Primero lo ganó todo sin que el juego terminara de acompañarle. Luego siguió ganando con el mejor fútbol de los últimos años. Y últimamente no lo gana todo ni juega tan bien. El bache (si es que puede llamárse así) por el que pasa el Barça de Tito Vilanova no parece demasiado serio, pues cuenta con muchos atenuantes. Empezando por la compleja situación que atraviesa el propio entrenador y siguiendo por la cómoda ventaja que ya ha cosechado el equipo en la competición doméstica a estas alturas de la temporada. Pero sea como sea, la situación es significativa porque también pone sobre la mesa algo que hace algunas semanas no estaba demasiado claro: el principal punto débil del Barça 2012-13.
Si antes no existió ningun futbolista como Xavi parece razonable plantearse que tampoco vuelva a existir algo similar en el futuro próximo. En el Barça habrá jugadores que sepan administrar el apoyo por detrás del balón según lo requiere su juego, pero lo más probable es que el equipo no pueda apoyarse en su relación permanente con el primer pase para echar hacia atrás cualquier rival que salga a morder el inicio de jugada culé, en lo que fue uno de los grandes pilares del Barça de Guardiola. En realidad hasta ahora el Barça de Tito Vilanova ya no se imponía a la presión adelantada, pero sí la castigaba a través de la transición rápida por dentro que le garantizaba, a espaldas de la primera línea rival, la sociedad Iniesta-Cesc-Messi. El contrincante tenía entonces dos opciones: echarse para atrás o seguir expuesto a la cara más vertical del nuevo Barça, y de una forma u otra esta fórmula parecía reportar un balance muy favorable para los azulgranas. En los últimos partidos, sin embargo, algunos rivales han impuesto una presión adelantada lo suficientemente eficaz para exigir a Iniesta una presencia muy cercana al mediocentro, negándole al Barça un foco fundamental de recepciones por delante de balón y, en consecuencia, restándole eficacia a su salida rápida por dentro. No es una receta infalible, pues cabe esperar de Cesc y Messi un rendimiento superior al de los últimos partidos para compensar el mayor peso de Iniesta en el primer pase, pero está claro que los rivales han encontrado la forma de exigir al Barça un juego de equilibrios muy complejo con el que no siempre se podrá contar.
Que Iniesta se acerque al primer pase es una solución que puede sacar al Barça de muchos atolladeros pero parece demasiado imperfecta para asumirla como respuesta sistmática ante un inicio de jugada comprometido. El movimiento desnaturaliza los dos grandes hallazgos del nuevo Barça: el poderío de su banda izquierda y su gran eficacia en las paredes interiores ante un rival que se aventure lejos de su área. El Barça de Tito Vilanova ya ha abrazado una verticalidad a la que antes se resistía y ha trasladado con éxito el foco de su juego de una banda a la otra; quizá también es el momento de romper con otra vieja tradición y que el primer pase no recaiga en un interior.