Ese Barça ya no está. El Barça que tocó techo, lo trepanó y siguió su ascenso hasta el cielo. Una vez allí saborearon, ¡saboreamos! cada momento. Con una sonrisa colmada de satisfacción y orgullo contemplaron desde allí el universo conquistado. Quisieron ser más grandes. Y fueron los que más. El mundo por testigo y su futbol por bandera.

Entre el cielo y el infierno hay sitio para todos los demás. El limbo es otra cosa. Y en esas estamos ahora. Es relevante darse cuenta y aceptarlo.

El miedo al cambio es natural e inherente al ser humano. Pero cualquier retoque se aplicará al presente, no a aquel Barça. El continuismo referido al Barça de Pep, Messi y Xavi es mentira. Un cuento de cobardes, indecisos o ignorantes. Nadie propone un cambio entre aquello y otra cosa. Porque nadie cambiaría aquello y porque aquello no se puede cambiar ya. Es historia y de la buena.

El nuevo míster se encontrará un club y una afición que ha ganado todo, pero ya no se encuentra a ese equipo. La exigencia será máxima y los cambios necesarios.

La apuesta es arriesgada, ilusionante y romántica.

El timón de la plantilla está consumido por el inevitable paso del tiempo y gira con dificultad. Las fortalezas de este grupo son otras ya, es un secreto a voces, el novato será el encargado de comunicar lo que todos saben pero callan. Por si fuera poco, a muchos no les gustará escucharlo.

La colección de jugadores a disposición de este gran desconocido es peculiar. Casi todo hecho a medida para los anteriores inquilinos y sin tiempo para reformas de importancia. Hay carencias y distribuciones extrañas. Por si fuera poco la comunidad de vecinos es vasta, beligerante y ruidosa.

La llegada apresurada del forastero en una tesitura penosa y lamentable será una desventaja más.

Pero ¿quién no querría dirigir al Barça? ¿Quién no querría entrenar a Messi? ¿Alguno excluye al FCB como favorito de cualquier título?