LA SERPIENTE QUE QUISO HACER GRANDE A PARÍS

París fue Berlín durante mucho tiempo. Una ciudad inacabable, apasionante de degustar rincón a rincón y tremendamente creativa, a la que a su potencia cosmopolita no acompañó un gran equipo de fútbol. Londres, Madrid, Amsterdam, Barcelona, Milan… París hasta hace dos días era poca cosa en la Europa futbolística. De hecho, cuenta con un único título europeo, la Recopa 95-96, torneo en el cual repetiría como finalista al año siguiente y que perdió ante el Barça de Bobby Robson. Fue su anterior gran momento. La última vez que la capital francesa trató de tener un equipo acorde a su historia. De esa época son nombres míticos como los de Raí, Leonardo, Guerin, Lama, Patrice Loko o el protagonista de este texto, Youri Djorkaeff.

Apodado ‘la serpiente’ -unos dicen que por sus escurridizos movimientos, otros que por el efecto sinuoso que daba al balón-, vale con decir que Ronaldo Nazario aseguró que él e Iván de la Peña, eran los futbolistas con los que mejor se había entendido en un terreno de juego.

Djorkaeff era segundo delantero. O mediapunta. O ninguna de las dos. Siempre fue un futbolista difícil de ubicar, pero si el entrenador diseñaba el equipo para él, lo más habitual era encontrárselo por detrás del punta y por delante de una línea de cuatro que le descargara del trabajo en la contención. Demoledor a balón parado, con una visión privilegiada y un nivel técnico superior, sumaba un instinto en la finalización no muy habitualmente ligado a futbolistas de su poesía. Es curiosa la anécdota de por qué antes de los partidos salía a caminar por las inmediaciones de las áreas. Él decía que para memorizar los colores de las vallas publicitarias de los fondos, y así poder ubicar más rápidamente la portería cuando le llegase el balón. Cargar, apuntar y disparar saltándose el segundo paso.

Su pasó por el PSG procedente del Mónaco fue fugaz. París no era un puerto de primera y se marchó a Milán donde Moratti acumulaba talento al más puro estilo italiano: Ronaldo, Zanetti, Zamorano y su 1+8, Simeone, anteriormente Sforza y Paul Ince, más tarde Roberto Baggio… Antes de llegar al Calcio sonó para el Barça, donde Cruyff, con Youris, Zidanes, Giggs o Rui Costas pagados a precio de Vitor Baías, Giovannis o Coutos, planeaba reconstruir el Dream Team. Era el momento álgido de la guerra entre Johann y Nuñez, así que el fichaje no estuvo ni cerca.

Después de Italia vino Alemania, la Premier y la MLS estadounidense, pero si a un trotamundos como Djorkaeff se le asocia a una camiseta, esta es la de la selección francesa. Fue el estandarte del renacimiento de un combinado galo que había dejado sin su torneo a la generación de Ginola y Eric Cantona. El primer paso lo dieron en la Eurocopa del 96 en Inglaterra. Emparejada con España en la fase de grupos, aquél equipo en el que Zidane sólo era un prometedor mediapunta del Girondins, cayó en las semifinales ante la carismática República Checa de los Kouba, Poborsky, Nedved o Kuka.

Esa era la selección de Djorkaeff hasta que el huracán Zidane estalló en pleno Mundial 98, al que Youri llegó como abanderado y del que salió como escudero. Saber dar ese paso al costado le permitió seguir siendo protagonista dos años después en la Eurocopa de Bélgica y Holanda. Lideró a su selección durante la reconversión de Jacquet y acompañó a Zidane, Henry o Trezeguet mientras la hacían histórica. Por todo eso, hay pocos futbolistas más venerados en Francia, y sin embargo, siempre quedó la sensación de que el fútbol no le ha sido del todo justo a la serpiente.