RECUPERAMOS: EL GALO INVENCIBLE

Llegó en el verano de 2007 acompañado de Gaby Milio, Henry y Yaya Touré en lo que fue un mercado de fichajes atípico: el club había fichado muy bien, pero tardaría un año en darse cuenta de ello. Y es que sin duda, la temporada 2007-2008, la de los estertores del rijkaardismo no fue la mejor para medir a estos jugadores, ni por supuesto, a Eric Abidal, quien llegado del Olympique de Lyon por 14 millones de Euros, no podía imaginarse la epopéyica historia que iba a protagonizar en Can Barça.

Abidal, el funcionario

Una historia que como decimos, comenzó bastante plana y gris, como era aquel equipo de Rijkaard en su etapa final. Dos empates a 0 en las primeras salidas, dudas continuas en el once, Xavi cuestionado y lesiones de gran importancia de Messi, Eto’o, Henry, Deco, Ronaldinho o Touré lastraron el primer año en el equipo de Abidal, quien a pesar de todo, se consolidó en el once desde el primer momento. El jugador no estaba plenamente adaptado, su participación ofensiva y asociativa era puesta en duda y defensivamente, sin llegar a cantar como su colega en el otro lateral, no llegaba a los niveles vistos en el Mundial del 2006. A pesar de esto, Eric se convirtió en titular indiscutible con 30 partidos ligueros, 2 de Copa y 12 (todos) de Champions League para hacer un total de 44. A pesar de estos llamativos números del primer año no os esforcéis: no recordareis ningún partido potente del 22. Se había consolidado, pero imaginarse una larga carrera de El Keniata en el Camp Nou se antojaba difícil.

Una situación que tampoco cambiaría demasiado con la llegada de Pep Guardiola ese verano. Abidal cuadraba bien en la cultura del esfuerzo que el de Santpedor quiso instaurar en el equipo y por eso en ningún momento se dudó de su lugar en el equipo. Sin embargo, ese año dejó de ser tan indiscutible. Sobre todo en Champions League donde solamente jugó 3 partidos en toda la competición. La fase de grupos la pasó inédito por dos motivos: una pequeña lesión de rodilla que lo tuvo parado un par de encuentros, pero sobre todo, por una decisión futbolística. El Barça ese año presentaba una salida de pelota central, pero  también implicaba mucho a Alves, siendo en muchas ocasiones salida mixta. Además, la altura a la que se situaba el lateral brasileño para ser el primer receptor de los centrales o del portero traían consigo que el Barça jugase en la práctica con solo 3 atrás como contra el Sporting de Lisboa, o realmente, con 3 atrás y Alves completamente liberado, como contra el Shakhtar. Sea como fuere, en ese dibujo Abidal no tenía sitio siendo Marquez y Piqué -al que se buscó adaptar desde un primer momento teniendo muchos minutos- los centrales y Puyol, o Cáceres, el lateral izquierdo que en la práctica era un tercer central.

Esta disposición en la Liga no se ejecutó casi nunca pero aún así Eric tampoco brilló. Ofensivamente se quedaba sin espacio porque su movimiento natural -llegar en carrera hacia línea de fondo donde recibe el balón del extremo izquierdo que lo estuvo esperando y centrar raso de primeras- ya lo hacía el propio Henry. Por lo tanto la misión de Abidal era eminentemente defensiva y, de vez en cuando, implicarse un poco en la cadena de pases. Además, no era ningún seguro: hizo a Palanca “canterano del año” en el Clásico del Camp Nou, y fue la única nota discordante en el 2-6 donde por momentos fue retratado por Robben. Además, si salía en todas las fotos negativas, no se podía decir lo mismo de las positivas: por lesión -en la derrota contra el Espanyol por 1-2- estuvo dos meses fuera, lo que supuso perderse el 5-2 al Lyon o el 4-0 al Bayern. Por sanción ya no estuvo en el campo en el momento del Iniestazo, ni en la Final de Roma, ni tampoco en la Final de Copa en Mestalla contra el Athletic de Bilbao.

Abidal culminó su segundo año en el Barça volviendo a estar en el once tipo del año, pero siendo el peor del mismo y habiéndose perdido casi todos los grandes momentos del año, quedando señalado en los pocos que disputó. Su presencia en el equipo el año siguiente seguía asegurada, pero permanecer en el imaginario colectivo de la afición seguía estando muy lejos.

Abidal, el imprescindible

Esto cambiaría por fin en el segundo año de Pep, donde el galo se convierte en uno de los jugadores mas importantes de la plantilla, algo que sin duda tuvo mucho que ver con el cambio de tipología de juego que planteó el técnico culé. El Barça no terminó de jugar bien esa temporada, con unos problemas estructurales ofensivos personificados en Ibra que lastraron el techo del equipo. Ante eso, el hoy técnico del Bayern dio un nuevo giro: el Barça del vértigo del triplete pasaría a ser el del fútbol control, el de Xavi y el de portería a 0. Dicho y hecho.

En esas creció Abidal, consolidado en el lateral izquierdo al tiempo que los centrales serían Piqué y Puyol. Eric se convirtió en un factor corrector detrás, ayudando a rectificar por piernas cualquier fallo del equipo delante de él. Su principal baza era su primera zancada, muy potente y que abarca muchos metros, lo que le permitía lanzarse en carrera más rápido que sus encaradores. De este modo, creció hasta convertir su banda en territorio vedado para los rivales, pero al mismo tiempo ganó profundidad ofensiva. Henry, el jugador pegado a la cal, de línea de fondo y pase de la muerte había pasado a mejor vida y el 11 del equipo era para Pedro… con Keita por detrás. Al bajón definitivo de Thierry se le unió el año horrible de un Iniesta que encadenó periodos grises con periodos de ausencia, y estos dos factores conllevaron a que la línea de cal fuese poco visitada: el canario recibía abierto pero para romper hacia portería y el de Mali picaba en profundidad. En esas, Abidal creció, acompañando al equipo y llegando hasta línea de fondo siendo protagonista muchas veces del movimiento ya descrito: jugada que nace en la derecha, llega al extremo izquierdo que pausa el ataque para la llegada del lateral, quien recibe el pase y centra de primeras. Abidal ya era uno más del idioma del Barça.

Volviendo a la defensa fue donde se demostró que era un jugador fundamental, a pesar de las buenas actuaciones de su sustituto Maxwell. Sin embargo, su ausencia en las eliminatorias de Champions fue decisiva: los dos goles que se encajó en la fastuosa noche de Londres llegaron por la banda derecha del equipo rival. Igual fueron los tres goles que consiguió el Inter en la fatídica ida de las Semis de Champions. Abidal se había convertido en imprescindible, pero el destino seguía rechazándolo.

La leyenda de Abidal

A partir de aquí la historia se convierte en el esfuerzo del francés por negar las evidencias y por llevar la contraria a todo aquel que se oponía a él: a la lógica, al destino, al fútbol y a la propia vida. Negaciones que le convertirían en leyenda.

La primera fue negar la propia lógica, esa que decía que Abidal no podía jugar de central. Y aunque se empeñase era cierto: era un pésimo central. Su desempeño en ese puesto ya había costado el no pasar de fase de grupos a Francia en la Euro del 2008, y su pretemporada el verano del 2010 indicaba que no había mejorado mucho en ese sentido por lo que la idea al comienzo no tuvo mayor recorrido. Asentado como lateral izquierdo fue un fijo de los mejores momentos del mejor equipo de la historia del club, pero el fútbol le tenía deparado más.

La rodilla de Puyol ese mismo año dijo basta y dos fueron los jugadores escogidos para cumplir el rol de sustituir al capitán: Mascherano… y Abidal. Si lo del Jefecito se podía comprender, lo del 22 culé era de plano inconcebible. ¿Cómo va a jugar de central este chico, sin conocimiento táctico de la posición y con un historial imponente de errores ahí? Y sin embargo, lo hizo, consiguiendo las mayores actuaciones para su recuerdo, incluyendo el trascendental gol de San Mamés. Su capacidad de rectificación corriendo hacia atrás le hacían insuperable porque había que superarlo dos veces, su valentía a la hora de sacar el balón en conducción desde la cueva, y cierta creatividad eran sus mayores virtudes en el puesto. Había central, y su capacidad para cortar balones era insultante, como prueba de su última gran foto: el balón cortado con la cabeza, desde el suelo, a Negredo en el Sánchez Pizjuan. Su última gran foto porque el destino volvía a alejarle de la gloria. Durante el transcurso de la retrasmisión del partido de vuelta de octavos de final de la Champions entre el Bayern y el Inter saltaba la noticia: Eric Abidal debería ser tratado de urgencia contra un tumor en el hígado y ya no solo la mejor temporada de su vida corría peligro, sino incluso toda su carrera deportiva.

Esta fue la segunda negación de Abidal: la del destino. Ese que siempre le había apartado de los momentos de gloria de su club minimizando su figura y que ahora lo quería alejar de Wembley. Pero no lo consiguió. El lateral izquierdo se alzó consiguiendo dos momentos mágicos: participar en los instantes finales de las Semis contra el Real Madrid, con manteo incluido y jugar de titular la final de Londres, donde sería el encargado de alzar la Copa de Europa. El primer negro, con permiso de Ferdinand -y Puyol- en hacerlo. Abidal había derrotado al destino.

Con ese impulso empezó el último año de Pep, donde el mister tenía preparada otra readaptación del fútbol culé que al Keniata le sentaría muy bien: el 3-4-3. Este sistema, creado para un nuevo giro ofensivo, también supuso muchas modificaciones en el apartado defensivo. Entre ellas, por supuesto, mayor exposición de los defensas, ya que no eran 3 centrales al uso en la mayoría de los casos, y por delante de ellos no estaba el equipo lo suficientemente cuajado como para no tener que sufrir. Y en este contexto Abidal emergió para decirle no al fútbol.

Eric no podía ser central, o eso se decía. Si había sobrevivido antes de su primer percance de salud fue por sus innatas condiciones físicas que le permitían rectificar, y por un estado mental por las nubes que le dotaba de la confianza necesaria para atreverse con todo. Y lo hacía. Pero no era un central al uso y en algún momento el invento tenía que pinchar, como pasa tantas veces. Pero en el caso del 22 culé no fue así. La defensa de 3 le sentó como anillo al dedo, siendo en ocasiones el jugador contextual de esta línea por su capacidad de rectificación y carrera hacia atrás, lo que le daba sentido a esto. “Sin Abidal no funciona la defensa de 3” fue una de las frases mas escuchadas en Can Barça. Jugando de central zurdo era en la práctica el libre, el que barría a la espalda de sus dos compañeros y además no solo por condiciones físicas, sino también por talento, sensibilidad e interpretación. Sin duda, era central y su pico de forma alcanzaría cotas mas altas que antes incluso. Gol decisivo en el Bernabeu incluído. Eso sí, con defensa de 4.

Pero de nuevo, un percance, una recaída, detendría a Abidal en su mejor momento. También quedó afectado el Barça, que sin su defensa contextual para la línea de 3 que a su vez era uno de sus baluartes atrás, terminó bastante tocado, aunque sin dramatismos, porque unos meses después volvería a competir. Algo que el francés no tenía seguro. Para ello debería decirle no a la dificultad que le pondría la vida y lograr un hecho casi único en la historia del deporte. Y Abidal, de nuevo, volvió a ganar. Volvió a vestirse de corto, a competir y a volver a sentirse completo, al tiempo que su figura trasciende lo futbolístico para convertirse en un icono, en un ejemplo de superación. Algo que ser recordado durante décadas.

Abidal lo venció todo para convertirse en uno de los símbolos del barcelonismo. Su lugar exacto en la historia lo marcará el paso del tiempo, pero él consiguió algo aún mas importante que un hueco en el pasado: una vida en el futuro.