos aspectos la antítesis de Abidal. Gran calidad asociativa, habilidad técnica en el espacio corto y lo más impresionante, una explosividad sostenida irreal que le permite sacar gran partido de su riquísima lectura de la conducción y el movimiento al espacio. Como lateral será a menudo el jugador más profundo del equipo. A cambio sus conceptos defensivos no son demasiado ortodoxos: jamás pesará ante el juego directo ni te cerrará el segundo palo como Abidal. Será generoso en la corrección hacia atrás, pero menos efectivo. En general, no puede ni debe ejercer de tercer central encubierto. El francés encarnaba como pocos la voluntad de control de Pep Guardiola. El catalán ilustra como nadie el vértigo del nuevo Barça de Tito Vilanova.
Que se lo digan al ocho, al que a lo largo de la era Guardiola no nos entusiasmaba ver en banda izquierda. Sin un lateral con mucho vuelo el sector zurdo reclamaba un extremo que garantizase la amplitud del ataque. Si se le pedía eso al manchego su incidencia en el juego se resentía demasiado, pero si otro aseguraba esa fijación… entonces Iniesta gozaba de un espacio impagable para su batida de línea desde el interior izquierdo. Hoy el escenario es muy diferente: el nuevo Barça de Tito Vilanova ha explotado cuando Iniesta ha partido de la banda. Su recorrido siempre tenderá al interior, y ahí está Jordi Alba para desdoblarle. Y para profundizar. Y Cesc, un interior que domina ambos registros. Las piezas encajan.