Floreció como lo hacen los adolescentes de cara castigada y cuerpo asimétrico: de repente. Es posible que su fútbol ya estuviera ahí, aunque es cierto que de primeras era difícil verlo. Su papel testimonial en el primer año de Guardiola tras un debut de poco estruendo con Rijkaard sirvieron para cogerle cariño al jugador y poco más. Era Pedrito, ese extremo menudo con cierto gusto por el freestyle que con un poco de suerte igual servía para hacer fortuna en un equipo de Primera División y no tener que dedicarse a otras labores más acordes con su nombre poco glamouroso.
Pero de repente todo cambió. Titular cada vez más asentado, ganador de todo, goleador en todo, Campeón del Mundo y con alguna actuación para el recuerdo. Sin fácil explicación si que se pudo ver que el jugador era otro: mas musculado, mas potente y eléctrico, y sobre todo vertical. Su talento salió a la luz y su utilidad y rendimiento eran máximos: había jugador, casaba con el estilo y tenía mucho gol. Ya no valía Pedrito y así aparecieron los PR17, Pedro, Don Pedro o Peledrito.
Pero había truco. El gran rendimiento de Pedro se sustentó en Messi con quien se retroalimentaba. La ocupación y el espacio que el argentino no cubría corría a cargo del canario. Como recompensa, Messi juntaba y atraía esperando el momento preciso para soltarla, por eso contra el Real Madrid el 17 se hinchó a marcar goles. Ahora que Leo sigue siendo el mejor del mundo pero le está costando poder brindarle el espacio y el tiempo a sus compañeros, ellos deben dar un paso al frente. Sobre todo Pedro, quien lleva tantos goles marcados al Real Madrid a lo largo de su carrera como este año en toda la Liga (5). Y mañana un gol es la vida.