ESPECIAL FINAL CHAMPIONS LEAGUE. MARIO GÖTZE: LEER ENTRE LÍNEAS

Si en lugar de un futbolista Götze fuera una palabra escrita no habría que buscarle en esta línea ni en la siguiente, sino en el espacio entre ambas, donde aparentemente no cabe nada, porque si el fútbol moderno admitiese un catálogo de cualidades que permitiesen definir al mediapunta por antonomasia este nos remitiría indeflectiblemente al dorsal 10 del Borussia de Dortmund. Nacido en la pequeña localidad bávara de Memmingen en 1992, Mario Götze domina como muy pocos el refiando arte de la recepción a espaldas del rival. No es sólo identificar el hueco y ocuparlo en el momento justo, sino hacerlo con la orientación apropiada y contando con un buen catálogo de recursos para dar continuidad a esa recepción. Es hacer lo que hace Götze.

Aunque siempre se le intuyó la predilección por ese carril central en el que gustaba de terminar sus acciones, Götze se dio a conocer como extremo. Curiosamente para un diestro con tendencia al juego interior, siempre le sentó mejor la banda derecha que la izquierda y con el tiempo ha terminado por manejar la pierna zurda con tanta soltura que confunde al observador. Técnicamente brillante pese a la velocidad a la que desarrolla la mayoría de sus acciones, la principal duda que ofrecía su paso a la mediapunta era su gran afición a las conducciones, un recurso muy eficaz que amenazaba con simplificar sus apariciones entre líneas a una toma de decisiones demasiado reducida. Nada más lejos de la realidad. Götze sigue marcando diferencias desde el regate pero su gestión del enganche no conoce vicios y cuando procede un toque rápido o una pausa prolongada no pierde ocasión de acertar.
Götze juega muy bien. Sin ánimo de simplificar, la clave es esta. Todo en su fútbol tiene un enorme sentido y un altísimo grado de precisión sin descartar ninguna velocidad, pausado o vertiginoso según convenga. Sus límites, que no tiene tantos, son de otra naturaleza. Por ejemplo, su determinación en los últimos metros: su fútbol no se traduce en tantos goles y asistencias como sugiere. Su imperio es más bien el de la acción precedente al gesto que cambia el signo del marcador, un terreno este último en el que el pequeño mediapunta alemán debería crecer porque es más una cuestión de cabeza que de pie. Quizá su futuro entrenador se lo exija. Götze no es Messi, pero es muy bueno, y Pep lo sabe.