EL INVENTOR DE JUGADAS

Siglos atrás los grandes clásicos ya afirmaron que todo estaba inventado. Que por mucho que uno se esforzara en dar con una idea novedosa estaría andando sobre los pasos de otro que ya se habría adelantado tiempo atrás en la exploración de ese sendero. Frustrante para unos, reconfortante para otros, el axioma tiende a demostrarse certero cuando uno somete todo tipo de ideas, de los campos más variopintos, a un análisis concienzudo en busca de precedentes lo suficientemente sólidos sobre las mismas. No es cuestión de mística; mucha gente nos ha precedido en todas partes y su curiosidad ha abierto muchos caminos, tantos que a veces no queda espacio para más y lo que queda es llegar más lejos que nadie en alguno de ellos.

Sin embargo verdades absolutas hay pocas, y resulta que de vez en cuando aparece alguien haciendo algo que no se ha hecho antes. Eso es lo que ocurre con Neymar, un futbolista con condiciones únicas para inventar sobre el césped. No podemos saber cómo recordaremos a Neymar dentro de veinticinco años. Quizá habrá sido uno de ellos más grandes o quizá no, quizá habrá triunfado o su carrera habrá sido menos afortunada. No se puede negar que tiene muchos números para marcar una época, pero el fútbol es complicado y uno nunca puede poner la mano en el fuego. Lo que parece indudable es que, le haya ido mejor o peor, de Neymar recordaremos muchas acciones únicas que no nos evocarán a ningún otro futbolista, marcadas por el sello inconfundible de un cuerpo bendecido con una agilidad incomparable al servicio de una mente aguda que identifica jugadas donde otros no las ven, simplemente, porque él puede hacerlas y los otros no. Habitualmente hermanados por limitaciones similares en la ergonomía de sus piernas, los futbolistas reinciden en acciones bien conocidas, adecuadas a las características de la gran mayoría. Pero las piernas de Neymar son diferentes: endiabladamente rápidas y flexibles, llegan antes donde otras no alcanzan. Lo hacen con gestos exclusivos y aman el balón sin abusar de él. Ante una situación de juego permiten desarrollar soluciones únicas a poco que la mente las vislumbre, la mente de Neymar vislumbra muchas cosas.
El futbolista atesora un talento descomunal, y eso es fantástico. Pero su fútbol no es el más permeable a un libreto azulgrana tan reticente al cambio, siempre incómodo ante la adopción de conceptos que se alejen de una receta que se lo ha dado todo. Neymar no conoce el juego de posición, es un atacante vertiginoso que arriesga la pelota incluso en zonas comprometidas, que pedirá balones que otros querrán y que supondrá un contrapunto radical para el prudente ritmo de juego que identifica al Barça. Su aclimatación exigirá un esfuerzo mútuo en el que puede que el equipo se muestre más rígido que el futbolista. Quedará por ver quién necesitará más qué, si Neymar el proyecto azulgrana o el Barça la inventiva del brasileño.