El cuatro, ese gran desconocido…

Cuando Cesc Fàbregas fichó por el Barça en el verano del 2011 se barajó que el nombre que luciría en el reverso de su camiseta fuera el de Cesc, por supuesto también el de Fabregas, como ya había hecho en su club inglés, aunque esto más bien por motivos onomatopéyicos en la lengua de Shakespeare, finalmente se optó por la versión catalana del apellido que utilizó en las Islas Británicas: Fàbregas.


Puede parecer una cuestión baladí, pero simboliza bastante del recorrido de este jugador que, a pesar de estar en boca de muchos, casi nadie ha terminado de conocer.

El eterno heredero de la mítica casaca con el cuatro, desde que el Cruyff entrenador rebautizara ese puesto, ha pasado ocho años a las órdenes de Arsene Wenger. Desde los dieciséis años en los que se marcha del club catalán, algo que parece que algunos todavía no le perdonan, como si hubiera algo que perdonar, hasta los veinticuatro de su deseado y feliz retorno a Can Barça. Evidentemente ya no es el mismo jugador que se fue… menos mal…
Durante esos ochos años su evolución como futbolista ha sido constante, pero siempre en la sombra que ha supuesto para los habitantes de la península esa “gran promesa que juega en el Arsenal”. No, Cesc no era una gran promesa, o al menos no era solo eso.
En apenas un par de años pasa de ser ese jugador que absorbe  transforma, evoluciona su fútbol a la sombra de los últimos “invencibles” pero sin perder ese ADN de la Masía que parece impregnar a todos los que han pasado por la cantera azulgrana, a ser el gran capitán de los gunners, el hombre de referencia que sostiene todo el proyecto del entrenador alsaciano.
Sus veranos deportivos no podían ser más divertidos, anhelantes y sin embargo, hasta cierto punto, frustrantes. Para la selección, para los suyos, seguía siendo la eterna promesa que estaría a la sombra de las figuras de su club de origen, todos ellos una generación anterior a la suya.
No había hueco para el cuatro, hasta el punto de acabar llevando la camiseta con el diez…
Cierta esquizofrenia deportiva ha ido modelando su cabeza; venerado en Inglaterra como uno, si no el mejor, centrocampista de la Premier, con el permiso de los históricos Gerrard y Lampard, y un mero “complemento” cada verano con la camiseta roja.
Estos ocho veranos han ido educando su fútbol cuando sus compañeros son los Xavi, Iniesta y compañía; es el jugador que adorna el juego de su equipo, ese último detalle, que se coloca donde hay un hueco, donde sabe que se le puede necesitar, y si hay que dar un paso adelante lo da, pero si la cosa va bien, “para que tocarlo”. Y ese y no otro está siendo su pecado.
Porque Cesc es un jugador que entiende el juego, que lo lee e interpreta como pocos, y esa visión global de este deporte le permite actuar en casi cualquier posición. No porque sus capacidades técnicas sean sublimes, sino porque sabe qué darle al partido en cada momento y desde cada posición. A mayor posibilidad de reinterpretar un partido, mayor capacidad de protagonismo positivo para el catalán.
Por suerte hoy en el banquillo del Barça se sienta un entrenador que lo entiende, que lo valora, y que sabe que el futuro inmediato de este club depende de hacer de este “Barça de Xavi” el “Barça de Cesc” aunque siempre sea el “Barça de Leo”…
El pequeño general, como le bautizó la hinchada gunner al poco de aterrizar en el norte de Londres, nunca olvidó sus orígenes, hasta el punto de ponerse como objetivo volver y triunfar con esa camiseta con el cuatro que ya lucía con orgullo cada domingo en los campos de la masía.
Y en ello está.
Su primera temporada, quizá la más difícil dado que según la afición tenía tanto que demostrar, era la de una dura adaptación. Cuarenta millones de euros y ocho años “aprendiendo inglés” tenían la culpa, y Guardiola, conocedor tanto de las capacidades del jugador, así como también de los cuchillos del entorno, optó por darle peso donde los goles pudieran rellenar las líneas de los periódicos. Retirarle de la base, donde ya Arsene le había ido expulsando poco a poco, no se sabe si por sus reiterados problemas físicos o porque el sabio francés ya vislumbraba a un tal Wilshere, el que sería su heredero en el campo y en el imaginario gunner, y por lo tanto proporcionarle una asociación con un antiguo compañero de juegos infantiles y que se había convertido por derecho propio en el mejor jugador de la historia.
Con goles y socio del número uno, no habría nada que explicar ni a prensa ni a los aficionados más susceptibles. A cambio, los que hemos sido testigo de gestas memorables del crack de Arenys, como la que hizo aquella noche en San Siro, se nos privaba de ese jugador que entendía lo que había que hacer en cada momento, en cada lugar, con una sencillez natural. El juego fluye cuando Cesc canaliza el partido. Lo verticaliza, y lo hace desde la forma más curiosa e inteligente que se puede precipitar el juego, desde el eje horizontal.
Cesc Fàbregas domina como pocos la relación espacio tiempo, esos términos que hoy, en el S.XXI, monopolizan nuestro fútbol moderno.
Y esto también vale para la transición defensiva, no es Busquets para tiene recorrido, tackle y sabe colocarse… pasó muchas horas formativas con uno de los mejores: Patrick Vieira.
En los meses de Diciembre y Enero hemos sido testigos del mejor Barça desde aquel Barça de Pep del 2009 y sí, a mí no me cabe duda, era el Barça de Cesc…
Los que no dudamos de él sabemos que esto tendrá continuidad. Por suerte dentro de los que no dudan está un tal Tito Vilanova…
Cesc Fábregas: Buscando respuestas

Cesc era un niño prodigio que fue capitán y líder precoz del Arsenal. Un hijo pródigo en el Barça, un deseo de Pep y Tito y un español decisivo en Eurocopa y Mundial. Cesc es un jugador de primer nivel, seguro. Pero…
En el Barça brilla, y sin adaptación previa, en el puesto de un tal Messi. Mentalmente no es consistente ni demasiado maduro para su veteranía. Es inconstante, irregular y desconoce su rol. Todos lo desconocemos. Cuando no está fino no cuenta con el paraguas de un físico o un gesto técnico salvador. En transición defensiva o estrategia no aporta ningún plus a este equipo.
¿Quién es Cesc? ¿Es un crack? ¿Es Top? ¿Es titular? ¿Es un complemento? Yo creo que en el mejor Barça es un complemento impresionante. En un equipo que funcione es un jugador para la rotación que puede hacer subir un escalón al nivel grupal. Pero no es un líder, no tiene los hombros para cimentar un proyecto ganador en Barcelona.
Fichado por 40 kilos, o los que sean, del “escaparate de humo” Arsenal. Todavía conserva cartel de Crack en las islas. Sólo sobran jugadores de su perfil en el Barça. Y dónde más se valoran es en la Premier (Arteta…).
He dicho que sobra en el Barça. Para mí sí, siempre que se pueda cambiar por una pieza clave de su mismo valor de mercado. No lo vendería por 15 kilos, por supuesto. Pero hay jugadores en el mercado que por 35-40 kilos serían más importantes en el FCB.
Nunca confíe en él. Y voy perdiendo la esperanza que sí guardaba, de que me hiciera rectificar.
Veo a Cesc como un niño con mucho talento y más mercado que futuro exitoso. Moc moc