DE ROMARIO A NEYMAR SIN PASAR POR CHAGALL

Por eumd
A la hora de construir un relato historiográfico, la realidad nos suele molestar. No se pliega a nuestra voluntad y a menudo saca el dedo, el codo o una pierna, del cajón en que queremos hacerla entrar. En 1929 el MOMA se inventó el relato de la historia del arte moderno. Aquel que en el instituto -en el mejor de los casos- nos contaron que va de Cézanne a Pollock. Aquel en que todo es evolución, y cada estilo es consecuencia del anterior y causa del siguiente. Después de uno viene otro, y así vamos encadenando estilos. Como si Tàpies no hubiese seguido trabajando hasta hace cuatro días, o como si Picasso sólo tuviera obras cubistas, o como si Chagall…¿y a Chagall dónde lo metemos?

Todo esto para decir que, en nuestra historia, tendremos que hacer ver que nos olvidamos de Kaka’ (pero sólo en este artículo, por favor) porque así todo quedará más bonito y podremos decir aquello de que todos los brasileños que tienen un Balón de Oro vistieron la camiseta del Barça. Podremos decir incluso que el que no lo tiene es porque no podía.
Romario fue el primer protagonista de esta curiosa unión entre brasileños y catalanes. Llegó a Barcelona en pleno embrujo del Dream Team, como la carta de Johan para revitalizar a un equipo que tras ganar en Wembley, al año siguiente había caído prematuramente en los octavos de final de la Copa de Europa ante el CSKA de Moscú. Y a fe que lo consiguió, por mucho que nuble el dolor de Atenas y la posterior decadencia. De la mano del brasileño, Cruyff introdujo cambios en su Dream Team. Por primera vez tendría un nuve –lo había tenido antes, pero jugaba en banda-, y cada vez sería más fiel a la defensa de cuatro. Una suerte de 4-4-2 coronado por una pareja de ensueño, Romario y Hristo Stoichkov. Tras dos temporadas, y Mundial mediante, el paso del brasileño por Barcelona tocó a su fin, pero el Camp Nou no olvidaría a un delantero que nunca antes había sido capaz de imaginar.
La história parecía repetirse dos temporadas más tarde cuando en Barcelona aterrizaba otro delantero brasileño llegado de la liga holandesa -también del PSV- para enseñarnos algo que no sabíamos que se pudiera hacer. Lo que le vimos a Ronaldo no se lo habíamos visto hacer a nadie. Su potencia, su arrancada, su carrera sostenida…abusó de un deporte que no le esperaba tan pronto. Deslumbró en la Supercopa, ganó Copa y Recopa, y hay quién cree que sólo sus ausencias con la selección privaron al Barça de imponerse al Madrid de Capello en Liga. Fuera como fuese, lo cierto es que es una lástima que aquel año el Barça no jugara Champions. O no. Quién sabe como habría seguido la historia.
El caso es que tras una única temporada en Barcelona, Ronaldo se mudó a Milán, y como un clavo saca otro clavo, llegó Rivaldo. Lo comido por lo servido. Llegaba del Deportivo de la Coruña sobre la bocina, después de una previa de Champions culé inquietante. Pocos se imaginaban que aquel mediapunta que había participado del primer «cuadrado mágico» de Luxemburgo en el Palmeiras, resultaría incluso más rentable que los dos delanteros. Inferior a ambos, fue estandarte del equipo de Van Gaal y trató de sostenerlo durante el Gasparato. Pocos futbolistas más determinantes se recuerdan en can Barça. Con un disparo de larga distancia demoledor y una puntualidad anotadora impresionante, con él no había gesta imposible.  Hat-trick en San Siro, en el Bernabéu -aunque el tercero no subiera al marcador- y en el Camp Nou el día que el equipo se jugaba el acceso a Champions en la última jornada. Dicen que aquella chilena frenó su traspaso. Un año más tarde, saldría libre con destino al Milan. Después llegó el desierto.
Pero como si el culé fuese Alicia y el fútbol su particular país de las maravillas, en plena noche, en la oscuridad más absoluta, se le apareció una sonrisa. Otra vez procedente del país de Pelé. La alegria de Ronaldinho levantó a un club que llevaba demasiado tiempo sin sonreír. Lo de Ronaldinho y el Barça fue pura historia de amor. Primero fue sólo él, y un ramillete de fantasías que bien valían mantener la esperanza. Después lo rodearon de  algunos de los mejores y le encontraron su sitio justo en el campo. Y a partir de ahí, a soñar. Soñamos tanto y tan alto… Pero el romance terminó mal. O no. Quién sabe como habría seguido la historia. Por lo pronto sabemos que continúa con Neymar. No pinta mal.