BAYERN – BARÇA: UN POSTPARTIDO SIN IMPORTANCIA

Decía anteayer Joan Barriach que un partido de estas características no era el adecuado para sacar conclusiones. Y tiene razón, hay muy poquito que se pueda comentar sin tener en cuenta que Bayern y Barça estaban en un momento de la preparación muy diferente. Pero, aunque no tengan que ver con el rigor analítico deseable, es inevitable quedarse con sensaciones y, perdonen la hipérbole, me he quedado con peor cuerpo que con el 7-0. Hay algo épico en el luchador canoso y agotado que utiliza todo tipo de trucos para sobrevivir a la pujanza del joven, pero no hay nada más penoso que insistir en un golpe que no funciona mientras te machacan una y otra vez. Esa es la sensación: el Barça se ha convertido en una parodia tanto más triste cuanto más grande llegó a ser. Uno hubiera pensado que 7-0 era un resultado lo suficientemente amplio como para haber reseteado la fórmula a fondo. Parece que no.

Ahora tocan las excusas. Faltaban los internacionales españoles y brasileños. Efectivamente, de los que hoy jugaron en la primera parte solo es titular indiscutible Messi, con opciones para Mascherano y Alexis. El Bayern, en cambio, jugaba en casa y con todo. La situación del banquillo del Barça, precarios en tensión, seguramente no ayude a la preparación, ni emocional ni táctica. Además, la diferencia de físico era evidente, así como el rodaje y la puesta a punto en términos generales. Bien, demos por hecho que el guión estaba escrito: el Bayern tenía que mandar, vencer y, en última instancia, arrollar al Barça. La película estaba escrita pero al buen actor, sea hijo de Stanislavski o de Brecht, se le reconoce por elevarse más allá de su guión y sacar petróleo allí donde los mediocres se convierten en marionetas animadas. La película que vimos hoy en el Allianz era mala pero los actores no parecían capacitados para cambiar su destino.

Era difícil que lo hicieran, en todo caso. Algunos tienen excusa. Messi lo intentó, y sacó algo, cosa que también podemos decir de Tello. Dos Santos le puso agallas aunque, desde mi punto de vista, está más que claro que no le llega. Adriano cerró bien su palo –como muchos quisiéramos que hiciera Alves- y sacó dos goles cantados. Pinto volvió a demostrar que hay pocos suplentes perpetuos de mayor nivel y, si tengo que seguir rascando de donde no hay, podría echarle un cable a Bartra, que intentó sacarle las castañas del fuego a Montoya contra Ribery. No lo consiguió, pero esa es otra historia.

Los naufragios más evidentes son descorazonadores. Alexis Sánchez y Song, que deberían haberse tomado el partido como el último de su vida, no hicieron nada como para reivindicar una plaza en el once. Especialmente Song, que fue un poste clavado en la media. Alexis le puso más ímpetu y su papel cuerpeando balones desde la banda fue muy apreciable. Como siempre, el chileno hace cosas pero no las que importan. Alexis y Song, que debieran oscilar entre el puesto 11 y 14 de la plantilla, no se han ganado siquiera la convocatoria. Aunque en su descargo hay que decir que no es fácil jugar cuando no se han terminado de bajar las comilonas de vacaciones. Seamos comprensivos. Como también tendremos que hacernos cargo de que Montoya (¿sentar a Alves, decían algunos?) tenga pesadillas hoy con Ribery; absolutamente imperial el francés que le bailó como quiso. Muy, muy similar a lo que le hizo Neymar a Arbeloa: dos avisos, el defensa recula con miedo a la tercera y el atacante aprovecha los metros para sacar el centro. Así llegó el primer gol, con Ribery colgando un balón sin oposición desde media distancia que Mascherano y Bartra no pudieron pelear. Esa jugada, el centro a pierna cambiada desde tres cuartos se la comieron los centrales del Barça cuatro o cinco veces durante el partido.

Vuelvo a repetirlo: la diferencia de tono físico era evidente y las bajas del Barça provocaban que todos los duelos individuales fueran muy favorables al Bayern. No quiero perder de vista ese factor ni que nadie piense que lo olvido. Aparte de Ribery, apoyado por un tremendo Alaba, podría destacar a Robben jugando de 9 volcado a la izquierda. El holandés supo encontrar huecos en todo momento, y da miedo –e ilusión- pensar que Arjen pudiera aunar inteligencia a sus condiciones. O el destrozo que hizo Kroos entre líneas, abusando de un inoperante Song y de un Sergi Roberto desbordado. Supongo que también habría que hablar de Thiago, pero no me pareció ver nada muy significativo. Jugó en la base y, al principio del partido, se metió entre centrales hasta que con el transcurso de los minutos el Bayern comprendió que no necesitaba generar superioridades en salida. Por lo demás, lo que ya conocemos: un par de pérdidas de riesgo, un par de pases de escándalo y cierta indolencia a su espalda, pese a que Messi amenazó con aprovecharla a fondo. Fue un espejismo: el Bayern se comió al Barça desde las bandas hacia el interior, a la inversa del supuesto dogma guardiolista. Dogma que no existe, por cierto. Cuando uno puede jugar con Lahm –ayer interior diestro-, Alaba, Ribery, Robben, Kroos y Muller, es inevitable crear ventajas por fuera y rematarlas por dentro. Ese fue el plan general, pocos toques y rápidos en el medio campo, amenaza exterior constante y rupturas a la espalda de la media culé. Cuando el Bayern se puso serio fue un vendaval lleno de posibilidades. Es pronto para juzgar si han mejorado o no respecto al año pasado pero, de momento, Ribery parece tener ganas de juerga.

¿Y el Barça? Pues lo de siempre, lo de los últimos dos años. Posesión sin movimientos por delante del balón, extremos abiertos que no amenazan, Messi contra el mundo, transiciones desnudas e infinidad de pérdidas en salida. Ni recuerdo cuantos balones regalaron Bartra y Mascherano. Los jugadores que intentaron luchar el partido –Dos Santos, Adriano, Mascherano… y a su manera embarullada, Alexis- solamente podían aportar garra y gritos. Como gritaba Pinto a su defensa. Como intentó Messi meterse en el medio a hacer de Xavi hasta que se aburrió porque nadie se le ofrecía. La misma circulación sin sentido, presión a rachas –quizá un poco mejor que la que vimos en Liga de Campeones hace nada- y esa triste imagen que ya nos resulta familiar. El Barça atacaba con tres contra siete y defendía en un cuatro contra cuatro. No ha habido intención táctica, no parece haberse visto adecuación al rival, ni un plan diferente. El Barça que languidecía hace tres meses juega exactamente a lo mismo, pero aún más lento y con una segunda unidad que ofrece pocas garantías.

Perdonadme que no hable de la segunda parte pero es que entraron once canteranos y la pachanga de solteros contra casados se convirtió en un pique con mochilas haciendo de porterías. Voy a destacar que Espinosa hizo lo que pudo, que el pobre Femenía en banda no empeoró a Montoya y que Joan Román intentó moverse entre líneas con algo de acierto. ¿Qué contar? El Bayern no quiso vacilar demasiado a los chavales y estos demostraron orgullo. Suficiente para lo que habíamos visto en la primera parte. Al menos el carrusel de cambios nos hizo pasar un rato divertido cuando los locutores (sé que su profesión empieza por “p”, pero no es la «p» de “periodista”) de Antena 3 dejaron claro que no tenían ni pajolera idea de quiénes eran la mayoría de los canteranos del Barça.

Lo repetiré por última vez. La diferencia física y de nombres fue abrumadora. Quien se quiera quedar con eso, que se quede y hará bien, porque yo estoy hablando de sensaciones y de «feeling». Por ejemplo, otra famosa “p” del entorno catalán vio un partido diferente al mío y opina que los de Roura dieron la cara; quién sabe, tendrá razón. Yo, por mi parte, prefiero celebrar la llegada del “Tata” Martino como habría celebrado la de cualquier entrenador con una filosofía concreta de juego dispuesto, o eso espero, a renovar este equipo anquilosado táctica e ideológicamente. Este partido se podría haber perdido por 10-0 y no me habría importado si hubiera visto alguna cosa nueva, o un chispazo de genio, pero fue una prolongación de lo que ya hemos comentado hasta la saciedad. Como Gloria Swanson bajando las escaleras y posando para fotógrafos que ya solo existen en sus recuerdos, el Barça languidece enamorado de lo que ya no es. Y sí, mi desánimo no se basa en ningún análisis lógico porque lo de ayer no es trascendente en términos competitivos. Este postpartido no aporta, en realidad, nada relevante, aunque me ha hecho ver hasta qué punto estoy cansado de un equipo que vive en el pasado.