EL 11-1 DE CHAMARTÍN EN 1943 O LA AFIRMACIÓN DE UN RÉGIMEN

Este 2013 se cumplen setenta años de la derrota más dolorosa sufrida por el FC Barcelona desde su fundación en 1899. No la más amplia, que se remonta a los años treinta con un doce a uno infligido por el Athlétic de Bilbao, pero sin duda. la que más escoció por las circunstancias sociopolíticas que rodearon el encuentro. Es necesario recordar el contexto histórico y deportivo para constatar que aquel no era un mero trámite deportivo sino que se dilucidaba una cuestión de estado.


En el ámbito político, Franco había llegado al poder tres años antes y, para consolidar su régimen dictatorial, ejercía el poder mediante la fuerza, y con especial virulencia cuando tenía relación con las Vascongadas, como eran llamadas por entonces, o con Cataluña, las regiones menos adeptas al centralismo imperante. Tras la victoria de los nacionales en la guerra civil, el régimen nombró por decreto presidente del FC Barcelona al marqués de la Mesa de Asta, franquista reconocido y suspendió sin jugar hasta 1940 a jugadores sospechosos de ser republicanos e incluso a algunos no demasiado significados políticamente, como Raich o Escolá. A esto hay que añadir que durante la guerra, el equipo emigró a América para hacer una gira con la que sacar fondos para la subsistencia del club. Durante su estancia en México, algunos jugadores se quedaron a vivir en el país azteca. Especialmente recordados son los casos del portero Pep Iborra o especialmente el de Martí Ventolrá que se casó con una sobrina del presidente mexicano Lázaro Cárdenas.


Las competiciones oficiales se reanudaron tras el verano de 1939 y el FC Barcelona estaba hecho unos zorros, tanto en el aspecto económico como en el deportivo y social. En su primera temporada tras la posguerra, un equipo de circunstancias estuvo a punto de descender a Segunda División si no llega a ser por el buen hacer de Pep Planas, el técnico del momento, y por la dignidad de hombres como Nogués, León o Herrerita. Era un equipo en el que despegaba un juvenil llamado Mariano Martín y del que formaba parte Juan Rocasolano, tio-abuelo de la princesa Letizia. Tras una complicada temporada 1941-42 en la que el Barça evitó el descenso en una promoción ante el Murcia, el equipo empezó a crecer de la mano de Juan José Nogués. La campaña 1942-43, la del infernal encuentro de Chamartín,  el equipo se había reconstruido razonablemente bien y volvía a ser un candidato a luchar por los títulos. Destacaban en la plantilla el ya consolidado Mariano Martín, un jovencito César El Pelucas, el meta Lluís Miró y Pepe Bravo, el extremo sensación de la temporada y una de las pocas alegrías que tuvo la afición de Les Corts en aquellos grises años de plomo.

El equipo logró el tercer puesto en Liga y se clasificó para las semifinales de Copa. El rival era el Real Madrid, por entonces segundo equipo de la capital tras el Atlético y que había quedado décimo clasificado en el torneo liguero. El equipo azulgrana era claro favorito a la victoria y en el encuentro de ida disputado en Les Corts, el equipo azulgrana pasó por encima al blanco al ganar por tres a cero con goles de Escolá y de los extremos Valle y Sospedra. Durante el partido, los aficionados culés silbaron a los madridistas, algo que no se estilaba en la época y que denotaba el vínculo que el público encontraba entre el equipo madridista y el régimen imperante. Sin embargo, también hay que señalar que cuando el equipo blanco saltó al campo fue saludado con aplausos por el respetable. Estos gritos fueron reflejados por la prensa de la época, tanto en la barcelonesa (El Mundo Deportivo) como con especial virulencia en la madrileña. Baste ver la crónica que en el diario Ya hacía Eduardo Teus: “El público de Las Cortes (sic), al silbar a los jugadores del Madrid, se veía que increpaba claramente a los representantes de España”. Solo un apunte para ver la parcialidad del cronista; Teus, filipino de nacimiento, había sido portero del Real Madrid durante cinco temporadas y uno de los símbolos del club en los años diez.

La crónica de Teus en una época en la que no había televisiones caldeó el ambiente en un Chamartín lleno hasta la bandera. Por si esto fuera poco, con cada entrada los aficionados merengues recibían un silbato para ayudar a crear un ambiente hostil. El encuentro se celebró a las 19.30 de la tarde con un sol de justicia. Antes de empezar el choque, los jugadores estaban preparándose para saltar en el campo cuando irrumpió en el vestuario el director general de Seguridad de Estado, José Finat Escrivá de Romaní, conde de Mayalde para más señas. Dijo estas palabras: “Recuerden que algunos de ustedes juegan gracias a la generosidad del régimen, que les ha perdonado su falta de patriotismo”. Con estas palabras y el ambiente creado, la debacle era cuestión de tiempo. Fueron once goles como pudieron ser quince. Nada más empezar el encuentro, el colegiado Celestino Rodríguez expulsó a Benito, el mejor marcador azulgrana, por una entrada dura pero no constitutiva de roja según se puede leer en la prensa del día siguiente. El guardameta azulgrana, Miró, no podía acercarse a la portería porque le tiraban piedras desde la grada y, aunque parezca increíble, el árbitro no suspendió el encuentro. Con este caldo de cultivo, el Madrid logró ocho goles en el primer tiempo y otros tres en el segundo. Al final, se permitió que Mariano Martín lograra el gol del honor azulgrana. Solo queda un azulgrana vivo que puede constatar estos hechos, Fernando Argila, portero suplente en la época. Hoy en día es el decano de las Agrupació Barça Jugadors y recuerda este tipo de historias con la lucidez de alguien de treinta años.


Al día siguiente, Juan Antonio Samaranch, por entonces cronista deportivo para el periódico La Prensa y hombre afecto al régimen franquista, denunció lo acontecido y señaló que el conjunto azulgrana no había podido jugar. Fue expulsado del periódico, algo que tampoco le importó porque realmente él no era periodista sino que simplemente colaboraba en este medio, por lo que quiso ser fiel a los hechos acaecidos.

La historia de este encuentro es la crónica de una infamia, un claro ejemplo de la instrumentalización que el poder ha hecho a lo largo de la historia del deporte de masas. La rivalidad Madrid-Barça se multiplicó exponencialmente a partir de este partido y las implicaciones políticas en esta rivalidad se han arrastrado hasta nuestro tiempo. Pocas cosas más bonitas que el deporte puro pero eso es una utopía cuando hay tantos intereses mezclados.