Con la marcha del técnico galo, la Real Sociedad sabía que se enfrentaría a una etapa de transición; a una época de conversión que va siempre aparejada al cambio de entrenador, aún a pesar de las promesas de continuismo que se suceden cuando las cosas han salido como debían. O incluso mejor. Y aún con un logro inmejorable a sus espaldas, la pérdida no se sintió como pérdida, sino como final. Phillipe y Donostia fue una de esas relaciones que acaba bien. Una de esas que una vez separan sus caminos se hace promesas de amistad. Incluso diría que fue una de esas relaciones que acaba mejor de lo que empezó. Intensa e insípida a la vez; rápida, fugaz y alegre o inexpresiva por tramos, con altibajos y declaraciones de amor desmedidas en sábado, precedidas por la enésima bronca el domingo pasado. Un continuo quererse u odiarse espontáneo, un sinsentido. En realidad, nunca llegaron a conectar. Y por eso, prometieron no echarse de menos nunca.

Con Asier la ruptura fue más dura. Casi como quien deja escapar al ser amado. No quiere hacerlo, pero sabe que lo debe dejar ir. Sin más, sin acritud. Y el desencuentro dejó a Montainer aún más, si cabe, en un segundo plano. El club donostiarra ya no asumiría una transición, sino una transformación forzosa, y aquello tenía muchas más implicaciones de las que club y afición pudieran prever cuando ambos descorchaban champán en Riazor. De primeras, la marcha de Illarramendi suponía renunciar a la máxima versatilidad, el gran baluarte de la Real Sociedad 2012/2013. La Real del notable en todo, y del sobresaliente en competitividad, con “juventud” y “experiencia” puestas en la balanza. Illarramendi, sin duda, era de los que la decantaba. Donostia estaba triste, pero esperaba a Gerland. Fue la dualidad de una ciudad que agotó sus cartuchos de alegría en junio, y se vistió de incertidumbre en julio y agosto.

Por todo ello, una de las preguntas inevitables al comienzo del nuevo curso era qué sería esta nueva Real Sociedad. La incorporación de Granero vislumbraba un equipo de posesión, una Real a la que le gustaría, por encima de todo, llevar el peso del partido. No obstante, actualmente podemos afirmar que el fichaje del “Pirata” no se hizo con miras a reemplazar a Asier Illarramendi, sino con el objetivo de disponer de un recurso diferente. Aunque con su lesión –estará aproximadamente seis meses fuera de los terrenos de juego- el comentario parezca obsoleto, el detalle no deja de tener valor, pues muestra a una Real que, pese a las circunstancias, nunca ha querido renunciar a sus múltiples caras. Ella quiso seguir siendo polifacética, la misma del año pasado en la medida de lo posible. Tanto, que Jagoba ha mantenido el bloque: un 4-2-3-1 –con la salvedad del partido frente al Shaktar- que destaca por el liderazgo de Iñigo Martínez, una pareja de mediocentros muy escalonada con Markel siempre por detrás de balón, Xabi Prieto en las funciones de mediapunta y la novedad, esto sí, de Seferovic en punta. Zurutuza acompaña a Markel. Las promesas de continuismo se cumplieron en la Real.

La segunda incógnita de cara al transcurso de esta temporada era cómo afrontaría la Real la disputa de tres competiciones, al menos, hasta el mes de enero, teniendo en cuenta que, en este sentido, la confección de la plantilla -corta y con una titularidad muy definida en la mayoría de los puestos- jugaba en su contra. También las múltiples bajas sufridas a lo largo del periodo estival, que se prolongarían hasta el comienzo de la competición. Hasta el momento, la Champions ha tenido un efecto sedante muy notorio en el equipo: en liga, centro de experimentos, el equipo reduce la intensidad, y eso se ha reflejado en los resultados obtenidos -6 puntos de 15 posibles-. Los partidos que el año pasado se cerraban en el minuto 30, este año comienzan a disputarse en el 70, y el margen de reacción es, por tanto, mucho menor del que el año pasado disponía un equipo que además de por su competitividad, también destacaba por su capacidad de activación con marcador adverso. Por su parte, la acumulación de partidos también ha provocado un descenso del rendimiento en algunos de los jugadores clave, como en el caso de Carlos Vela, y en otros, como el de Griezmann, la mente está irremediablemente sobrevolando estadios europeos y no alcanza a aterrizar a tiempo para el fin de semana.

En cualquier caso, la Real dispone de armas interesantes para afrontar el partido del Camp Nou. Salvo baja de última hora, el equipo que pisará el verde será el que se llevó el 0-2 de Lyon; el mejor 11 blanquiazul posible. Resultará interesante sobre todo el retorno de Zurutuza como titular. Con él, la Real gana con y sin balón. Zurutuza enriquece el ataque posicional realista con su gran manejo de los apoyos y es la mejor opción de la que se dispone para que el equipo de Jagoba tenga la posibilidad de asentarse arriba e, incluso, pueda generar superioridad numérica por los carriles, sus grandes distintivos. Habrá que prestar también especial atención a un movimiento muy interesante que la Real viene ensayando en los partidos en los que Zurutuza y Griezmann han compartido alineación: el intercambio posicional entre ambos para fomentar que Antoine se mueva entre líneas. Seferovic también es un jugador a tener en cuenta por su registro, y es que su movimiento predilecto es el dentro-fuera partiendo de la posición de 9 y cayendo sobre la banda izquierda, lo que puede generar algún desajuste defensivo si arrastra la marca de Piqué.

En septiembre, Donostia se tiñó de utopía. Desde que la papeleta de la Real Sociedad saliera de aquel bombo el 29 de agosto, los segundos han separado a los espabilados de los precavidos, a los envidiosos de los envidiados, a los que viajarían a Old Trafford de los que no. En Donostia, dormir dos noches a la intemperie cerquita del estadio te convertía en la persona más afortunada del mundo. Y es también en Donostia donde se ha instalado un ‘tick’ nervioso generalizado, casi compulsivo, que te empuja a mirar cada dos minutos si, por alguna extraña razón, el vuelo a Leverkusen, Manchester o Donetsk se ha visto rebajado, y a comprobar con resignación que el precio no hace nada más que subir. ¡Y qué importa!, si en 23 horas de nada un autobús te deja en el centro de Manchester… En Donostia este septiembre se ha vivido a un ritmo diferente. Se ha vivido corriendo. Se ha vivido al ritmo vertiginoso, trepidante e incansable que marca la ilusión. El golpe recibido el pasado martes fue duro, pero no lo suficiente como para despertar del trance. Que no se detenga el tren, aún quedan varias estaciones por recorrer.