Cuatro de la tarde. Sol engañoso en una ciudad abrumada por el frío en estos último días y sin embargo efervescente en sus sensaciones futbolísticas. El Madrid se siente por encima de su rival, o al menos cree haber encontrado la piedra filosofal que los anula y aun así hace tiempo que perdió la Liga. O quizá una cosa fue consecuencia de la otra; se perdió la Liga forjando la Excalibur con la que atravesar el corazón blaugrana.

Hoy no era un clásico cualquiera. Los dos grandes, tras la batalla del pasado martes, ya tienen su punto de mira enfocado hacia la vuelta de Champions. En el caso blanco, como más razón; son los que se han llevado el clásico más reciente y tienen una cita crucial en Manchester en tres días. Quizá algún aficionado blanco oliera la sangre tras lo del martes y reclamara la cabeza del rival, cual sádico emperador del antiguo circo romano. Pero Mou calcula esfuerzos por minutos, todo está medido, no ha lugar para la galería.
Por el bando azulgrana se buscaba recuperar cierta credibilidad, volver de alguna manera a equilibrar la balanza, por si, por un guiño del destino, este no fuera el último clásico de la temporada.
Los planteamientos eran claros, el Madrid quería que este partido no existiera y su planteamiento así lo indicaba, más preocupados por el juego sin balón y por generar dudas a la circulación culé, que por obtener cualquier tipo de ventaja con el balón en los pies.
Hoy se han citado en el campo un buen número de futbolistas y, con todos mis respetos, de algunos otros jugadores que no están a la altura de la camiseta que defienden.
Pensar que jugadores como Essien, Kaká o Callejón tienen cabida en el Madrid o justificar un Pepe mediocentro en base a sus lecturas defensivas, no por pretender ser purista desde el punto de vista estético, pero es un pequeño insulto para los que buscan acercar este deporte a algo parecido al arte.
Por el otro lado tenemos también lo suyo; David Villa hace tiempo que dejó de aportar a este equipo lo que necesita. Ya no es ese jugador aliado con el gol, le falta esa décima de segundo necesaria en estos partido de élite. No llega al mínimo exigible.
Mientras en la otra banda Pedro hace tiempo que dejó de ser ese invento de Pep. Y ahora se debate entre ser un jugador tácticamente voluntarioso y simplemente no estorbar.
El planteamiento blanco en la primera parte solo resulta justificable partiendo de la historia del pasado martes y además se legitima con un gol en los primeros minutos. La comunión entre este Madrid de Mou y la grada hace el resto; saben del mérito de haber superado en enfrentamientos directos al equipo azulgrana. Lo cual no evita que de cara al espectador neutro, dicho planteamiento sea infumable. Sería interesante hoy, con este horario tan especial, saber que ha pensado un chino en la otra punta del planeta, mientras visionaba el clásico por la pequeña pantalla instalada en la acera de su casa…
El Barcelona por su lado otorgó, como no podía ser de otra manera, un protagonismo extremo a su hoy centrocampista de ley, Andrés Iniesta. Así como hacia el otro interior de circunstancias, tras la baja de Xavi y de Cesc, Thiago. El mayor de los Alcántara debe aprender a crecer con este tipo de partidos, hoy nos mostró una primera parte interesante para irse diluyendo en la medida en que la imprecisión técnica le desarbolaba. Mucho trabajo por delante para el dorsal once del Barça.
Andrés directamente dimitió en la segunda parte. Y una vez el faro de Iniesta estaba apagado, el resto del equipo decidió encallar en arrecifes imaginarios, porque esta vez ni siquiera el rival provocaba el naufragio.
¿Y Leo? En la primera parte, en el primer balón que se corría al espacio en los últimos tiempos en Can Barça, demostró que, si las circunstancias son mínimamente óptimas, sigue siendo el jugador diferencial de antaño, el más diferencial del planeta. Pero en sus luchas de “Leo contra el mundo” tan solo generar frustración a él y a sus huestes.
Existe una jugada en la segunda parte en la que os demando cierta atención; Leo conduce al borde del área y busca por enésima vez algún tipo de desmarque en el equipo. Finalmente combina con Alves que entraba en profundidad y este a su vez acaba buscando el pase al área pequeña hacia la llegada de la segunda línea.¿ Y quién es el que casi llega? Efectivamente, Messi. Los demás o sufren el síndrome de Stendhal respecto del argentino o directamente hace tiempo que dimitieron. Sintomático y preocupante.
Capítulo aparte merece la aparición de Alexis Sánchez. Con el chileno en forma el Barça pondría remedio a alguno de los problemas que hoy por hoy le acechan. Digamos que quizá el fútbol del equipo no subiría un escalón, pero quizá si ofrecería alternativas de las que ahora mismo adolece.
Por último se acabó perdiendo por el enésimo gol de córner encajado contra el máximo rival. También un detalle para hacérselo mirar.
En el horizonte, a menos de doce días, viene el Milan. Esperemos que el equipo tome las medidas necesarias para que no nos queden apenas diez días de tensión competitiva.