DE CÓRDOBA A SANTA FE

Por eumd.
Santa Fe y Córdoba son dos provincias argentinas vecinas. En la primera nació Messi y en la segunda Pastore. Los dos argentinos, no podrían ser más diferentes. A Leo ya lo conocemos, es la competitividad hecha carne, Javier, por su parte, es un pechofrío de manual. Cada uno a su manera, fueron protagonistas en la ida. El azulgrana por el gol que abrió el marcador y por ser, con su lesión, la noticia del enfrentamiento. En el otro lado de la lona Pastore, por el baile que le dio Dani Alves en el perfil diestro del ataque culé. El Barça no sacó nada de ahí gracias a Thiago Silva, pero la ventaja fue una constante.

Para la vuelta, Messi volvía a ser noticia con motivo de las dudas sobre su participación final o no, mientras que a Pastore pocos le suponían un papel protagonista en el Camp Nou. Tras el pitido inicial, a la Pulga le tocaba ver desde el banquillo como su compatriota se convertía en la clave que acercaba al PSG a las semifinales. 

Ancelotti modificó su planteamiento respecto a la ida. Sobre el papel y conocidos los nombres, sólo se vislumbraba la novedad del nuevo doble pivote Verratti-Motta que sustituía al Beckham-Matuidi del primer partido. No obstante, Carleto no le fue fiel al 4-4-2 y echando mano de su ya conocida flexibilidad táctica, presentó algo más parecido a una suerte de 4-5-1 en el que Lavezzi caía a la izquierda y Pastore al centro. En defensa, se presentaba batalla a Dani Alves y se sumaba a un efectivo por dentro, zona en la que no estaban las piernas ni los pulmones de Matuidi. La clave del movimiento, sin embargo, vino en transición ofensiva. Ahí el Barça mordió el polvo. Para empezar, la caída de Lavezzi a la espalda de Alves, obligaba al central derecho culé -Piqué- a seguirle hasta el costado, lo que implicaba dejar en el centro un evidentemente desequilibrado duelo entre Adriano e Ibrahimovic. Salida muy fácil. Pero quién realmente acuchilló al Barça en este largo tramo del encuentro fue el normalmente indolente Pastore. Jugar por dentro habilitó al argentino para, una vez recuperaba su equipo, ir tras Busquets. El canterano, que suficiente trabajo tiene lanzándose a la presión y cubriendo la espalda de sus interiores, no daba abasto, y la recepción era sencilla para Pastore, que en conducción, rompía la ya de por si frágil transición ataque-defensa del Barça. 
Pastore no fue el jugador que dio la vuelta a la tortilla, sino el hombre que se la comió. La cuestión principal estaba en el ataque del Barça. Sin Messi, el cuerpo técnico repitió estrategia respecto a la ida, con el único cambio de Cesc donde el argentino. Se asumía de partida jugar a lo mismo, pero peor. Messi es gol, Cesc también, pero menos. Messi es recibir entre líneas, Cesc también pero peor. Hasta aquí, estuvo bien tirada, más allá de la inevitable diferencia entre el mejor jugador del mundo y uno muy bueno. El problema vino porque, sin Leo arriba, ninguno de los atacantes que presentaba Vilanova tenía la capacidad de aguantar el balón arriba. De pisarlo, esconderlo y dar tiempo a juntarse al equipo en la frontal del área rival. No es casual que el equipo no pudiera presionar correctamente en toda la noche. La presión es un mecanismo que parte, principalmente, de una pérdida de calidad que permita tener a muchos hombres alrededor de la misma. Sin Messi ni Iniesta en la línea más adelantada, no había nadie que bajara las revoluciones al cuero cuando este merodeaba a Sirigu y el partido se abrió más de lo deseado para los intereses del Barça.
Pintaba mal la cosa, así que no hubo más remedio que sacar al crack lesionado, que no necesitó nada más que el balón para recibir, aguantar, atraer y soltarla. Recibir en el minuto 71, aguantar el esférico, atraer a Motta, Verratti y Thiago Silva, y soltarla para que Villa se la dejara a Pedro y el canario la metiera dentro. Un gol que ponía al Barça en semifinales de nuevo, y van seis veces seguidas. Más lucido o menos, este es un registro que debe tenerse en cuenta y que habla muy a las claras de un grupo sin igual cuando se trata de competir. 
Ya con la eliminatoria del lado culé y el París Saint Germain apretando como se aprieta en Champions cuando estás fuera, Tito se concedió la entrada de Song para formar un doble pivote junto a Busquets. El recurso ya es recurrente, así que hay que añadirlo a la hoja de ruta culé. Un doble pivote por detrás de Xavi, que repite la formula de Del Bosque en la selección y que dota al equipo de una mayor seguridad sin balón, ni que sea por tener una hombre más por detrás del esférico. Así se cerró la vía Pastore y con el cansancio acumulado de los parisinos, ya sólo quedaba el balón directo a Ibra. El sueco sacó petróleo con cada balón descolgado. Pocos centrales pueden discutirle ahí el dominio a Zlatan, y Piqué y Bartra no fueron excepción. 
Señalar por último el gran partido de Valdés, que viene a confirmar que el guardameta ha vuelto para la Champions. Sirvan como ejemplo las salidas más allá del área pequeña en los lanzamientos de córner de los visitantes. Recuperado Valdés y certificado el pase, toca mejorar, esperar rival y mimar a Messi. Ah! Adriano volvió a lesionarse…