Ya hace un tiempo que se ha dejado de llamar “El partido del siglo” para recuperar el apelativo de “Clásico”, que en honor a la verdad, le viene mucho mejor. Este encuentro se ha convertido en una constante en los últimos años de tal calibre que, usando la numerología presidencial estadounidense podemos decir que el de este martes (por supuesto) fue el choque número 20 desde que Guardiola cogió las riendas del equipo y lo llevo a la élite mundial, 16 desde que Mourinho fichó por el Real Madrid, o el 5 de Tito Vilanova que lleva solo 6 meses en el cargo. Y en 4 días otro partido más.


Esta condensación de enfrentamientos entre los dos gigantes del fútbol español trae consigo una gran consecuencia: son partidos de grandísimo nivel. Esto es por un motivo sencillo: no existe el miedo porque la revancha está siempre a la vuelta de la esquina, en la misma o en otra competición. Si te caes te levantas y de paso has aprendido algo nuevo. Por eso cada batalla entre los dos ha sido un choque de prestaciones altísimas donde cada detalle ha contado y ha servido para hacer del siguiente partido algo que aunque igual, ya era distinto. Una continua partida de ajedrez líquida, donde los entrenadores ponen los raíles por los que debe ir el partido, pero que luego los propios jugadores magnifican y llevan a su máximo esplendor. No es raro esto, se conocen tanto que ya no hay sorpresas, solo unos primeros pasos marcados desde los que se desatará la tormenta. Además, hay continúas variaciones a pesar de que los protagonistas son casi siempre los mismos: así, si en los primeros tres años de esta concatenación de clásicos era el Barça el que decía como iba a ser la partida, es justo reconocer que en el último año es José Mourinho y su Madrid, quien marca como va a ser el encuentro, al menos en su inicio. Algo que hoy no fue una excepción. 

El Séptimo sello de Mourinho

El entrenador del Real Madrid no lo tuvo tan difícil como se suele comentar a la hora de convertir a su equipo en campeón. Con los recursos y jugadores suficientes su estrategia fue tan talentosa como simple: construir un equipo que se aprovechase de las debilidades estructurales tanto de la Liga como de su máximo rival. Centrándonos en esto último, decidió pronto que minimizando a Messi era la mejor forma de parar al Barça y así construyó esa jaula entre 4 (centrales y doble pivote), convirtiendo al Clásico en la enorme partida de ajedrez comentada donde cada movimiento de uno iba teniendo respuesta en el otro. El problema para José, es que su tiempo se acaba y la empresa que le queda por hacer es mucho más importante que la que tuvo hoy. Como a Antonius Block, la muerte (deportiva) le acecha y solo puede ganar tiempo para culminar su obra. Tiempo y crédito para él y moral para sus jugadores, conscientes de que otro mazazo hoy era quedar muy cerca la caída total. De ahí la importancia del partido de hoy: ganarse el futuro.

El Barça empezó muy bien, principalmente porque como si saliese espoleado, cambió cosas. Como siempre decimos, el acierto técnico culé (y su rapidez de ejecución) son las mejores armas de su sistema y contra el rival. Si esto está así no hay fórmula para pararlos, como se vio en los primeros 9 minutos. Toques muy ágiles en el centro del campo, casi siempre con descarga a banda, principalmente lo de Alves y dos tiros desde fuera del área coronaron este pequeño lapso. El Real Madrid por su parte quedó algo descolocado, siendo incapaz de cortar posesiones rivales e hilvanar las suyas. Sin embargo esto no se alargó en el tiempo. Ya llegaremos a ese punto.
Por su parte Mourinho planteó la partida como se esperaba, a pesar de que bailase el nombre de Pepe para entrar Varane. Líneas adelantadas para un repliegue medio a partir de la línea del centro del campo y ahí tejer la tela de araña. Esto supuso un matiz interesante respecto al partido de ida, donde el Real Madrid se dedicó a presionar bastante agresivo y sobre todo con un delantero molestando a algún defensa culé. En esta ocasión esto no fue necesario, ya que el entrenador blanco le permitió a su rival un primer pase consciente de que este no iba a sacar provecho de él. De este modo el Barça salía en Lavolpiana (Busquets entre centrales) pero por delante solo tenía un único receptor del balón: Xavi Hernández, quien si en el 2011 ya tendría difícil esa misión, en el 2013 le es absolutamente imposible. De este modo, el plan blanco pudo ejecutarse a la perfección, encimando al de Terrassa cada vez que recibía y cortándole líneas de pase, el Barça se quedó desactivado, sin poder girarse con continuidad e ir hacia el marco de Diego López. Medio plan del Real Madrid se antojaría perfecto tras el minuto 9. La otra parte del plan blanco (el ofensivo) y el punto de inflexión comparten el mismo nombre: Cristiano Ronaldo.
Cristiano Ronaldo, Soy leyenda
La actuación de Cristiano en el Camp Nou no puede tener más calificativo que ese: leyenda. Desde el punto de vista futbolístico fue sencillamente apoteósico. Estamos hablando de un jugador que resultó en todo momento indefendible, machacando en los tres carriles con balón y sin balón, al espacio o regateando, encontrando otros jugadores o tirando, y por supuesto, ocupando área. Pero más allá del fútbol estuvo el sentimiento y ahí ya no hubo parangón. Ronaldo se alzó para decirle a su equipo que la eliminatoria se superaba y de pasó para martillear el corazón de todos los culés. Cuando el Real Madrid por fin envió un balón largo con sentido, tras haberse sacudido la presión inicial blaugrana, este fue para Cristiano quien llevó más sensación de peligro que siendo este eminentemente real. Enfrente estaba Piqué que le debía controlar más o menos la salida, con Alves cubriéndole la espalda hacia el lado derecho, pero no fue suficiente porque el terror se palpó. Penalti; gol y partido nuevo (por no llamarlo acabado). Lo que ocurrió a partir de ahí fue un castigo continuo por parte del 7 madridista quien en su crecida buscaba acabar casi todas las jugadas con un tiro suyo, como diciéndole claramente a su rival quien estaba siendo su verdugo. Y sino le quedaba claro, un segundo gol, y tras él, la sensación real de goleada. La superioridad moral que estaba ejerciendo el portugués era tan aplastante y asfixiante porque lo que estaba consiguiendo él solo, arrastrando a sus compañeros, no encontraba respuesta en el lado contrario.
Leo Messi contra Javert
El Balón de Oro volvió a mostrar que no pasa por sus días más excelsos. Pero lo que más claro volvió a demostrar es que en esa situación está prácticamente solo. Necesita ayuda y no está recibiendo la compañía que esperaba. Como le ocurrió a Jean Valjean en “Los Miserables” se encuentra solo cuidando a Cosette (el Barça) y no siempre es suficiente para sobrevivir a todas las penurias. Sobre todo si enfrente tienes a Javert cuya única obsesión y misión es perseguirte y capturarte. Da igual que Javert sea Pepe o sea Varane, sea hoy, hace un mes, o en el partido de Liga de hace un año, el resultado siempre es el mismo: puede salir como un suicida a por él porque a su espalda no hay muerte, y de paso, traerse a sus compañeros en la persecución. Y si además, Messi Valjean no está tan escurridizo la captura es segura.
En esas estamos con Leo Messi. El jugador sigue siendo fantástico, pero en estos momentos está sin ese puntito: no desborda, no genera la ventaja que supone dejar a alguien atrás y marcharse en conducción, pero a pesar de eso, sigue generando cosas que los demás no han sabido aprovechar. Para empezar, como decimos, los centrales (y en muchas ocasiones el lateral de la jugada por donde se orienta el ataque de Leo) pueden salir a por él a atosigarle cerrando por delante lo que Alonso y/o Khedira cierran por detrás. Esto no hace más que recordar la necesidad de un 9, que el propio Leo pidió en la previa, para conseguir algo de libertad. Pero incluso sin esa figura, Pedro y Cesc (hoy el extremo zurdo) deberían hacer mas daño picando en la diagonal hacia la espalda de los centrales. Un movimiento que si hicieron en distancias cortas, más de ocupación que de ruptura y que apenas sumó nada. Pedro 2011, Villa de ese año, Henry… recuerdas hay en la retina del respetable culé para saber como hacer daño, pero aún así no se ejecutan.
Sea este un motivo de preocupación así como un foco de solución la realidad es que el Barça sigue con el modelo de siempre. Ya no es solo decir que el modelo 4 centrocampistas no termina de funcionar este año, sino que remontándonos en el tiempo hemos visto como el conjunto blanco se ha ido matizando hasta terminar de castigar al Barça mientras que los culés han perdido su supremacía sin seguir buscando cosas nuevas este año. Además el rival no es cualquiera sino que es el que mas exigencia física y técnica pide, y ahí cantan por lo primero Xavi y por lo segundo Cesc. No así Iniesta que fue el mejor jugador del equipo, como lo ha sido los últimos dos meses. Si empezamos diciendo que el Barça empezó con dos tiros fuera del área, lo justo es contar ahora que el primero fue de Andrés antes de los 2 minutos, mostrando que estaba entendiendo un partido del que ya no se iría. Su capacidad para desbordar, llevar el balón a la frontal y mantener posesiones dieron al Barça cierta sensación irreal de dominio y de que algo podía pasar, nada más lejos de la realidad: el equipo fue en todo momento un juguete impotente en manos del primer finalista copero.
El Fútbol Club Barcelona ha vuelto a chocar con la derrota más dura: la que se produce contra su eterno rival y que además cuesta un título. Si a esto sumamos la sensación de estar siempre superado la magnitud del drama aumenta. El futuro dictará si se ha aprendido de ella (fundamental de cara a la Champions) o por el contrario, se siguen reincidiendo en ciertos errores. Lo que de momento parece claro es que, haciendo bueno el sobrenombre de Vilanolan estamos en ese momento donde todo se estira demasiado hasta llegar a ser anodino y aburrido. A Nolan le pasa en sus películas y al Barça le pasa siempre en enero-febrero desde ya hace un lustro. Veremos si es solo un interruptus pasajero previo al final espectacular que suelen acompañar a las películas de Christopher o, por el contrario, nos quedamos en película de sábado por la tarde.
Apunte 1: El gol del Barça, mas allá de ser el del honor, refleja una realidad: en esta plantilla, de esta forma, solo el lateral izquierdo culé realiza desmarques de ruptura dando profundidad al equipo.

Apunte 2: No por ser reincidente hay que dejar de recalcarlo: Ozil volvió a castigar al Barça desangrándolo por dentro y negándole el balón. Puede que no sea el mejor actor protagonista de su equipo pero, como Steve Buscemi (con quien se da cierto aire) es siempre el mejor secundario.