El comienzo de esta historia acostumbra a ser contado desde la heroicidad y desde el héroe.

 “19 de junio de 2004: el Getafe CF SAD asciende a Primera División tras imponerse al Tenerife por 3 a 5. Sergio Pachón, responsable de los 4+1 goles azulones, culmina una temporada de ensueño, no solo en lo futbolístico sino también en lo social, y hace tambalear la denominación del estadio del club, Coliseum Alfonso Pérez. Un antes y un después en el club, en la ciudad. Un héroe para…” Bueno, esperad. Me gustaría empezar de nuevo; me gustaría contarla a mi manera. 
Finales de abril de 2002: un grupo de empresarios de la ciudad compra el Getafe CF SAD, asegurando así la estabilidad económica de la entidad. Con el objetivo de dar una mayor dimensión económica y social al club, Ángel Torres es nombrado presidente. Ese mismo año, el Getafe sube a Segunda División; dos temporadas más tarde, a la máxima categoría por primera vez en sus 58 años de vida. Y así, con casi algún título y algún tránsito por Europa, hasta hoy. 
Se pueden buscar otros nombres importantes con una relevancia incuestionable en el éxito reciente que ha vivido y, por qué no, vive el Getafe. Sin embargo, si la trayectoria de cualquier club está marcada por nombres propios muy concretos, el de Ángel Torres es el más decisivo y de mayor peso en el equipo de la capital del sur de Madrid; Ángel Torres es el héroe indiscutible del Getafe, y es precisamente este Getafe su heroicidad. 
En gran medida, culpa suya son la salud financiera de las cuentas, la permanencia durante estos años en la ahora Liga BBVA, la coherencia en la política de fichajes, el buen gusto por el fútbol, el buen nombre del club incluso en Europa y – claro que sí, de esto también – de la evolución de la relación entre afición y equipo. Para bien o para mal, él se sabe máximo responsable de lo vivido durante su mandato, entendiéndose así, por un lado, el desgaste sufrido a todos los niveles que le lleva a querer vender sus acciones desde hace no poco tiempo y, por otro, la creciente ambición generada (recordemos que llegó a reconocer públicamente que sus aspiraciones podrían pasar próximamente por presentarse a la presidencia del Real Madrid). Destaca negativamente en su gestión lo mal llevada que está la relación con la afición. Si bien la temporada del ascenso se consigue un apoyo social que no se vuelve a repetir ni siquiera al año siguiente o en la gesta europea, la fractura de la comunión entre equipo y seguidores se produce progresivamente. Los altos precios, principalmente, pero también la dureza climatológica del estadio o el empobrecimiento del nivel de la plantilla han alejado paulatinamente a la gente de uno de los estadios con menos encanto de nuestro fútbol, algo que, en cualquier caso, no parece explicar la marcha del equipo. 
Es más, y ya refiriéndonos a esta temporada, no parece el Getafe un conjunto al que jugar en casa o a domicilio afecte en demasía. Esto sucede desde que el césped del Coliseum dejara de regarse abundantemente en los minutos de calentamiento y de ser uno de los terrenos de juego más rápidos de la categoría, siendo esto factor clave en el desarrollo de sus partidos como local. Volviendo a la 2012-13, siquiera hay un patrón que indique modificaciones en base al rival en la mayoría de los casos. Luis García es un convencido de la jerarquía, la cual solo cuestiona por estados de forma alarmantemente bajos (por ejemplo, la reciente entrada de Colunga por Álvaro Vázquez). Asimismo, su plan de juego, tras una fase inicial de partidos tratando de encontrar el once tipo y los automatismos más idóneos a su criterio, apenas ha variado. El esquema ha sido 1-4-2-3-1 salvo la modificación a 1-4-4-2 con Colunga y Alcácer en doble punta allá por navidades para, primero, suplir la baja de Barrada en la mediapunta (sumada a la de Pedro León y Lafita como posibles recambios) y, segundo, dar el mencionado toque de atención a Álvaro Vázquez. Sobre el papel, la planificación de la plantilla parece notable, incluyendo nombres muy atractivos a priori. Sin embargo, la realidad es que a los más jóvenes parece llegarles pronto el reto, y a los más curtidos, lejos de su mejor momento. Ni siquiera Barrada ha rendido como la campaña anterior. Esto, unido a la gama de mediocentros de peor nivel desde que el Getafe ascendiera – nunca antes no hubo, al menos, un pivote técnicamente destacado -, tiene metido al equipo en una mediocridad de juego y posición en la tabla que, y ésta es mi opinión personal, esta vez sí merece. 
Los mejores resultados se produjeron de la mano de la consolidación defensiva: Valera – Alexis – Lopo – Mané con Xavi Torres – ya adaptado – y Míchel muy solidarios por delante. Se optimizó la coordinación entre líneas, se cerraron los pasillos interiores, se blindó a Moyá dentro del área y se concedió poco, francamente poco en casi cada partido. Esta mayor seguridad permitió a la línea de 3 mediapuntas dejar de correr con pensamiento defensivo y pensar más ofensivamente. Un gran momento de Lafita en la conducción y de Pedro León en el golpeo bastaron para estabilizar el rumbo. Poco importaba la transición ofensiva, que seguía siendo lenta, o lo secos de gol que estaban los delanteros, pues la madurez del colectivo daba sus frutos. Sin embargo, una suma de bajas sensibles (Abdel Barrada, Pedro León, Lafita, Mané, Míchel, Lopo…), así como una caída en el pico de forma de los que resistían, han alterado la positiva marcha del Getafe en las pasadas jornadas (hasta la última jornada en la que ganara al Deportivo de la Coruña, acumulaba 2 meses sin ganar). 
Resulta obvio que no hablaríamos del partido en los mismos términos refiriéndonos al Coliseum o al Camp Nou. El Getafe suele ser un huésped tranquilo en territorio blaugrana y ni el mal arranque de segunda vuelta del Barcelona, ni que haya compromiso internacional entre semana parece invitar a lo contrario. Esto es en parte porque, como decíamos, el Getafe suele ser insensible al factor campo y no condicionar su funcionamiento habitual al Barça lo tiene todo para ser una apuesta perdedora. En otros casos defenderíamos el mantenimiento de las pautas habituales – el Betis es quizás el mejor ejemplo en clave Barcelona – pero los madrileños tienen un mal endémico y es que para defender con seguridad necesitan juntar mucho la línea de mediocampo y la defensa, todo esto en una altura francamente baja (Alexis, líder de la zaga, es infinitamente más central pensando espacialmente hacia delante que hacia atrás). Las recuperaciones se producen muy atrás, la transición es normalmente lenta y la aventura hacia la otra portería se vuelve jurásica. 
El camino al éxito del Getafe, por tanto, será el convencional. Protegerse en los primeros minutos y enfriar el ritmo del encuentro. Con un comportamiento más propio de rugby que de fútbol, ir arañando metros a través de los golpeos en largo de Codina (Moyá es baja), los saques de banda y las faltas a favor, batallas de guerrilla que hacen del Getafe un equipo concentrado y fuerte en la mayoría de disputas. Los córners y faltas laterales son la mejor arma ofensiva indiscutiblemente, bastante bien trabajadas en ambas áreas, de hecho. 
Aunque lo normal es que no impacten ante el Barcelona, la última victoria dejó síntomas que llevaban tiempo sin aparecer en los azulones. El colectivo se sobrepuso a la expulsión temprana de Moyá, sufrió y supo sufrir, y todavía le quedó fuelle para atender la llamada final de su entrenador; Luis García se animó a ir a por el partido en cuanto tuvo oportunidad real de hacerlo y la plantilla respondió convencida de la victoria. No creo que en la grada haya habido mayor esperanza para el futuro en meses. Vuelven los buenos y ya no hay excusa. Año y medio después, y sin los fantasmas del descenso amenazando, Luis García ya no tiene margen en este sentido. Asimilada la pizarra, toca salir al patio y que cada uno se dedique a lo que le gusta y sabe jugar, y él no debe más que vigilarlos despreocupado. Los jugadores saben que es tiempo de recreo, sin que eso signifique que se ha acabado el curso. Es escasa media hora, tan solo la segunda vuelta, pero es tiempo suficiente para vaciarse, dejarlo todo en el campo disfrutando ellos y haciéndola disfrutar a ella, que los observa algo excitada en un segundo plano, tratando de resolver quién es su preferido, quién es el mejor de todos, quién le va a hacer sentir la niña más feliz del colegio. O, tal vez, no la más feliz pero, al menos, sí una afición más.