EL GUAJE MERECÍA ALGO MEJOR

Cualquier análisis sobre un fichaje en un equipo de élite ha de partir de una certeza: el cuerpo técnico ha valorado todas las circunstancias tácticas y técnicas, es decir, sabe a la perfección para qué necesita al jugador y qué pretende hacer con él. Al fin y al cabo eso es lo que hacen los cuerpos técnicos de élite. Sin embargo, desde un primer momento la incorporación de David Villa suscitó dudas tan generalizadas entre público y comentaristas que parecen haberse confirmado con el tiempo. A grandes rasgos, fueron muchos los que vieron en el asturiano un potencial cuerpo extraño en el Barça, un paso por detrás en capacidad de asociación y nivel técnico. A favor de Villa jugaba su relación con el gol y su aparente idoneidad para ocupar el extremo izquierdo. Ahora que el guaje continuará su carrera en el Atlético de Madrid quizá sea momento de hacer balance, no sólo del periplo de Villa en el Barça, sino de una política cuestionable por parte de los planificadores del equipo.

Hay que recordar que David Villa llegó al Camp Nou tras el sonado fracaso de Zlatan Ibrahimovic. El fichaje parecía simbolizar un regreso a los orígenes del equipo, con un goleador puro reciclado en hombre de banda. Villa no tenía calidad para combinar con Iniesta o Messi, pero su desmarque al borde del fuera de juego y su diagonal justificaban su inclusión en el equipo. Su primer año en el club fue notable si atendemos a sus cifras goleadoras pero quedó la incómoda sensación de que Villa no generaba ventajas en un equipo consagrado a crear un contexto favorable para Messi. No parecían generarse sinergias duraderas y el liderazgo insaciable que había desplegado el guaje en Zaragoza, Valencia y en la selección brillaba por su ausencia. Este fenómeno no es nuevo en el Barça, puesto que ni Pedro es el que juega con España ni el carácter de Cesc parece ser el del Arsenal. La diferencia es que Villa tiene poco con lo que compensar su ansia por atacar a sus rivales. El asturiano es el tipo de jugador que solamente ofrece su mejor versión siendo importante y en el Barça, por motivos tan evidentes que no merece la pena comentarlos a estas alturas, nunca podría serlo.

Lo primero que deberíamos tener en cuenta es que Villa no podía ocupar el lugar de Thierry Henry, a pesar de que la idea del goleador ubicado en banda a pierna cambiada recordase el rol del francés. Henry era un jugador de técnica exquisita y, pese a su edad, capacitado para el desborde. Villa no encajaba en ese perfil y no podíamos esperar que en el Barça se exhibiera al mágico nivel del Mundial de 2010. La estructura del juego de seguridad de España –por cierto, menguado tanto en concepción como en fiabilidad- necesitaba imperiosamente el carácter y las condiciones de Villa. El Barça solo parecía pedirle que estirara a la defensa rival y marcase un buen puñado de goles. Hay que decirlo desde ya, los goles de Villa se echarían de menos las temporadas siguientes pero, desde mi punto de vista, se echó más de menos a un delantero capaz de superar a su par y crear un desequilibrio. Sin la agitación permanente de Eto´o, sin la velocidad de Henry, sin un delantero diferencial que surgiera de la cantera, el Barça se atascó, dependiendo solo del “milagro” Pedro y de Messi.

Es triste que los últimos dos años nos los hayamos pasado recordando que Villa era campeón del mundo y de europa, suspirando por su romance con el gol y proclamando que la grandeza nunca se pierde. La realidad es tozuda y en la retina quedará que Villa jugó de chincheta entre centrales hasta que Thiago Silva le humilló en una de tantas jubilaciones simbólicas que ha vivido el Barça en la temporada del 7-0. Uno de los mejores delanteros de la historia de España terminó arrastrándose en un equipo que, la verdad sea dicha, jamás solicitó su mejor versión ni se esforzó en facilitarle el contexto para que pudiera exhibirla. Pero es que esta fue una política consciente del cuerpo técnico. No nos enfanguemos, y menos en estos días, en la responsabilidad por la falta de amenaza exterior de las últimas temporadas del Barça. Admitamos, sencillamente, que Guardiola optó por Ibrahimovic, Villa y Alexis, y que Vilanova no utilizó a Tello en los momentos complicados.

¿Cambiará esta situación con el fichaje de Neymar? Forzosamente ha de hacerlo. Sin embargo, es legítimo preguntarse qué debería haber hecho Villa para evitar que su estancia en el Barça no fuera la crónica de un gatillazo anunciado. El final del relato ya es pasado. Un campeón de campeones vendido a precio de saldo en una de tantas operaciones patéticas, firmadas por esta y otras directivas, que nos obligan a elegir entre suponer corruptelas o asumir incapacidad. Quedémonos, mejor, con lo segundo. De todos modos, agradezcamos que la vida se comporte a veces como un guión y resuma historias complejas con un golpe de simbolismo. Villa sale del Barça como si fuera un don nadie, olvidado de todos, y es recibido en loor de multitudes por la afición del Atlético de Madrid. Ojalá el asturiano tenga tiempo para poner un broche más agradable a su hermosa trayectoria. Villa no se merece el castigo de jugar en un equipo que no le necesite.