FC Bayern München. El nombre por sí solo evoca una grandeza como pocos en el continente. Gigante alemán por antonomasia, curiosamente no llegó a disputar la primera edición de la historia de la Bundesliga (1963) porque su nivel no era entonces de lo más destacado en el país. Tendría que esperar a ganarse ese derecho por méritos deportivos, algo que conseguiría un equipo liderado entre otros por unos jóvenes Sepp Maier, Franz Beckenbauer y Gerd Müller. Corría el año 1965, punto de inflexión en la historia de un club fundado con más de 50 años recorridos pero que apenas contaba con 2 títulos en su palmarés (Campeonato alemán en 1932 y la DFB-Pokal en el 57).

Tres temporadas después, los bávaros lograrían su primera Bundesliga de las 22 que actualmente amasan, todo un récord en Alemania. Además, empezarían un romance con las competiciones europeas tejido de rosas sin espinas que con el paso del tiempo llegaría a convertirse en una auténtica pesadilla, especialmente en la copa más preciada: la Orejona.

La conquista de Europa arrancaría en 1967, cuando levantaron la Recopa de Europa a costa del Glasgow Rangers merced a un solitario gol de Franz Roth. Este triunfo marcó el comienzo de la grandeza del Bayern en Europa y después sería la Copa de Europa quién lo convertiría en una auténtica leyenda al lograr nada más y menos que tres seguidas (1974-1976). Los 70 fueron la década más gloriosa de un equipo que dominaba en su país y allende de sus fronteras. Maier, Breitner (que jugaría en el Real Madrid después), Beckenbauer, Hoeness y Müller eran los principales artífices de un campeón como pocos ha habido en la historia del fútbol, éxito el suyo paralelo al de la Alemania (RFA) campeona de la Eurocopa de 1972 y del Mundial del 1974. Aquella selección, entre otras cosas, se quedaría a las puertas de encadenar un tercer triunfo internacional seguido en la Eurocopa de 1976: Checoslovaquia y Panenka en un penalti para la eternidad, lo acabarían impidiendo.

Sin embargo, a pesar de las 3 Copas de Europa consecutivas, el Bayern creció y tuvo que lidiar contra un estigma que aún hoy pervive en nuestros días. El equipo dirigido por Udo Lattek, que entrenaría posteriormente entre otros al Barça (1981-1983), no sería netamente superior en el juego a ninguno de sus rivales en aquellas finalísimas. En 1974, el Atleti de Juan Carlos Lorenzo, como bien recuerdan sus aficionados, fue campeón de Europa durante 5 minutos, los que fueron desde el golazo de falta de Luis Aragonés en la segunda prórroga hasta el inesperado empate del defensor Schwarzenbeck a nada de finalizar. El partido de desempate sería otra historia y los rojiblancos apenas pudieron reaccionar al tanto inicial de Hoeness. Él mismo sellaría el encuentro con el 4-0. Un año más tarde le tocó el turno al Leeds United de Jimmy Armfield, que tras desperdiciar multitud de ocasiones en el césped del Parc des Princes, acabaría viendo como Roth y Müller se erigían en verdugos en el tramo final de la segunda parte. El Bayern se estaba convirtiendo para todos los rivales europeos en un auténtico ogro, no solo por su supremacía sino por cómo lo conseguía, compitiendo y agarrándose a los partidos con un tremendo espíritu de supervivencia. Además de todo lo que catalogamos de azar e imprevisible. Pero en París no terminaría el idilio de aquella gran generación. Aguardaría el mítico Hampden Park de Glasgow y el Saint-Étienne de los Piazza, hermanos Revelli, el capitán e icono de les verts Larqué, Jacques Santini y unos jóvenes Bathenay y Rocheteau. Los franceses, rivales en las semifinales de 1975, lo intentaron todo pero la fortuna no estuvo nunca de su lado esa noche. De nuevo, como en otras finales pasadas, Franz Roth apuntillaba un título más en el ya glorioso palmarés del Bayern.

Aquel mismo año 1976 ganarían la primera de sus dos únicas Intercontinentales, pero sería a la vez el último gran título del siglo XX al margen de la UEFA de 1996, triunfo con el que se convirtieron en el tercer y último equipo en vencer en las 3 grandes copas continentales tras Juventus (1985) y Ajax (1992): Copa de Europa, Recopa y Copa de la UEFA. No obstante, la gloria en la Orejona no llegaría de nuevo hasta recién entrados en el siglo XXI. Una auténtica travesía por el desierto para un club que se había erigido en sinónimo de victoria y poderío en lo deportivo pero que se vería inmerso en serios problemas financieros, algo para lo que acudiría al rescate en 1979 el recién retirado Uli Hoeness, auténtica leyenda en el club. Su labor en los despachos es clave para entender la actual trascendencia y repercusión del Bayern más allá de lo estrictamente futbolístico. Cuando el actual presidente de la institución bávara asumió el cargo de general manager, el equipo estaba fuertemente endeudado y ni siquiera poseía terrenos de entrenamiento de su propiedad. Nada que ver con lo que hoy es el tercer club del mundo en número de socios y las envidiables instalaciones que ofrece y presume la Säbener Strasse.

Volviendo a lo que sucedería en el césped, el Bayern logra revivir laureles tras la vuelta de Breitner al equipo y con una nueva figura en liza y al alza, Karl-Heinz Rummenigge. Los 80 serían un período de recuperación del prestigio en Alemania (6 Bundesligas), mientras que en la Copa de Europa la melodía que sonó no tuvo nada que ver con la década precedente. En 1982, contra todo pronóstico, el Aston Villa les derrotó en la Final disputada en Rotterdam gracias a un contra-ataque rematado por Peter Withe. Los alemanes no daban crédito a lo sucedido. 5 años más tarde les llegaría la oportunidad de quitarse el mal sabor de boca ante el Oporto en el Prater de Viena. Ya sin el mayor y mejor de los Rummenigge (2 veces Balón de Oro), que jugaría en el Inter y Servette suizo antes de colgar las botas, ni Breitner, retirado en el 83. Pero sí con el grandísimo capitán Lotthar Matthäus en su primera etapa en Munich. Ludwig Kögl adelantaría a los alemanes, dirigidos nuevamente por Udo Lattek, pero el Oporto de Futre y el argelino Madjer lograron darle la vuelta al partido a 15’ del final. El propio futbolista argelino y el brasileño Juary serían los verdugos de un Bayern nada acostumbrado a ver cómo le remontaban en Finales de Copa de Europa. La historia parecía haberse girado en su contra.

12 años tardarían en volver al último escalón de la máxima competición continental. Esta vez ya en formato de Champions League. El Camp Nou acogió como inmejorable anfitrión una Final que se decidiría en apenas un abrir y cerrar de ojos entre los bávaros, dirigidos por Ottmar Hitzfeld y el Manchester United de Sir Alex Ferguson. Basler inauguró el marcador a los 6 minutos de juego y tras 90 minutos de dominio alemán sin que se tradujera en el marcador, llegaría lo inesperado. Entrados en el descuento el United gozó de un córner a favor que Teddy Sheringham aprovecharía para poner la igualada. El gran guardameta danés de los red devils Peter Schmeichel había subido a rematar en un síntoma de clara desesperación. Poco después, casi sin dar tiempo de correr al reloj, un nuevo saque de esquina botado por Beckham acabaría en gol gracias a un Solksjaer que más que nunca estuvo en el lugar y momento adecuado para poner el pie. El capitán y alma del Bayern, Matthäus, que había sido sustituido con el marcador a favor, no daba crédito a lo sucedido. Fue el gran título que nunca pudo levantar el fantástico futbolista todoterreno alemán. Inolvidable sería la imagen del colegiado Pierluigi Collina intentando consolar y levantar al ghanés Kuffour, literalmente destrozado. Como todo el equipo. Pero dicen que la Champions siempre acaba pagando sus deudas y los de Munich no tardarían mucho en comprobarlo.

Volver a conquistar el título más preciado se había convertido en una auténtica obsesión y en 2001 llegaría una nueva oportunidad. Después de los 3 títulos seguidos en los 70 habían llegado 3 dolorosas derrotas en años alternos. San Siro se vistió de gala para Valencia y Bayern en una Final que se decidiría en el punto de penalti con Oliver Kahn como héroe tras parar el lanzamiento decisivo a Mauricio Pellegrino. El gigante bávaro volvía a ocupar un trono que siempre había considerado legítimo. 4º título y el derecho a volver a coronarse como ganador de la Intercontinental tras 5 lustros. 12 años después de aquella noche en la que tocaron el cielo los Kahn, Sagnol, Effenberg, Scholl, Elber… el Bayern ha disputado 2 Finales más con idéntico resultado en ambas: derrota.

Primero ante el efectivo Inter de Mourinho en el Bernabéu que al contragolpe martilleó a una lenta zaga muniquesa. Había sido una Champions League muy interesante de un equipo que dirigido por Louis Van Gaal había sido capaz de eliminar al Manchester United en SF con la vuelta en Old Trafford. Una especie de sweet revenge que, como vemos, a la postre no acabaría sirviendo para lo deseado. Van Gaal haría mucho hincapié durante su estancia en Munich en el juego posicional y, como en sus anteriores clubs, no le temblaría el pulso a la hora de dar oportunidades y confianza a los más jóvenes. Legado que heredarían sus sucesores. ¿Les suena?

2 años después nos plantamos en mayo de 2012. El escenario es el Allianz Arena, el lujoso y espectacular estadio que el mejor equipo alemán de la historia había inaugurado en 2005 y que había servido para la apertura del Mundial 2006 con un divertido Alemania-Costa Rica (4-2). La UEFA lo había elegido como sede de la Final de Champions para 2012 y desde inicio de temporada el Bayern se propone un objetivo conocido por muchos y logrado por nadie desde que la Copa de Europa es Champions League: ser campeón en tu propia casa. Lograría casi lo más difícil al eliminar en SF al Real Madrid de Mourinho -esta vez sí- por penaltis en el Santiago Bernabéu. No obstante, en el partido que te condena al olvido o a te corona para la perenne gloria, se encontró con un rival que parecía predestinado a levantar la Orejona: el Chelsea de Roberto Di Matteo. Y así sería. Drogba acabaría no solo igualando el postrero tanto de Müller con un cabezazo para la eternidad sino que convertiría el lanzamiento decisivo en una agónica tanda de penaltis que aún no han olvidado en Munich. Una dolorosa derrota que ha servido desde a la propia afición hasta al técnico alemán Jupp Heynckes, pasando por los jugadores, para remar juntos en una misma dirección y en busca de un claro objetivo: ganar todo. Absolutamente todo. Algo con lo que está acostumbrado a vivir el Bayern prácticamente desde su estreno en Bundesliga. De momento ya en la presente temporada 2012-2013 ha recuperado el cetro en su país tras un paréntesis de 2 años dominado por el Borussia Dortmund del carismático Jürgen Klopp. En Champions vuelven a estar entre los 4 mejores por tercera vez en 4 años pero no se conformarán con algo que no sea vencer en Wembley. Para ello deberán primero derrotar a un equipo que ha hecho de la máxima competición su hábitat de supervivencia en los últimos años.

FC Bayern München. Rekordmeister. Nadie ha ganado más en Alemania. Ni dentro de sus fronteras ni en el continente. La leyenda, que como todas goza de tópicos y medias verdades, dice que acaban ganando la Copa de Europa cuando no lo merecen del todo. La misma leyenda que predica que esta competición acaba pagando todas las deudas. Como afortunadamente el fútbol no es científico no podemos asegurar cuál será el resultado final. Lo imprevisible probablemente será superior a cualquier expectativa y razonamiento previo. Por muy lógico que parezca. Y aunque tarde o temprano parece que Neuer, Lahm, Schweinsteiger, Robben, Ribéry, Müller y compañía acabarán teniendo su recompensa como generación a la que le ha tocado coexistir con dos auténtico equipazos como los actuales Barça y Real Madrid y la mejor selección española de la historia, no sabemos si este 2013 será su año.
Lo que sí podemos afirmar con rotundidad es que el Bayern, por sí solo, evoca una grandeza como pocos en el continente. Un club dirigido por ex jugadores que a partir del verano será la nueva casa de Pep Guardiola, el técnico que ha llevado al Barça a lo más alto de su historia y que tratará de situar el epicentro futbolístico en Munich. Pero eso ya será otra historia…