CUANDO EL BARÇA DE RIJKAARD ALCANZÓ LA MADUREZ

Por Jordi Iglesias, Chopi


Introducción

Todos los aficionados tenemos en el recuerdo algún partido que, a pesar del transcurso de los inviernos, seguimos recordando con entusiasmo, efusividad y cariño. Como culé, con el vago recuerdo de un niño que anhelaba el gol de Koeman en Wembley, esperaba deseoso el momento en que ser plenamente consciente de lo que significaba que tu equipo levantara una Copa de Europa. De esta forma, del Barça de Rijkaard tengo grabado en el corazón la ida de semifinales de la Champions de 2006. Un Milan-Barça que a mi juicio se convirtió en la prueba de fuego de un equipo llamado a tener un ciclo más duradero en nuestro país y en el continente pero que se apagó inesperadamente tan rápido como brillantemente ascendió a los altares de la perennidad. Va a ser un recorrido algo largo, pero prometo que no os va a decepcionar.  

Contexto político europeo y español


Primavera de 2006. Europa disfruta de una época de expansión económica acentuada por la fortaleza del euro y la prosperidad de sus principales potencias en medio de un clima de incertidumbre política tras el fracaso del Tratado Constitucional de la Unión Europea en 2004. Por ello, la UE en bloque negocia una revisión y modificación de los Tratados de Roma (1957) y de Maastricht (1992), que habían dado origen respectivamente a la Comunidad Económica Europea y la Unión Europea, antesala de la vigente Unión Económica y Monetaria. Con todo, y a pesar del euroescepticismo inherente a la propia UE desde sus orígenes, en 2007 se firmaría el Tratado de Lisboa, base del actual funcionamiento y estructura de la Europa de los 27.
España, gobernada por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, cumplía la mitad de su primer mandato en un ambiente de euforia apoyado en las cifras económicas que no hacían sino reflejar los momentos más álgidos de una burbuja inmobiliaria que, como todas las burbujas, acabaría por estallar. Zapatero, además, favoreció la regularización masiva de inmigrantes para satisfacer las demandas del mercado laboral, en un efecto llamada que consolidaba a España como un país receptor de población, cambiando paulatinamente el ecosistema socio-cultural del país. El boom de la construcción afloraba en cada rincón de la meseta y, en especial, del litoral español, el turismo seguía creciendo y las exportaciones ayudaban sobremanera a paliar el déficit histórico de la balanza comercial. Uno podía pensar que la marca España cotizaba al alza en el contexto no solo europeo sino también internacional. Segunda y tercera vivienda, dos y tres coches por familia, créditos para irse de vacaciones a las antípodas, jóvenes sin apenas formación con ingresos a mansalva gracias a la construcción… Como dato irrefutable, ese año 2006 la tasa de paro cerraría el año al 8,3%, el nivel más bajo desde 1979.

Al margen de lo económico, que funcionaba por sí solo en plena inercia de los mercados y la burbuja, el gobierno no priorizó sino las políticas sociales favorables a colectivos tradicionalmente más desatendidos. Tanto en términos simbólicos como necesarios: legalización de los matrimonios gays, protección de la mujer ante los crecientes asesinatos y maltrato del llamado “de género”, elaboración de la ley de la dependencia, etc.
Contexto Barça

rijkaard1Tras el nefasto fin del nuñismo con el mandato de Gaspart en el Barça, con una conjugación de crisis económica y deportiva sin precedentes, Joan Laporta, abogado y reconocido opositor a Núñez y Gaspart desde joven, había llegado a la presidencia del club junto a una directiva joven y ambiciosa en la que destacaban Sandro Rosell, Ferran Soriano y Marc Ingla. Además de la carta de ‘Txiki’ Begiristain, miembro histórico del Dream Team, como director deportivo. Era junio de 2003 y se empezaría a gestar el principio del cambio en la inercia histórica del club blaugrana. Para el proyecto futbolístico, el elegido para reflotar la nave fue un joven y simpático brasileño procedente del PSG: Ronaldinho. El mediapunta se consagraría como uno de los mejores jugadores del mundo en can Barça con un Balón de Oro (2005) y dos FIFA World Player (2004 y 2005), pero, lo más importante, sería el estandarte de un equipo que, dirigido por Frank Rijkaard -leyenda como jugador del ‘Milan de los holandeses’ y con una breve pero poco exitosa experiencia como técnico oranje y del Sparta de Rotterdam-, se ganaría un hueco en la historia de la Liga y la Champions League. Como escuderos del holandés en el banquillo estaban su compatriota Henk Ten Cate y Eusebio Sacristán, coétaneo de Begiristain y actual técnico del Barça B. Además de Ronnie, la principal incorporación veraniega fue la de Rafa Márquez, procedente del Mónaco. El mexicano cumpliría con nota alta durante toda su etapa como barcelonista hasta la temporada 2008-09, la primera de Guardiola. Se hizo rápidamente con el puesto de central y en momentos lo alternó con la posición de mediocentro ante el déficit de la plantilla en la posición.

Una plantilla en la que figuraban canteranos de pedigrí como Valdés, Xavi, Puyol o Iniesta, distintas generaciones con el de Fuentealbilla como más joven llamando a la puerta de los mejores. Pero, salvo Puyol, distaban de ser aún jugadores asentados en la primera escena europea. Por encima de ellos estaba aún uno de los símbolos del último Barça ganador: Luis Enrique. El asturiano dejaría el Barça tras esa primera campaña de Rijkaard, con el brazalete puesto y 8 temporadas como blaugrana a sus espaldas.
Después de un pésimo comienzo de aquél Barça renovado, estando a punto de ser destituido el técnico holandés en Navidades, el conjunto cambiaría radicalmente la inercia logrando terminar segundo a 5 puntos del Valencia de Rafa Benítez. Resaltable fue el papel de un Edgard Davids llegado en el mercado invernal. El Pitbull dio algo más que oxígeno al centro del campo. Lo más importante, al margen de las evidentes mejoras en el juego, es que volvería a competir con los mejores en Europa: la Champions League.

En verano de 2004, llegaron nuevos refuerzos, entre los que destacaron por encima del resto, el delantero camerunés Samuel Eto’o -procedente del Mallorca-, Deco y Giuly –finalistas de la última edición de la Champions con el campeón Oporto y el subcampeón Mónaco, respectivamente-. Además de ellos, el Campeón del Mundo en 2002, Edmilson, los laterales también brasileños Sylvinho y Belletti y el veterano delantero y mito sueco Henrik Larsson. A estas incorporaciones cabe añadir que esa temporada jugaría los primeros partidos con el primer equipo un jovencísimo Leo Messi, cuya leyenda aún debería esperar sus días de gloria.

Eto’o precisamente fue el protagonista final en Liga, dando el gol del alirón en el Ciutat de València ante el Levante. El Barça se quitaba un peso de encima con la consecución de un título que se resistía desde 1999. La travesía por el desierto había sido ciertamente pronunciada y había terminando alejando mucha gente del Camp Nou, nostálgica de buen fútbol además de resultados. Pero aún faltaba la consagración. El sello legítimo de cualquier club europeo que pretenda ser evocado para la posteridad: la gloria en la Champions League.

2005, como decimos, marcaba el regreso del Barça a la máxima competición europea, pero el Chelsea de José Mourinho -en el primero de los duelos que unirían al portugués y club catalán de ahí en adelante- se cruzaría en su camino. Con el recuerdo aún imborrable del naufragio en Stamford Bridge en aquella vuelta de octavos de final, el equipo de Rijkaard se conjuró para volver a intentarlo en 2006. Esta vez ya como campeones de Liga y con la semilla de derrotas como aquella en Londres que eran un peaje a pagar camino de la gloria. Eliminatorias que hacían madurar a un fruto al que no le quedaba tanto para ser recogido.

Barça 2006

051221085021.w90eo3f20_ronaldinho-messi-y-eto-o-ofrecen-sus-premios-bPara la temporada 2005-06, llegarían dos caras nuevas: Van Bommel y   Ezquerro. El primero tuvo bastante protagonismo en partidos importantes, especialmente en Champions, mientras que el ex del Athletic fue más bien un actor residual en el colectivo. De esta manera, Frank Rijkaard tenía entre manos una plantilla bastante completa y compensada, fruto de un buen trabajo de la secretaría técnica y el crecimiento constante de Valdés, Puyol, Xavi e Iniesta, emblemas de una cantera prolífica. Además, Leo Messi empezó a discutir la titularidad a Giuly en derecha pese a su juventud, dando muestras de un gran talento y una explosividad como pocos, siempre acompañándose de unas impresionantes conducciones con la pierna izquierda. Empezaba a mostrar al mundo aquella diagonal derecha-dentro con la que asombraría al mundo.

El técnico holandés había configurado el equipo alrededor del 1-4-3-3 con matices importantes en la salida de balón, casi exclusividad de Rafa Márquez cuando actuaba como central derecho. El movimiento clásico era buscar a Ronaldinho, que partía desde la banda izquierda para crear en busca del último pase o conducir hacia dentro en busca del disparo. Desde ahí pudo lucir con estética y eficacia un bello gesto técnico como pocas veces se ha visto en un terreno de juego. El brasileño, con el paso de las temporadas, fue poco a poco tendiendo más hacia posiciones centradas en el frente de ataque. Por ello, un lateral de largo recorrido pero firme posicionalmente como Gio Van Bronckhorst, llegado en primera instancia como cedido en 2003, se convirtió en un activo muy válido para fijar la izquierda. Con un Ronaldinho en la práctica como un centrocampista más, la superioridad por dentro en muchos partidos era una realidad.

Además de Gio y Márquez, Puyol era un valor incuestionable en defensa, capitán del primer equipo y alma del mismo tras la retirada de Lucho. Un futbolista de perfil bajo como Oleguer tuvo su cuota de protagonismo tanto en el lateral como central, sobre todo por sus teóricas cualidades defensivas. Si bien es cierto que empezó bien, su rendimiento acabó muy por debajo de lo vislumbrado al inicio. Belletti, inconstante a la hora de defender, suponía un plus en ataque con sus subidas desde el lateral, aunque siempre careciendo de cierto orden y rigor. El ex del Villarreal acabaría dibujando uno de los momentos más recordados de la historia contemporánea culé. Para el lateral izquierdo, Sylvinho era un jugador que aportaba siempre que era requerido aunque GVB era titular casi siempre.

Márquez solucionaba muchos de los problemas en iniciación de una base que había sufrido con Gerard, Edmilson o Motta como MC; como destacábamos anteriormente el propio mexicano actuó en no pocos partidos como mediocentro. Una posición por la que llegaron a actuar además de los precedentes, tanto Xavi como Iniesta, quienes la mezclaron con la de interior. En este puesto, Deco se erigió en indiscutible, destacando sobre todo como interior derecho. El ex del Oporto hacía gala de mucha clase en la conducción y el pase partido tras partido además de un gran trabajo y desgaste físico, sumando mucho en el robo. Recordados son sus goles de disparo lejano, con más de uno incluyendo esos famosos rebotes que tanto despreciaban los porteros rivales. Era el ingrediente sudamericano (brasileño de nacimiento aunque internacional con Portugal) que complementaba a Ronaldinho en ataque. Un toque sudamericano que no debe pasar desapercibido en aquél equipo ya que se nutría de muchos cambios de ritmo y velocidad para sorprender a las defensas. A ellos, se les unió el ya citado Mark Van Bommel. Una rotación sobre el papel más que notable que acabaría siendo decisiva ante la larga lesión de Xavi, que se perdió el tramo decisivo de temporada.

En derecha, Giuly fijaba más la cal y a pesar de no tener mucho desborde, nutrió de bastante buen fútbol al conjunto con sus rupturas a la espalda del lateral izquierdo. Le gustaba vivir al límite del fuera de juego y sobre todo era un jugador incansable, que percutía con insistencia. Hacía pocas cosas pero todas muy bien. Mientras, en la delantera, Eto’o se estaba consagrando como uno de los mejores 9 de Europa y esa misma temporada acabaría como pichichi y actor principal en Saint-Denis. Por esa posición habían pasado Saviola/Kluivert en la primera temporada de Rijkaard, Larsson llegó a ocuparla en algunos encuentros –pero cabe señalar que muchas veces actuaba como extremo derecho- y el argentino Maxi López, llegado en el mercado invernal de la 2004-05 para hacer frente a la baja de Eto’o. Lo más destacado de la gallina fue su gol en el debut de Champions frente al Chelsea.

El Barça de Rijkaard no se recreaba en la salida pero llegó a alcanzar fases de juego posicional realmente brillantes. Teniendo a un foco tan especial y diferencial como Ronaldinho, la tentación de buscarle rápido era una realidad, pero no es menos cierto que el equipo, analizado en su globalidad, fue más una orquesta coral que un solo. Las individualidades acababan marcando la diferencia como consecuencia del trabajo colectivo. Precisamente, parte del declive vendría explicado parcialmente con la anteposición de los nombres sobre el grupo cuando el equipo parecía pedir otras cosas.

Tras pérdida, eran un conjunto realmente aseado, liderados por un Eto’o que mordía a la zaga con hambre y fiereza. Salvo Ronaldinho, exento de esa labor, el resto tenía muy claro que había que recuperar lo antes posible el cuero. Recuerdo que Michael Robinson bautizó la presión del Barça como “una manada de lobos”. La importancia que daba Rijkaard a este aspecto seguramente se deba a su etapa como futbolista en el Milan de Sacchi, algo que mezcló muy bien con la formación recibida en la escuela del Ajax, equipo con el que debutaría y colgaría las botas. Al final dicen que un técnico suele ser el resultado de las fuentes de las que ha bebido además de su propia intuición y criterio. Desde luego que Frank tenía las suyas, no cabe duda.

Y su Barça tuvo su momento. Se convirtió en un equipo sólido, difícil de superar y muy fiable. Marcada tendencia ofensiva con menor elaboración en fase inicial, gran presión tras pérdida y alto rango de libertad en los atacantes, destacando por encima del resto el mejor Ronaldinho que hayamos visto jamás. Un equipo que no tuvo la continuidad que cabía esperar en sus dos últimos años pero que grabó con letras doradas el precedente más cercano del Barça más exitoso de la historia. Con varios de sus jugadores ya presentes entonces.

Un equipo que fue el más regular y con bastante diferencia, de la competición doméstica de 2006, alcanzando su segunda Liga consecutiva en Balaídos. Pero aún faltaba una ilusión. Un sueño que tantas otras veces se había transformado en pesadilla y en noches en vela. Estaba en juego la Champions League.

Champions League 2006

El Barça llegó a una nueva edición de la Champions muy motivado y sabedor de los errores de la pasada edición. En un grupo junto a Werder Bremen, Udinese y Panathinaikos, no pasó apenas apuros para afianzarse como primero de grupo con 16 GF y 2 GC. Los caprichos del destino hicieron que en octavos se volviera a topar con el Chelsea y José Mourinho, pero esta vez con la vuelta en el Camp Nou. Tras un primer duelo inolvidable en Stamford Bridge (1-2), Ronaldinho sentenció con un golazo en el partido de vuelta en un encuentro que terminaría con empate a uno merced a un muy postrero gol de Lampard. Superado el escollo blue, en una sweet revenge que esperaban desde la temporada anterior, el Benfica se postuló como siguiente rival. La ida en Lisboa fue un acoso y derribo blaugrana, con el 0-0 final no reflejando los méritos de unos y otros. Ya en el Camp Nou, el guardameta brasileño del Benfica, Marcelo Moretto quería seguir siendo protagonista y llegó a detener un temprano penalty a Ronaldinho. Sin embargo, el 10 se redimiría poco después batiéndole para el 1-0. Con la incertidumbre de la eliminatoria planeando sobre el templo azulgrana y tras algún susto de los portugueses sobre la portería de Valdés, Eto’o certificaría el pase a semis casi en el 90’.

El FC Barcelona no alcanzaba las semifinales desde la temporada 2001/02, temporada en la que el eterno rival, el Real Madrid, le apeó de volver a la máxima final continental 8 años después. El rival que entonces aguardaba en el penúltimo escalón era el vigente subcampeón de Europa y uno de los mejores equipos tanto por plantilla como tradición de la competición: AC Milan. Eran nada más y menos que 6 Copas de Europa rossonere vs 1 blaugrana. Parecía el momento ideal para intentar desafiar a la historia y superar de alguna manera la eterna amargura de la noche de Atenas (1994). La noche en la que Capello y sus jugadores empezaron a señalar el principio del fin del mágico Dream Team de Cruyff.

Milan 2006

El histórico equipo de la Lombardía se presentaría a la cita de semifinales como el segundo más laureado de la historia de la Copa de Europa (6), a tres del Real Madrid. Además, llegaría como vigente subcampeón de la competición tras desaprovechar un 3-0 favorable en la Final de Istanbul ante el Liverpool dirigido por Rafa Benítez en una de aquellas finales más imprevisibles y recordadas de las últimas décadas que se acabó decidiendo desde el punto de penalty. Para poner un poco más las cosas en perspectiva, en 2007 volverían a encontrarse con los reds en el partido decisivo, pero esta vez sin darles opción a la victoria. En 2003 habían logrado la sexta a costa de la Juventus por penaltis tras un partido soso y que hizo gala de todos los estigmas -otras tantas veces injustos- del fútbol italiano. Por tanto, hablamos de un equipo que llegaría en la primera década del siglo XXI a tres finales de Champions (2003, 2005 y 2007), resultando campeón en dos de ellas. Su leyenda con la ‘orejona’ no hacía sino engrandecerse.

Milan 2006Dirigidos por Carlo Ancelotti desde 2001 -que coincidió con Rijkaard en el Milan de Sacchi para levantar 2 Copas de Europa seguidas (1989 y 1990)- y con un viejo conocido de la afición española como segundo -Mauro Tassotti-, el Milan contaba entre sus filas con auténticas leyendas en vida. En defensa dos hombres destacaban por encima del resto ya que habían jugado bajo las órdenes de Arrigo Sacchi a finales de los 80: Paolo Maldini y Alessandro Costacurta, ambos con 5 Copas de Europa. Junto a ellos, unos experimentados Alessandro Nesta como central -ex de la Lazio- y Cafú, que había vivido sus mejores momentos como lateral derecho en la Roma. Ambos ya tenían sobradamente un hueco entre los mejores de los últimos tiempos. Otros destacados en esta línea del equipo eran el holandés Jaap Stam, con una sólida carrera en Europa y el georgiano Kaladze, muy útil para el técnico ya que se acoplaba tanto como lateral como central. Un perfil bajo comparado con los nombres anteriores pero que solía cumplir.

Il Eterno, (1985-2009), como terminaría siendo conocido Paolo Maldini, sucesor por galones de Baresi tras la retirada de éste último, fue uno de los mejores zagueros de los 90 e inicios del siglo XXI, tanto como lateral izquierdo como central. Y eso que era diestro. Se retiraría como el jugador que más partidos habría disputado con la casaca rossonera y el que más partidos habría disputado en Serie A. Curiosamente había coincidido con Ancelotti jugador. Todo ello con un palmarés envidiable que incluía nada más y nada menos que 7 scudetti y 5 Copas de Europa (como Costacurta). Además, participó en 4 Mundiales (1990, ’94, ’98 y ’02). Más de 1000 partidos como profesional. Casi nada.

En el centro del campo, un limitado en lo técnico Gattuso, calabrés de origen, se había ya convertido en todo un icono de la afición rossonera, que veía en él al jugador que compensaba sus carencias con todo corazón, sudor y esfuerzo; Massimo Ambrosini -el único superviviente en la actualidad de aquél equipo- acumulaba su décima temporada en el club siendo un sustituto de garantías en la contención; Serginho, un brasileño de largo recorrido que acabó jugando más como lateral que extremo en sus últimos años, bastante atípico pese a su nacionalidad. Pero sin duda, en los centrocampistas, cuatro nombres brillaban por encima del resto: dos ilustres con clase por doquier como el talentoso mediapunta portugués Rui Costa y el eterno holandés de Paramaribo, Clarence Seedorf (4 Copas de Europa con tres clubes), quien aún sigue hoy día dando guerra por el Botafogo brasileño; un joven y emergente Kaká, que con 23 años estaba llamado a ser indiscutiblemente una de las grandes estrellas del firmamento futbolístico -acabaría ganando el Balón de Oro en 2007-; y Andrea Pirlo, el gran reggista del calcio en la última década que sigue impartiendo lecciones sobre el césped, todo y que ahora defendiendo los colores bianconeri.

Pero los nombres y la calidad no terminaban ahí, faltaba la guinda. Los encargados de los goles. Para ello estaban el ucraniano Shevchenko, ídolo rossonero y uno de los símbolos del último gran Milan campeón. Como dato de la grandeza de Andriy, era el capitán en ausencia de Paolo Maldini pese a no ser de los italianos del equipo. Junto a él, tres italianos empezaron la temporada, los veteranos Christian Vieri y Pippo Inzaghi y un precoz Gilardino que había despuntado con el Parma y que había sido fichado ese mismo año.
En portería es donde encontramos menos glamour claramente si bien el brasileño Dida cumplió con creces durante su estancia en Milano aunque terminaría en sus últimos años bastante discutido.

Carletto, por tanto, tenía mucho donde escoger. Una súper plantilla, sin rodeos. Una generación veterana y experimentada en la que los jugadores más jóvenes ya estaban igualmente curtidos en decenas de importantes batallas. Una colección de cromos que estaba viviendo su momentum, el del último gran Milan campeón: 2 Champions League (2003 y 2007), 2 Supercopas de Europa (2003 y 2007), Scudetto (2004), Copa de Italia (2003), Supercopa de Italia (2004) y Mundial de Clubes (2007).

El técnico italiano dejaría el equipo en 2009 y puede resultar curioso que en sus 8 años solo conquistara una vez la Serie A. Sin embargo, cabe destacar que en aquél momento la liga italiana vivía sus últimos coletazos de la grandísima competición que fue a lo largo de los 90 con varios equipos candidatos legítimos a alzarse con el triunfo final. Y es que, además de los tres gigantes del Norte (Milan, Inter o Juve), las dos entidades de Roma (Lazio y Roma) e incluso en la segunda mitad de los 90 Parma o Fiorentina, tenían auténticos plantillones. Era otra época en Italia en la que los clubes invertían muchísimo en fichajes y claramente eran la liga de referencia. Una dinámica que se rompería precisamente a partir de 2006 con el escándalo del amaño de los partidos conocido como Calciopoli o Moggigate, que terminó con el descenso administrativo, entre otros, de la Juventus y la penalización en forma de puntos para equipos como el propio Milan (que empezó con -8 la temporada siguiente), Fiore, Lazio, Siena o Reggina.

A pesar de aquello y con algunos jugadores del Milan como protagonistas (especialmente Pirlo y Gattuso, en menor medida Gilardino y un residual Inzaghi), ese mismo año Italia fue capaz de levantar el cuarto Mundial en Berlín ante la Francia de Zidane, emulando un poco su historia de España ’82. Una Italia que quiere en la actualidad reverdecer viejos laureles con una mezcla de nuevos y sabores de siempre.

18/04/2006: AC Milan – FC Barcelona

En un idílico escenario que respiraba tantas tardes y noches de fútbol y gloria como el Giuseppe Meazza, ubicado en el barrio milanés de San Siro, Milan y Barça, legítimos aspirantes al trono europeo, se enfrentarían en un partido crudo y áspero de rondas finales de Copa de Europa. Cerrado, disputado y con contadas ocasiones de gol claras. Un partido en el que cualquier paso en falso, cualquier error, pesaría mucho dada la calidad de la mayor parte de los nombres repasados anteriormente. Un encuentro que acabaría designando al futuro campeón y que lo encumbró al firmamento europeo no precisamente por la excelsa y delicada brillantez de otras noches, sino por la solidez, el saber competir y sufrir en un contexto que demandaba exprimir lo máximo de cada uno.

XI Barça (1-4-3-3): Valdés; Oleguer, Márquez, Puyol, Gio; Edmilson, Van Bommel, Iniesta; Giuly, Eto’o, Ronaldinho.

Suplentes: Jorquera, Belletti, Motta, Maxi López, Ezquerro, Sylvinho y Gabri.

XI Milan (1-4-3-1-2): Dida, Stam, Nesta, Kaladze, Serginho; Pirlo, Gattuso, Seedorf; Kaká; Shevchenko, Gilardino.

Suplentes: Kalac, Cafú, Maldini, Rui Costa, Vogel, Ambrosini y Amoroso.

XI Barça Semis UCL 2006XI Milan Semis UCL 2006

El Barça no podía contar para ese partido ni con Deco (sancionado) ni con los lesionados Larsson, Xavi y Messi, éstos dos últimos de larga duración y que no llegarían ni siquiera a disputar la final de París en mayo. Por ello, Rijkaard intentó armar un equipo bastante físico en medio campo con la presencia de Edmilson y Van Bommel, a pesar de ser futbolistas muy planos y con algunas carencias en la asociación. Un jovencísimo Iniesta de interior izquierdo (22 años) dejaría muestras de su talento, aún cociéndose a fuego lento, y a pesar de cierta falta de continuidad durante el partido, aquél choque fue una nueva prueba para él, como ya lo había sido la eliminatoria ante el Benfica, donde había destacado jugando como medio centro en el partido de vuelta.

Si bien la banda derecha parecía el flanco más débil, con un Oleguer que no superaría apenas la línea de medio campo y un Van Bommel en tareas oscuras más que otra cosa, el principal movimiento ganador indicaba que podría ser el desplazamiento de Márquez a Ronaldinho (de central derecho a extremo izquierdo), de manera que el brasileño pudiera recibir, controlar y tender hacia dentro, donde podría hacer uso de su clarividencia en el último pase o disparo. Además, con Gio como un lateral de largo recorrido, nada que ver con Oleguer, el movimiento cobrabaría más sentido si cabe. Por ello, la movilidad de Eto’o en todo el flanco de ataque y el fuera-dentro de Giuly buscando la diagonal fueron una descubierta intención cuando el equipo tuvo la pelota en 3/4 de campo. Más intención que resultado ya que el Milan, muy bien protegido en la zaga con hombres experimentados como Stam, Nesta, Kaladze y Serginho, no pasó realmente apuros en la primera parte. A diferencia de los blaugrana.

Aunque los de Ancelotti llegaban a ese partido con todo su potencial salvo por la baja de Inzaghi, el técnico optó por dejar de inicio en el banquillo a ilustres veteranos como Maldini, Rui Costa o Cafú. Algo que a priori podría sorprender y que no hacía sino reflejar la gran plantilla que tenía entre manos. Con Kaká liberado ejerciendo de trequartista por delante de tres centrocampistas -Gattuso y Seedorf como interiores y Pirlo como reggista– y la movilidad de los dos puntas, Gilardino y Sheva, produjeron dos ocasiones muy claras en los primeros 45’. San Siro ya cantaba gol cuando Valdés se encargó de enviar al limbo sendas ocasiones. La presión ambiental era tremenda y el aliento de los tifosi daba fuerzas y alas a un Milan que encontraba debilidades en el lado de Oleguer y con la mayor rapidez de Kaká vs Edmilson y Shevchenko vs Puyol, éste último uno de esos duelos para recordar. El capitán del Barça vería tarjeta amarilla en la primera parte, con todo el riesgo añadido que supondría para el resto del partido. El equipo trataba de responder con la calidad de los hombres de arriba, Ronaldinho a la cabeza. Pero no terminaba de aparecer ese último pase que resquebrajara la defensa local bien por desacierto bien por la fuerte atención de Gattuso sobre Ronnie. El calabrés fue un activo fundamental para los suyos ya que impedía la tan ansiada superioridad por dentro de los culés. Con un predominio de horizontalidad en el juego del Barça, el partido moriría en su primer acto en un clima de mutuo respeto. Sin heridas pero con visos de que cualquier detalle podría ser definitivo.

Milan-Barca-Partido-ida-semifi_54358150353_54115221155_600_244Y así ocurriría en la segunda mitad, de más viveza y ritmo desde un principio. Los espacios aparecían donde antes resultaba imposible y la sensación de que podría llegar el gol era ciertamente palpable. Así, de nuevo Gilardino desaprovecharía una gran asistencia de Kaká al poco de la reanudación. Entonces, se llegó al minuto 57. Punto de inflexión de la eliminatoria y de aquella edición de la Champions League. Ronaldinho detuvo el tiempo y se apoderó del espacio en una jugada que solo él podía imaginar. Se deshizo de Gattuso como si de un alevín se tratara y puso la pelota al espacio más inverosímil, a la espalda de unos Nesta-Kaladze que vieron inesperadamente como un ratón apellidado Giuly, desapercibido hasta ese momento, realizó un corto desmarque para colocarse en posición de remate y clavarla por la escuadra. El francés, justamente, llevaba en posición de delantero centro unos minutos, con Eto’o caído a la derecha. Aquél gol fue una auténtica obra de arte ingeniada por un mago brasileño.

Con el marcador desfavorable, el Milan buscó con más ahínco el gol, dejando asimismo más espacios para el Barça, mucho más cómodo y tranquilo con el 0-1. Así, en una contra vertiginosa lanzada por Giuly, el balón acabó en Ronaldinho que tras conducción envió un disparo que repelió el poste izquierdo de la portería defendida por Dida. El Barça controlaba más el partido alternando fases de ataque posicional con acciones esporádicas de contra-ataque en busca de la sentencia. Ronnie era descaradamente un centrocampista más en busca de la superioridad por dentro, donde destacó el temple y frialdad de Iniesta, más seguro de sí mismo a medida que transcurría el encuentro.

En los rossoneri, Ambrosini (por Gattuso) y Maldini (por Pirlo), que entraron en el tramo final de partido, tuvieron dos ocasiones claras, pero Valdés estuvo inquebrantable toda la noche, empezando a demostrar que su figura se agrandaría en partidos de tan vasto calado. Junto a ellos, Cafú había ingresado por Stam para dar una velocidad extra al equipo por derecha. Rijkaard, por el contrario, movió el banquillo con fines más bien conservadores y reactivos, dando entrada a Belletti por Giuly para controlar a Serginho, que había adelantado su posición con el ingreso de Maldini. El ex del Villarreal, sin embargo, tardaría poco en colocarse en su posición habitual de lateral derecho ya que Oleguer, con molestias físicas, fue reemplazado por Motta. De esta manera, el esquema variaría hasta el final de partido a una especie de 1-4-1-4-1/1-4-5-1, con el italo-brasileño reforzando la medular y el abandono definitivo de Ronaldinho de la izquierda a la media punta. Un intrascendente Maxi López sustituiría a Ronaldinho llegando al descuento, más para ganar tiempo que otra cosa. El encuentro moriría en el campo del Milan, con el Barça controlando el tempo y la situación. Dueño de su destino.

Cuando el colegiado francés Alain Sars se llevó el silbato a la boca, el Barça estaba un pasito más cerca de París. Había superado una de las pruebas más exigentes camino de la segunda Copa de Europa de su historia. Uno de esos partidos que acaba distinguiendo entre quienes besarán la gloria y los que se quedarán cerca de ella. Dos candidatos legítimos frente a frente que volverían a encontrarse en ediciones venideras, pero ya con un favoritismo claro de la pelota hacia el tejado blaugrana.

Con el paso del tiempo y contemplado en perspectiva, si algo nos quedó claro de esa noche del 18 de abril de 2006 es que el Barça de Frank Rijkaard alcanzó la madurez.